-Victor Roccas.
Hasta el cansancio se ha usado el término meritocracia (gobierno de los merecedores, de los ganadores, de los mejores), y es cierto se ha ponderado por los detractores de la derecha y el conservadurismo como un término que demuestra como los privilegios se alzan a razón de compadrazgos, apadrinamientos, fortunas, conveniencias, mercados, capital y nepotismo, sin embargo hasta los mismos defensores de la social democracia o 4T deben considerar que la meritocracia simplemente es una falacia que igualmente les nutre, porque aceptémoslo el mérito por si mismo no lleva a nadie a ese éxito del que tanto se habla y pondera en la derecha al igual que en la socialdemocracia.
Y solo analicemos el asunto, la palabra mérito proviene del latín meritum que significa merecido, ganado, recompensado, la Real Academia de la Lengua Española define mérito como la acción o conducta que hace a una persona digna de premio o alabanza.
Hasta este punto todo parece ir sobre ruedas y no habrá quien pueda cuestionar que un esfuerzo y empeño será digno de un reconocimiento, pero reitero, solo hasta aquí…
Porque debemos pasar a donde la “la puerca tuerce el rabo”, ¿Quienes son los que califican un esfuerzo o empeño, imagino que entre los 40 ladrones del cuento era el jefe de la banda de ladrones quien recompensaba a sus secuaces, como en en el ejercito se condecora la obediencia ciega y en las religiones se recompensa el fanatismo, en la burocracia la obsecuencia, en la escuela el sometimiento, en las empresas la abyección, etc.
Así entonces la alabanza que se traduce actualmente a modo de distinción social y económica debe ser normada y calificada, pero ¿Por quién, acaso por las instituciones académicas o por las instituciones de gobierno, o por las empresas? ¿Qué tal por el pueblo bueno y sabio?
Imagine querido lector a un individuo que se promociona como un luchador social, alguien que pateó el pesebre en el cual nació pero al que nunca renunció, que durante años supuestamente enfrentó las injusticias y a los corruptos poderosos pero que termina cometiendo las mismas injusticias, nepotismo, autoritarismo y privilegiando a los mismos poderosos entretanto el pueblo bueno y sabio, en toda su infinita ignorancia y esperanza, le distingue y premia como el mejor presidente de México, eso sin duda es un ejemplo de como funciona la meritocracia.
O piense el lector en un magistrado reconocido por un órgano colegiado, por la academia, por el senado o por el ejecutivo en turno, por sus propios pares, recompensado/a con la más alta distinción jurídica del país, la Suprema Corte de Justicia, para luego dar cuenta de que ni el titulo que ostentaba era legal o que era parte de una red de corrupción o una marioneta del poder ejecutivo, eso también es un ejemplo de meritocracia.
O qué tal un joven ejecutivo de una empresa que se promueve hasta altos cargos, no por trabajar con ética sino por lo contrario generando ganancias mediante la evasión de la ley, por la comercialización exitosa de productos degradantes o por corromper a la administración pública.
O será acaso un estudiante con memoria de loro que recita tanto manifiesto patriótico y mitos heroicos patrocinados por el gobierno se anidan en su mente sin mediar algún proceso de análisis, crítica, razonamiento o consciencia, siendo premiado por su capacidad para ser dogmatizado por otros enajenados tan adoctrinados como él.
O le apetece sufrido lector una educadora que va escalando jerarquías prostituyéndose hasta llegar a ser la dirigente del sindicato de maestros más grandes de Latinoamérica y a la vez la mujer más corrupta del sindicalismo, o tal vez ser una maestra que simplemente no sabe nada de educación y dirige la Secretaría de Educación u otra que esta a punto de ser distinguida con la gobernatura del estado más importante de la república no por ¡Ser! sino a pesar de ¡Ser corrupta!.
O qué decir de un periodista que es premiado desde el estrado mañanero del gobierno no por relatar la realidad sino por lisonjear a quien gobierna e impone su verdad como la única o a otro periodista que es celebrado por una oposición beata, moralina y rastrera, o un legislador, auto-nombrado representante del pueblo vejado, discriminado, hambriento que desayuna, come y cena en restaurantes de lujo.
Y así podríamos continuar con ejemplos de lo que se premia y a quienes se recompensa en esta sociedad corrompida por aquellos que deciden quien merece ser galardonado, por supuesto que a aquellos que con su esfuerzo y empeño logran cubrir las expectativa de hijos de la chingada, es decir gracias a ellos, jamás en su contra ni a pesar de ellos.
No parece entonces el mérito actualmente sea una herramienta ni en pro y menos en contra del desarrollo social y mucho menos de su bienestar, lo es más la justificación para mantener inalterable a la cúpula del poder o una excusa para acusar demagógicamente a una ideología política contraria que finalmente actúa igual, fomentando con engaños, una democracia falsa con un electorado imbécil en elecciones pre-acordadas.
Y es que, estimado lector, el mérito como otras tantas definiciones o palabras, como la democracia por ejemplo, son usadas en la actualidad por politiquillos, demagogos y sofistas con tanta superficialidad que mantienen en un total estado de estupidez a quienes además son ignorantes.
Mérito entonces sería erigirse en contra de lo establecido des-honrozamente, de aquello que nos mantiene sujetos a condiciones de servidumbre, de esclavitud, en contra de la ignorancia impuesta o voluntaria, mérito seria consecuencia de la rebeldía que la consciencia dispara en un acto o actos de individualidad en oposición de una sociedad obsecuente, adormecida, adoctrinada y fanatizada.
Por ello el mérito es el triunfo sobre el condicionamiento, enfrentando todo aquello que por imposición nos convierte en simples entes sin libertad de pensamiento, no se debe medir por aquellos que son parte del sistema establecido sino mediante la crítica, la real consciencia propia y la consciencia social.
V.Roccas.