Claudia Rodríguez
Las elecciones de este 2018 a nivel federal, así como en otras nueve entidades del país en donde se renovarán gubernaturas –Ciudad de México, Chiapas, Guanajuato, Jalisco, Morelos, Puebla, Tabasco, Veracruz y Yucatán–, además de renovaciones de alcaldías y Congresos; tienen a la clase política, intentando a como dé lugar, no salirse de la foto del presupuesto nacional y en otros casos unos más, tratando de ser parte del mismo.
Los movimientos al interior de secretarías federales y estatales, instituciones y Cámaras legislativas, son tan intensos; como los mismos cabildeos al interior de las dirigencias de partidos y entre la misma sociedad, por aquellos que buscan la ruta independiente.
Como siempre también se observa quienes cambian de partido político como lo hacen de automóvil –ellos que pueden.
El fin para muchos aspirantes a puestos de elección popular o para quienes empujan a su amigo, su compadre, su cuate o lo que sea; es no dejar de cobrar del erario; seguro hay sus excepciones y son muy loables.
No es ninguna sorpresa ni novedosa información, que los emolumentos que cobra la clase política mexicana, son estratosféricos comparados con los salarios de los empleados, de los burócratas y de los jornaleros mexicanos.
Pero es aún más vergonzante aun, cuando estos salarios fijados por esa misma clase política que unas veces gobierna, otras administra y unas más legisla sobresale por su cantidad exagerada, en forma comparativa con otras regiones.
El 9 de enero de este 2018, el periódico El Financiero, destacó en una de sus notas, que de acuerdo al estudio “Government at a Glance 2017” de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), se concluye que los burócratas y servidores públicos de nivel alto y medio en México, se ubican entre quienes tienen las remuneraciones más elevadas de los países de la OCDE, sólo por debajo de los salarios de este nivel, en Colombia.
No sólo el privilegio se estanca entre sus elevados salarios, sino también en su posición para servirse de su puesto o encargo para hacer más negocios provechosos para sí y los suyos con el poder que les da su propia relación con el poder político.
No sólo nos sangran los políticos con sus actos de corrupción, sino con la forma en que se reparten los puestos de la Administración pública y de Gobierno, a los que ellos mismos ordenan pagar con sueldos más que elevados.
Esa es la primera jugosísima razón para no salirse del presupuesto.
Acta Divina… Apenas en noviembre de 2017, el presidente Enrique Peña Nieto celebró el aumento al salario mínimo que pasó de 80.04 pesos a 88.36 pesos.
Para advertir… Nosotros los pobres, ellos los bandidos y cínicos.
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