Por: Ricardo Burgos Orozco
La noche del domingo leí un mensaje en X, antes Twiter, de una amiga y excelente reportera, Leticia Robles de la Rosa, que refleja mucho de lo que sucedió en la jornada electoral del 2 de junio: “Los resultados electorales de este domingo demuestran que a la mayoría de los mexicanos no les interesa ni la democracia ni la división de poderes, ni los pesos ni contrapesos”… Agregaría yo: a la gente le importa más recibir beneficios de programas sociales y dinero en efectivo, sin mucho esfuerzo, que tener un mejor país.
En las elecciones del domingo pasado, minutos antes de la medianoche, el Instituto Nacional Electoral dio a conocer la aplastante victoria por dos a uno de Claudia Sheinbaum Pardo, de la Coalición Sigamos Haciendo Historia, sobre Bertha Xóchitl Gálvez Ruiz, de la Coalición Fuerza y Corazón por México.
Las encuestas ya anticipaban ese triunfo, aunque muchos no lo creíamos.
Debo admitir que entre ambas, quien más se preparó fue Claudia. Reconocí en la víspera en otro artículo que ninguna de las dos tiene el nivel para ser presidenta, pero habría que votar por alguna de ellas porque el esquirol Jorge Álvarez Máynez, de Fuerza Ciudadana, tampoco garantizaba calidad política.
Pese a que no estuvo físicamente en la boleta, fue muy descarada la intervención permanente del presidente Andrés Manuel López Obrador en el proceso; desde que él mismo marcó el inicio de las precampañas, decidió a su sucesora, aunque lo cubrió eligiendo a otros aspirantes dentro de su partido. Sin embargo, desde siempre sabía que era la favorita. El exsecretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard Casaubon, se inconformó muy débilmente, pero después se alineó a la decisión final por razones que nunca supimos.
López Obrador prácticamente “destapó” a la candidata de la oposición, pero nunca dejó de atacarla casi todos los días en su conferencia matutina; atacarla a ella y a su movimiento integrado por PAN, PRI y PRD. Sus calificativos llegaron incluso a mencionarlos como traidores a la patria porque hubo una marcha popular de ciudadanos y partidos el domingo 19 de mayo apoyando a Xóchitl.
El presidente también eligió al gobernador de Nuevo León, Samuel García como candidato de Movimiento Ciudadano para competir como esquirol contra las otras dos mujeres, pero el mandatario estatal se rajó porque no nombraron a un interino a su conveniencia. Entró al quite Jorge Álvarez Máynez que cumplió a cabalidad su misión; al final logró un porcentaje superior al diez por ciento de la votación.
Con la mayoría calificada en el Congreso de la Unión, como anunció ya el INE, López Obrador ahora tiene la mesa puesta para cumplir con sus proyectos de acabar con los contrapesos que le han molestado siempre: el Poder Judicial, los organismos autónomos como el INAI y el propio INE y todas aquellas instituciones que le estorban. Puede modificar la Constitución como quiera sin necesidad del apoyo de los partidos de oposición.
Apuesten que AMLO va a seguir detrás de Claudia Sheinbaum Pardo y de todas sus decisiones de gobierno. Nada que se va a retirar; recuerden: el que mucho se despide, pocas ganas tiene de irse.
Una entrega de Latitud Megalópolis para Índice Político