La insoslayable brevedad
Javier Roldán Dávila
Maltratados en el país de origen, en los de tránsito y en el de destino, además, ignorados ¿se puede peor?
Los trabajadores migratorios, a pesar de los grandes aportes que hacen, tanto al país del que emigran como al de destino, son uno de los sectores sociales más ignorados por la oficialidad, sólo son recurridos en los aspectos laborales y de remesas.
Desde el análisis mismo del fenómeno, la intelectualidad orgánica, por medio de las teorías ortodoxas, ofrece un panorama distorsionado en el que se busca cargar la responsabilidad a los países expulsores de mano de obra, sin admitir que, precisamente, las economías desarrolladas son las principales beneficiadas con esta fuerza de trabajo.
Además, en las naciones receptoras, los migrantes son responsabilizados, injustamente, de las lacras que azotan a esas sociedades, por lo cual, son víctimas de la xenofobia y no tienen ningún tipo de protección del Estado, viven en la indefensión absoluta.
En México, el tema muestra sus tres dimensiones: somos expulsores y receptores de trabajadores migratorios, además, de ser la principal ruta para acceder a los Estados Unidos.
No obstante, no hay políticas públicas con un enfoque multidisciplinario para atender el asunto, lo que tenemos, en lo general, es el Instituto Nacional de Migración que, a decir verdad, es una suerte de policía migratoria, la cual, en muchos casos, se ha corrompido para asociarse con el crimen organizado.
No hay día, en que no sepamos de alguna tragedia vinculada al tema, sin embargo, siguen siendo invisibles.