Luis Farías Mackey
Este artículo no va a gustar. Pero la obligación del que piensa no es agradar, sino hacer pensar.
Ahora resulta que quienes sacaron a millones de mexicanos a las calles en favor del INE, son quienes van a echar la última palada de tierra sobre su tumba.
Y quienes critican a Morena por violentar todas las normas, buscan, si bien no violentarlas, tampoco acatarlas, sino darles la vuelta de una manera más ingeniosa y menos lodera, pero igual de ilegítima. Cuando todos buscan cómo no hacer valer las leyes y las instituciones, hemos abdicado del Estado de Derecho y de su manto de decencia y civilizatorio; por más leguleyos, académicos y demócratas que nos vistamos.
Así, si los partidos no pueden hacer campañas adelantadas —como las hacen cínica y ostentosamente las corcholatas, el propio presidente y Morena llamándoles de otro modo—, las van a hacer los de enfrente pero no con la camiseta de partidos que son por más que lo quieran negar, sino disfrazados de demócratas y ciudadanizados.
Y en lugar de ahora marchar para exigir a su defendido INE haga cumplir la ley, aunque se caigan los cielos, mejor constituyen su INE privado que, en los hechos, anule al constitucional y defendido.
Y si Morena abre un proceso para elegir al Coordinador(a) de la defensa de la Transformación, al PRI no le alcanzó la inventiva más que para elegir al Coordinador(a) para la Paz y Unidad de la República. ¡Dan asco!, de lo imaginativos que son.
Lo peor es que en esta desventura ciudadanizada alinean “próceres” que han vivido una vida entera desgarrándose las vestiduras como demócratas y que, ahora, caen en la trampa obradorista para llevar el caos al corazón de México con tal de no permitir que el avance de Morena contra de la ley les gane la carrera a la locura, y en lugar de exigir que se aplique la ley y se paguen las consecuencias, optan por desacatarla con más pudor, pero sin quedarse atrás, de suerte tal que ni tírios ni troyanos la cumplan y el INE, el Tribunal y la propia Corte sirvan siquiera de pastilla de clorato.
¿Cuál es la diferencia? Quienes esto promueven alegan que, contrario a los partidos, que sólo pueden hacer lo que la ley expresamente les faculta, los ciudadanos pueden hacer todo aquello que expresamente no les está prohibido. Así, revestidos de ciudadanizados, todos de la mano se sujetan a una autoridad que no lo es, a una ley que violentan y ante una ciudadanía que creen estúpida. Todo con tal de no quedarse atrás en el violatorio institucionalizado y ciudadanizado de la Constitución y la cordura.
Aún más, para que no nos quede duda que son muy legales, van a instaurar un tribunal ciudadano que revise sus actos, sin autoridad ni legitimidad para hacerlo, pero, dicen, como pueden hacer todo lo que expresamente no les esté prohibido, pues van a armar su instancia jurisdiccional patito, usurpar funciones y violentar derechos alegando una autoridad ciudadana que nadie les ha dado, que no tiene sustento jurídico y que, en los hechos es una violación flagrante a la Constitución que prohíbe justicia por propia mano, fueros y tribunales privados. Yo quiero ver cómo van a fundar y motivar una sola resolución que pase la más elemental prueba de constitucionalidad que en su contra se haga valer.
Pobre INE, hoy hasta pareciera que no era a la institución a quien defendían, sino a ciertas personas. Sé bien que no fue así, pero los hechos de sus otrora defensores no ayudan a sustentarlo. Como tampoco ayudó que aquéllos, cuando fue su responsabilidad institucional, no tuvieron la entereza ni la autoridad necesarias para poner un alto a las “ante—precampañas” sucesivas y provocadoras, abdicando de su condición de garantes del orden constitucional y legal que tanto presumen.
Lo que hoy se pretende desde este lado “ciudadano” es también hacer a un lado al Estado de Derecho y a la Constitución que dicen defender, y a las autoridades electorales bajo acecho, presión y chantaje presidencial. Finalmente abren la puerta a que cada quien haga lo que bien le venga en gana, que el fin justifica los medios, sin que nadie justifique antes el fin.
Tenemos una democracia a la altura de nuestros demócratas.
La prisa no tiene elegancia y como me enseñó hace muchas décadas Don José Gómez Gordoa: “No hay cosas urgentes, solo pendejos con prisa”.