Por María Manuela de la Rosa A.
La fabricación cada vez más avanzada de máquinas inteligentes, principalmente en el ámbito de la informática para entender, imitar y superar la inteligencia humana ha tenido un desarrollo tan sorprendente que está rebasando las capacidades del Estado para regular su utilización en muy diversos ámbitos, pero sobre todo en el laboral, poniendo en riesgo la mano de obra humana, pero también su capacidad intelectual, de creatividad y por supuesto de la generación de conocimiento.
Y comenzando con el desarrollo de la informática, ya no es extraño para nosotros ver por todas partes el uso de máquinas que sustituyen múltiples trabajos, como los cajeros automáticos, ahora implantados en los supermercados, aunque de manera incipiente, en la aviación, con los pilotos automáticos y con los automóviles igualmente, sólo por señalar algunos ejemplos que ya son parte de nuestra cotidianidad.
Recientemente en los medios de comunicación, se han establecido reporteros virtuales para dar las noticias, robots que, aunque notablemente artificiales, cumplen con la función de informar no sólo en la televisión, sino en la radio, ¿a dónde más llevará esto? Si ya de por sí por ejemplo en México los reporteros son una de las profesiones menos reconocidas, más riesgosas y exigentes que hay, donde una sola persona debe cubrir diversas fuentes, un trabajo titánico, porque no sólo es verificar las novedades que surjan, sino cubrir múltiples eventos, escribir las notas y enviarlas con la oportunidad debida. Las agencias y los sistemas electrónicos ya se están ocupando de ello.
Pero tenemos el desarrollo de la robótica, ¿hacia dónde llegará esto? Por lo pronto hay fábricas robotizadas casi en su totalidad. Hace medio siglo esto se pensaba como un sueño a futuro en el que el hombre dejaría las largas jornadas laborales y disfrutaría de más tiempo de recreación, pero no es así, pues estamos no sólo ante una sobreexplotación en el mercado laboral, sino de la falta de empleo porque el hombre está dejando de ser indispensable y el sueño acariciado por décadas para tener mayores recursos y tiempo libre se ha tornado en un tiempo libre sin capacidad adquisitiva. Una gran crisis mundial se acerca y las consecuencias podrían afectar a la seguridad global. Lo vemos incluso con el problema migratorio, la gente sale de su país en busca de mejores oportunidades, pero también huyendo de la guerra y el hambre. Ahí está América Latina con sus gobiernos populistas que nada tienen de popular, o los de África en continuas guerras civiles.
Un acontecimiento revelador fue la renuncia a Google de Geoffrey Hinton hace unas semanas. El es uno de los pioneros de la inteligencia artificial y dejó este gigante tecnológico para alertar sobre los peligros de la inteligencia artificial. Él desarrolló un sistema sobre redes neuronales que crearon la inteligencia artificial y han sido la base para muchos productos que ya están en el mercado.
En el reporte Mckinsey sobre tendencia tecnológicas a nivel global la IA, sólo del 2015 al 2021 aumentó un 56%; desde el 2018 la velocidad de entrenamiento creció un 94.4% y hay 30 veces más patentes que usan esta tecnología. Y esto no sería problema tratándose de un avance tecnológico, el problema es que el riesgo de que se puedan comprometer los datos personales es muy grande; la vigilancia por parte de empresas o gobierno se facilita, exponiendo a las personas un exceso de control, en detrimento de la privacidad; los riesgos para la salud crecen, porque se facilita la expansión de alguna enfermedad o el uso de microchips sin el consentimiento de las personas. Muchos son los riesgos, pero también el acotamiento de la libertad del ser humano y sus derechos fundamentales, como el de un libre desarrollo, acceso a servicios y a un medio de vida honesto.
Y si vemos las cifras del desempleo a nivel global, éstas no son nada alentadoras, pues hay más de 207 millones de personas sin empleo y estos números lejos de disminuir, tienden a la alza. Incluso los trabajos que requieren menos especialización como los del campo, están siendo substituidos por las máquinas.
De acuerdo a un reporte del World Inequality Lab, la desigualdad en el mundo sigue creciendo. El 0.7% de la población mundial es dueño del 41% de la riqueza en el mundo. De acuerdo con datos de la ONU 1,300 millones de personas viven en extrema pobreza, la mayoría de Asia del Sur y África Subsahariana.
La Organización Internacional de Trabajo ha señalado desde el 2022 que hay un déficit de 112 millones de empleos.
Así que el desarrollo científico y tecnológico no necesariamente ha traído beneficios a la mayoría de la población, sino que se ha abierto una brecha cada vez más amplia entre ricos y pobres, donde la educación podría ser una de las soluciones, pero que muy poca atención ha recibido, sobre todo en países totalitarios, donde lo que importa es sólo adoctrinar y no preparar a las generaciones que pronto tendrán las decisiones en sus manos.
Un problema que puede generar grandes conflictos por la necesidad imperiosa de medios para vivir.