FRANCISCO RODRÍGUEZ
“¿Por qué los Estados Unidos, sabiendo que existe una dependencia estructural entre las demografías y las estructuras económicas entre nuestros dos pueblos, no tratan con respeto a México?”, preguntó un estudiante mexicano de diplomacia a Zbigniew Kazimierz Brzezinski, uno de los mayores halcones republicanos.
La respuesta del consuegro de Henry Kissinger no tardó, fue brutal: “los Estados Unidos respetan sólo a aquellos pueblos que se dan a respetar”, enfatizó el operador de Vietnam, del golpe de Estado a Salvador Allende en Chile, también director de la Comisión Trilateral, el polaco estratega de la caída del Pacto de Versalles y del Muro de Berlín.
Los mexicanos tendremos que aprender a darnos a respetar. Ser más congruentes con el mundo que nos tocó vivir. Ejercer la moral política y la dignidad que se desprende de la diplomacia militante. Viejos zorros como el canciller Manuel Tello, los estudiosos como Cosío Villegas, los prácticos especializados en diplomacia como Carrillo Flores, legaron una doctrina muy sencilla para tratar con el coloso del Norte: mamar y dar de topes.
Fue la consigna vital para la subsistencia del país. Aunque sonara rudimentaria, emergía del conocimiento profundo de las entrañas de los poderosos. Era una recomendación de viejos lobos, de expertos que medían las debilidades y las fortalezas del rival. Ante cualquier presión descomunal, recomendaban poner contra las cuerdas al contrincante exigiéndole cumpliera mucho más allá de sus capacidades.
Como si en Washington no supieran lo que está pasando en México
Esa vieja recomendación ahora quiere ser cambiada por la consigna infantil de sólo dar de topes, aunque mamar no se pueda. Es la argucia que creen que les funciona para mantener al pueblo embobado con sus triquiñuelas pueriles.
Pero lo que no se puede es –después de una cena en Washington en la cual dimos hasta lo que no teníamos y entregar la soberanía, aceptamos dar garrote a los migrantes, aceptar todas las amenazas de aranceles injustos– que ahora, meses después, salgamos con que no somos así, y lo que queremos es que se abran las fronteras a todo el flujo de trabajadores mexicanos, así, de un plumazo.
Como si ellos no supieran lo que está pasando en México, como si no estuviéramos vigilados rigurosamente y no supieran que el “caudillo” venido de Tepetitán se quedó sin pueblo, que se expone a las mentadas de todos en tierra y aire, que la población se reúne multitudinariamente a dar su apoyo a los adversarios, a los gobernadores amenazados de desafuero y a los candidatos de la oposición en todas las regiones del país.
Pésimo socio de Estados Unidos, desconfiable en extremo, mal vecino
Como si en la Casa Blanca de Joe Biden no supieran que al mismo tiempo que se realiza una plática virtual, informal sobre problemas comunes, el Senado se apresura a aprobar fast track la reforma eléctrica que va en contra de lo acordado en las cláusulas del T-MEC, como si no supieran que sus empresas inician litigios internacionales para defender los 200 mil millones de dólares que han invertido en los proyectos de energías renovables. Y que tienen todas las de ganar.
Como si en Foggy Bottom, el bario de Washington donde se asienta la sede del Departamento de Estado no supiera que el populismo demagógico, el mismo que alentó el golpe de Estado de Donald Trump, ha reventado al sector energético, tiene a la economía en un decrecimiento de menos 25% del producto interno bruto, hasta ahorita, tendiendo al abismo.
Como si no supieran que el país está polarizado, como si no supieran que más que estar en una posición de exigir, el hombrecillo de Tepetitán ha puesto la mesa para que nos impongan todas las condiciones.
Saben que de seguir este desastre como va, cerraremos el año con un decrecimiento neto del menos treinta por ciento del producto nacional bruto. Ni para donde hacerse. Pésimo socio, desconfiable en extremo, y mal vecino. Las peores credenciales.
La regla de oro es respetar a aquéllos que sepan darse a respetar
Estados Unidos no va a apoyar las posiciones políticas de un tipo mesiánico que se quedó sin pueblo, de alguien que no da a respetar a su país en el extranjero, de alguien que sólo utiliza el limitadísimo lenguaje para defender sus posiciones electoreras, a punto de fracasar en toda la línea.
