Corre, lee y dile
Por Germán Martínez Aceves
Al hablar de la guerra de Independencia en México, la memoria, sin titubeos, centra la gesta en las personas de Miguel Hidalgo, Ignacio Allende, Josefa Ortiz de Domínguez o en los lugares míticos, Dolores, Guanajuato, Valladolid. En el peso de la historia y en el imaginario social, ahí se ubican las acciones y los nombres de los caudillos.
Sin embargo, Veracruz era un punto neurálgico, ni más ni menos que el enlace comercial, cultural y político de la Nueva España con la Corona española. Por lo tanto, su posición fue, de siempre, estratégica.
Como se acostumbraba en las defensas feudales, el Puerto fue amurallado ante los ataques de los piratas y para fortalecer el principal bastión del flujo económico. De ahí que en la guerra de Independencia, Veracruz fuera un lugar estratégico a ganar, pero en la historiografía, los hechos sucedidos en ese parteaguas está poco documentado e investigado.
De ahí radica la importancia de investigaciones como la del historiador Juan Ortiz Escamilla que nos presenta el escenario de Veracruz en 75 años a través de su libro El teatro de la guerra. Veracruz, 1750-1825, que ve su segunda coedición en la colección Biblioteca de la Editorial de la Universidad Veracruzana con el apoyo de la Universitat Jaume I, de Valencia, España, y Mar Adentro.
El periodo documentado por Juan Ortiz Escamilla a través de una investigación exhaustiva de documentos, principalmente en España, nos da cuenta de la transición histórica del siglo XVIII al XIX, la coyuntura exacta del debilitamiento y derrumbe de la Nueva España y el surgimiento de un nuevo país.
Ingenieros militares novohispanos XVIII comenzaron a diseñar el modelo de defensa de la Nueva España ante posibles invasiones extranjeras, recorrieron toda la provincia veracruzana e identificaron recursos naturales, número y tipo de habitantes, y problemas que tenían.
Salvo los pobladores de las ciudades de Orizaba, Córdoba y Xalapa, una gran mayoría que habitaba en el territorio era de raza negra y sus derivados que escapaba de la esclavitud, que era difícil de gobernar, que era resistente a las enfermedades y, paradójicamente, los mejores defensores.
Ortiz Escamilla, para explicarnos este panorama histórico, nos los presenta como El teatro de la guerra que divide en tres actos (si podemos llamar así a los capítulos) que define como: uno, el escenario, el Puerto de Veracruz y costas colaterales; dos, de la guerra civil a la guerra nacional por la Independencia y; tres, la guerra nacional por la Independencia de México.
No se pierda de vista que el siglo XVIII comenzó a ser época de grandes cambios en Europa, las monarquías comenzaban a debilitarse y los dominios coloniales de España, Portugal, Inglaterra y Francia sufrían modificaciones. Veracruz prácticamente era “la joya de la Corona” o como menciona Juan Ortiz “única garganta de este reino (español)”.
En 1750, año del inicio de esta investigación, aplica el reformismo borbónico que no tenía otro objetivo más que fortalecer al Puerto de Veracruz y playas adyacentes para tener seguro el lugar y fortalecer a la Nueva España de una posible invasión.
Pero al interior, donde no había muros que impidieran el paso al espíritu, la inconformidad de la población criolla crecía junto con el creciente malestar de grupos indígenas, mulatos y negros.
La rebelión independentista, si bien inició en el centro del país con una persecución furibunda del ejército realista hacia las cabezas más visibles, se extendió a las principales provincias de lo que aún se llamaba Nueva España. La estrategia militar había fallado, en el teatro de la guerra se habían preparado para los ataques exteriores, pero no de los interiores.
Sin duda, la Constitución de Cádiz, la más avanzada en su momento por las libertades concedidas hacia la construcción de nuevas sociedades, significó un elemento esencial que fortaleció el cambio de la Nueva España al Imperio Mexicano. Ahí se ubica el tercer acto de esta obra, en la serie de contradicciones, alianzas, controles de la aduana marítima (fundamental para el flujo de la economía hacia España) y los nuevos personajes que comenzarían a definir el futuro de la patria como Guadalupe Victoria, Nicolás Bravo, Antonio López de Santa Anna y Juan O’Donojú, definido casi como un virrey sin virreinato. Y entre ellos, en las luchas por el poder y como ejemplo de resistencia, las participaciones de los grupos indígenas, de los “jarochos”, de los negros, de los mulatos, grupos casi invisibles en los registros de la historia.
El teatro de la guerra. Veracruz, 1750-1825, nos da nuevas luces para comprender nuestra historia y para ubicar a Veracruz como el punto más estratégico en el derrumbe de la Corona española y la forja de un nuevo país.
Esta nueva edición sale a luz justo en el marco de los 200 años de la caída de la fortaleza de San Juan de Ulúa, último reducto de España ante los avasallantes procesos sociales, militares y políticos que dieron los pasos hacia un nuevo país.
El teatro de la guerra. Veracruz, 1750-1825 de Juan Ortiz Escamilla, coedición de la Universidad Veracruzana, la Universitat Jaume I de Valencia y Mar Adentro, 288 páginas, 2024. Para conseguir este libro consulta: