Por Aurelio Contreras Moreno
Nada parece poder detener la violencia y la inseguridad que azotan con fuerza toda la entidad veracruzana.
Luego del fin de semana negro que se vivió en Veracruz, con más de 20 asesinatos entre sábado y domingo, de lunes a miércoles la cifra prácticamente se igualó, junto con la comisión de otros delitos de alto impacto.
Tan sólo este mismo miércoles, un presunto jefe de escoltas del secretario de Seguridad Pública, Jaime Téllez Marié, fue asesinado en una colonia del puerto de Veracruz.
La versión oficial señala que el oficial Josué Reséndiz Vázquez, a quien acreditan como integrante de la Dirección de Operaciones de la Secretaría de Seguridad Pública, “perdió la vida al enfrentarse a un par de delincuentes que intentaron asaltar un negocio en el Fraccionamiento Los Pinos, del puerto de Veracruz”.
Empero, existen versiones extraoficiales que indican que Reséndiz Vázquez fue agredido directamente por los dos criminales, a uno de los cuales logró repeler y matar. Pero el otro lo tiroteó y lo privó de la vida ahí mismo.
Mientras eso sucedía en el puerto de Veracruz, hacia el sur, en la ciudad de Coatzacoalcos, fue secuestrada una mujer identificada como I.M. de Madrazo, quien se asegura es familiar del ex presidente municipal de Cosoleacaque y empresario gasolinero, Rogelio Lemarroy, ligado políticamente al actual régimen gobernante.
En el inter se registraron hechos violentos en Acayucan, en Pánuco. De norte a sur de la entidad. Con todo y los anuncios de la llegada de más elementos de las fuerzas armadas para reforzar el patrullaje del estado y montar retenes, mismos que el propio gobierno yunista desapareció al inicio del bienio por considerarlos “inservibles”.
Pero lo que verdaderamente no ha servido para nada es la estrategia implementada por esta administración para “garantizar” la seguridad pública en Veracruz. Lo único que se ha hecho es repetir los mismos patrones y acciones del gobierno anterior, incluido el de declarar que la violencia se debe a que los criminales “se matan entre ellos”, pero “cuidado” cuando se metan con la “gente de bien”.
Y resulta que a los ciudadanos de bien ya los agrede la delincuencia, al grado de que quienes cuentan con recursos y posibilidades, se están yendo del estado para huir de lo que se ha convertido en un infierno que la autoridad ha sido completamente incapaz de contener.
Los que no, los que no tienen manera de irse a otro lado, viven con temor y, en algunos casos, han decidido tomar la justicia en sus manos para defender sus vidas y su patrimonio, lo cual no significa otra cosa que el fracaso del gobierno en la tarea que le da mayor sentido a su existencia. ¿O para qué queremos autoridades si tenemos que defendernos como podamos, con la ley de la selva?
De ese tamaño es la inseguridad en el estado de Veracruz. Ésa que según los patéticos jilgueros oficiales sólo sale en los medios de comunicación porque, dicen, la sociedad “no se queja”.
Es la misma violencia que desde hace años asuela a una sociedad que confió en las promesas de cambio que ahora, una vez en el poder, nos vienen a decir que fue una “ingenuidad” creer.
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