DE MEMORIA
Carlos Ferreyra
Tengo 87 años de vida entrados a 88, dicen en mi pueblo y creo que llegaré a los 90 sin ningún problema.
No tengo enfermedad alguna, tara de alguna naturaleza, mis sistemas circulatorios, digestivos y nerviosos funcionan correctamente y de mis neuronas ya opinarán los inútiles que pierden su tiempo leyendo estas tonterías.
Supongo, no tengo duda que soy un hombre cuya naturaleza está apunto de fenecer. Pensarlo no me calienta, no me enfría, ni me provoca la menor inquietud.
Cumpliré pronto mi ciclo de vida natural y solo espero que mis hijos y gente que pudiese estimarme haga un ejercicio mental y considere que este comentario no es anuncio ni previsión.
Tuve una vida excepcionalmente grata, casado seis décadas con la mujer más hermosa, inteligente, gentil y gran compañera, buenos hijos y en términos generales rodeado por los más nobles amigos y cerca de quienes fueron mis maestros como periodistas y mis ejemplos como políticos y hombres de gran calidad humana.
El mejor de ellos, claro, mi padre Alfonso Ferreyra León, quien me enseñó a vivir sin desear riquezas ni buscar beneficios donde no correspondían.
Se me ocurrió este comentario por qué supongo todo aquel que está apunto de finalizar su ciclo natural, debería meditar y hacer un recuento de vida.
Nunca cause daño a nadie y de eso estoy convencido en alguna manera fui víctima de algunos cercanos, lo que no me inquieta por qué como se suele decir me iré con la conciencia tranquila.
Lamento no poder cumplir unos últimos propósitos, uno de ellos visitar los sitios donde pasé mis primeros 14 años de vida , llenos de felicidad y con una familia hermosa, mi padre, mi madre María Elena Carrasco, mi hermana Olga y mi hermano Alfonso. Siendo el menor me decían que yo era la torta del perro, lo que sobró , pero siempre me consintieron y fui feliz a su lado.
Ignoro si otros viejos como es mi caso, pierden su tiempo pensando hechos idos y rememorando a los seres que se anticiparon.
Magdalena, mi esposa , falleció hace dos años que han sido los más tristes de mi vida , con una sensación de soledad, huérfano, sin un apoyo moral ni una caricia cariñosa de ves en cuando.
A ese dolor que pensé que nada lo superaría se sumó el fallecimiento hace menos de un año, de mi hija Magdalena, una campanita, un cascabelito siempre alegre que donde estuvo dejó una huella , ese otro dolor ha sido insoportable y en cierta forma me consuela la esperanza de un pronto encuentro de mis dos “magdalenitas” .
Ana y Carlos mis adorados hijos inteligentes como son sabrán razonar lo que aquí apunto y que no significa despedida ni propósito fatal.
Esperaré mi ciclo vital que ya no debe ser muy lejano y uniré mis cenizas con las de mi esposa y ambos volaremos al aire o quizá nos coloquen en las raíces de un árbol donde seguiremos juntos ella y yo.
No soy un hombre de fe, la fe se usa para someter creyentes y yo creo en el orden natural de las cosas. No creo en caminos de luz ni planos superiores ni inferiores, creo en un final hacia un túnel oscuro y que muerta la última neurona acabarán recuerdos, amores , pasiones y seguirá la nada.
Esa es mi visión futura con la que me encuentro conforme y con la que espero mis hijos lo entiendan.
Colocó la foto que me tomé hace unas semanas para que mis amigos vean que todavía ando por aquí y que me iré recordándolos a todos.