Pablo Gato
Los líderes de la OTAN alardean constantemente de que si uno de sus miembros es atacado, es un ataque contra todos y que todos irán a la defensa de ese país.
Es mentira. Si leemos detenidamente el artículo 5 de la OTAN, si un país es atacado, el resto de países se compromete a asistirlos de alguna manera, pero sin especificar cuál.
Es decir, pueden, por ejemplo, enviar un fusil y tres balas como contribución a su defensa. En otras palabras, ese pilar de la OTAN es una gran mentira.
Ningún país está obligado a enviar tropas o el grueso de sus fuerzas armadas a asistir a otro que ha sido atacado.
Y si ese artículo fue escrito de esa forma fue con un claro objetivo: no tener necesariamente que ayudar de forma decisiva en caso de guerra.
La pregunta es obvia, ¿para que sirve entonces la OTAN si esa garantía de asistencia mutua es una ficción?
¿De qué sirve ser miembro si el pilar fundamental de la organización no sirve realmente para nada en caso de necesidad?
Angustia.
Pocas experiencias te pueden producir más terror que la noche en la selva amazónica. Aquí navegábamos en un pequeño bote por uno de los tantos afluentes del Río Amazonas, a 500 kilómetros selva adentro de la capital amazónica peruana, Iquitos. Oscuridad absoluta, solo los ruidos de la noche y de todos los depredadores que sabíamos estaban ahí, pero a los que no veíamos. Escuchas pero no ves. Los depredadores salen a cazar de noche. Caimanes, serpientes, jaguares, tarántulas. Todos estaban ahí, esperando a su presa, que podrías ser tú. El sonido de la barca deslizándose por el río, los animales a tu lado, el calor que jamás te abandona y a veces una luz esporádica de la linterna. Todo oscuro, negro impenetrable. Miedo. Angustia. Una experiencia inolvidable.