No va a apoyar las actitudes en contra de su visión del futuro, menos viniendo de alguien que se ancla en una visión del pasado, de alguien que se ha dedicado a violar repetidamente todos los derechos humanos de una manera cruel y engañosa. La regla de oro es respetar a aquéllos que sepan darse a respetar. Y eso aquí no se sabe ni con qué se come.
Saben que los delitos imprescriptibles que aquí se han cometido son de tracto sucesivo, que no hay reversa. Y saben, junto con Canadá, el otro socio, que somos los próximos a sufrir las sanciones más severas por las violaciones premeditada de los clausulados que firmamos previamente.
Fue adalid de la política antiinmigrante de Trump; hoy es pro-braceros
El rito muy gastado del entreguismo tradicional se cumple: el cacique vocifera para que los de aquí piensen que los defiende. La verdad es que del rancho para allá las batallas están perdidas y la demagogia ha fenecido. Sólo falta esperar que nos pasen las cuentas del embuste, de un soflamero valentón.
Pero el “caudillo” va a Zacatecas, perdida de antemano para su causa electoral, a soliviantar a quien se deje envolviéndose en la bandera del antiguo programa para braceros, diciéndole a su poco público que es el nuevo adalid de sus derechos, cuando todo mundo sabe que fue el principal garrotero de la política antiinmigrante de Donal Trun.
Braceros mexicanos que, al ingreso a las empresas, sufrían todo tipo de humillaciones: los desnudaban para revisiones médicas colectivas, los fumigaban, los maltrataban. Las condiciones de trabajo eran brutales: podían convocar al trabajo a cualquier hora a todos los equipos de braceros. No había derecho de antigüedad. Podían ser despedidos sin causa en cualquier momento. El alojamiento que daba la empresa a los trabajadores consistía en unas literas ubicadas en unas construcciones muy precarias.
Y ahí sí: la política exterior fue la prolongación de la interna. Saben allá que todo es producto de una demagogia cruel, y que para los de aquí, la población humillada sólo sirve para el día de las elecciones. Pero México ya cambió, a juzgar por el trato que recibe el hombrecillo en todos los rincones del país. Y así no pueden esperarse buenos resultados de ninguna plática, aunque sea virtual.
Siguiendo la estrategia, apegándose fielmente al estilo de la mentira, van a editar una grabación de la plática virtual dirigida al consumo de los chairos, manufacturada con el afán electoral de salvar el pellejo, aunque todo lo demás se hunda.
El “caudillo”, ya está en manos de la diplomacia gringa y de Canadá
La ciencia jurídica antigua y moderna, algo así como seis o diez mil años de legislación y jurisprudencia, señala que los actos proditorios de tracto sucesivo no prescriben jamás.
Se trata de los actos de corrupción contra el pueblo, los que una vez ejecutados sus efectos se prolongan con el tiempo, pudiendo ser denunciados en cualquier momento como violatorios de derechos elementales y garantías individuales por cualquier gobierno o ciudadano afectado, en el momento que escojan para hacerlo.
Gracias a las afrentas y a los dicharachos vulgares del discurso distractor antiimperialista de Tepetitán, ahora ya no hay remedio: se ha puesto en manos de la antigua diplomacia, en manos de los que saben lo que pasa aquí, el cobro por las vías legales. Las afrentas de valentón tienen un costo tan alto que no tenemos ni con qué pagarlas.
¿No cree usted?
Índice Flamígero: Durante la plática virtual que sostuvieron, el presidente Andrés Manuel López Obrador planteó a su homólogo de Estados Unidos Joe Biden ampliar considerablemente el número de visas de trabajo temporal para evitar la migración irregular como parte de un nuevo plan laboral como en su momento fue el programa “Bracero”. Un día después del encuentro vía internet, en su conferencia de prensa, en Palacio Nacional, el titular del Ejecutivo dijo que le expuso la necesidad de hacer un análisis de cuánta fuerza de trabajo requiere la economía estadounidense para su reactivación y desarrollo.
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