Todo podrán señalar en un servidor; amargura, pesimismo, escepticismo, pero nunca inhibición al cuestionar e intentar siempre expresar una opinión personal y libre hasta donde propias limitaciones de conocimiento permitan.
Hablar de los artífices de nuestra miseria social, hablar del peje y de su mesianismo, hablar del porque la falacia de la frase “cada pueblo merece el gobierno que tiene” no será, en esta ocasión, la excepción…
Durante mucho tiempo la frase del Conde de Maistre (politólogo y filosofo francés del siglo XVIII) ha retumbado en los oídos de muchos quienes nos preguntamos ¿cómo hemos logrado un estado fallido en México?; para Jean de Maistre, quien era un ferviente creyente en la voluntad divina y clerical, acérrimo enemigo de la ilustración y la revolución francesa, sin contar ya con el hecho de ser ¡Conde!, la respuesta era tan sencilla como ventajosa ; “Cada pueblo o nación tiene el gobierno que merece”…
Con tal argumento mediáticamente inserto, la gran mayoría los mexicanos han aprendido a cargar ¡también! con la supuesta culpa de ser autores de una sociedad indolente, un estado fallido y un gobierno corrupto, en concordancia a la masoquista costumbre de “apechugar” con un supuesto pecado original muy conveniente para efectos de mansedumbre, ¡alabado sea el señor!. Tal estigma tiene, al igual que la “mea culpa”, beneficiarios bien ocultos en los entre-telones de una sociedad a la cual se le ha enseñado a ser estúpida, a mirar al cielo mientras otros más gandallas le sodomizan con la anestesia de la esperanza y demagogia.
Cuando alguien declara que merecemos el gobierno que tenemos, me dan tres giros la mente y los cuestionamientos se agolpan, ¿en verdad tenemos el gobierno que merecemos?, ¿o acaso tenemos lo que ellos nos han dispensado como única opción? ¡la menos mala! curiosamente dirán algunos incautos convencidos… me parece tanto como comparar tal condición ejemplificando a los hijos de un padre alcohólico de ser culpables y merecedores de tal suerte, sería genial para el borracho en cuestión justificarse con cargo a sus pobres vástagos y seguir en la juerga de una vida de terror para su familia.
La cruda verdad es que desde muy pequeños la formación de la gran mayoría de individuos, que integran el grueso de nuestra muy desigual sociedad, se dispensa en una serie de cánones armonizados con la estructura de explotación-sumisión que ejerce una minoría predadora sobre una obnubilada mayoría servil.
Los mexicanos han aceptado que son culpables por los “pecados” de sus gobernantes, e incapaces de sumar y restar para sacar una cuenta sencilla, han sido educados para no pensar y dejar que otros piensen por ellos, así pues; ¿cómo se supone que el pueblo es culpable por gobernantes que no ha podido elegir?.. ¡Y no vaya por favor a salir un espontáneo al ruedo a defender el enviciado sistema de partidos y elecciones garantizado por un gobierno corrupto a las ordenes de una oligarquía que se pudre en dinero y poder!
No señores, la mayoría de los mexicanos no tenemos, como se dice coloquialmente, vela en el entierro cuando de elegir a nuestros gobernantes se trata, la selección, desarrollo y coronación de cada uno de los capataces en turno, que como sirenas mitológicas, entonarán un hermoso canto de hadas mientras sufrimos un infierno bajo su latigo, recae totalmente en la clase más adinerada, ni al menos de México sino del orbe.
Los consorcios empresariales mundiales, los pantagruélicos capitales, los piratas de Wall Street, la City, Hong Kong, Singapur y otros centros de poder financiero son los verdaderos dueños del mundo y lamentablemente hasta de nuestros miserables entornos. Por ello la educación formal ha sido cuidadosamente selectiva al desviar nuestra atención hacia señuelos como los gobernantes o la misma voluntad de un pueblo señalándoles como el origen del problema que no logramos resolver.
Entretanto esas cúpulas financieras siguen conduciendo los destinos de un planeta entero con total discrecionalidad e impunidad emulando, con mayor éxito, a cualquier Dios inventado, imaginado y adorado.
Todo lo anterior me lleva una vez más a cuestionar y rechazar a los candidatos al sistema de elección institucionalizado, sean independientes o no y especialmente al candidato de la esperanza, el tibiamente justificado como “el menos malo”, alabado como un mesías moderno, que no lo es, pero así recibe trato de sus más fervientes seguidores quienes no le cuestionan absolutamente nada aún a razón de que como cualquier otro ser humano el santo varón de Macuspana puede volver a equivocarse como ya tantas veces lo ha hecho.
Para mi, como para cualquier persona que aspira a la consciencia plena y a la libertad de pensamiento, sería maravilloso ver realizadas en su totalidad las promesas que AMLO ha hecho, pero lamentablemente no se cumplirán simplemente porque no dependen de él, ni de la voluntad del pueblo, ni del número de curules de morena, dependen totalmente de entes que como dioses rigen nuestras vidas a base de poder y dinero.
Y si lo anterior Andrés Manuel López Obrador no lo sabe es muy estúpido o muy inocente, y de saberlo al callarlo termina siendo una marioneta más o complice de esos ocultos dueños de un mundo ciego, sordo y mudo ante semejantes personalidades psicópatas.
Quien crea que las elecciones en 2018 se resolverán ¡ahora si! por la voluntad del pueblo condicionada en un voto sin antes realizar una real re-instauración del sistema electoral y cambiando la democracia representativa por una democracia participativa, desechando todo vínculo con el pasado politiquero rastacuero partidista, y limitando fuertemente la injerencia de los capitales empresariales, están cayendo nuevamente en un engaño mayúsculo que se origina desde la educación formal con maratónicos honores a héroes nacionales, celebraciones patrias, cánticos nacionalistas y un sinnúmero de festividades absurdas para emborrachar hasta la adicción de patrioterismo, democracia hueca, estúltico orgullo pambolero con una buena dosis de religiosidad para quebrantar voluntades libertarias y una generosa pizca de “american way of life” para crear individuos frívolos, banales, egoístas, y sin identidad, todo lo anterior dosificado abundante y constantemente a generaciones enteras que no son culpables del gobierno que tienen, como tampoco tienen culpa por estar limitados en una educación marginal al servicio de un sistema jerárquico de dueños y esclavos, bendecidos y asesorados por la santa madre iglesia en el exitoso sistema de resignación, penitencia, silencio y la promesa del cielo.
No, no tenemos el gobierno que merecemos, porque no tenemos la educación, ni el conocimiento, ni la libertad y menos la consciencia suficiente para elegir nada que vaya en contra de los intereses de un conservadurismo rancio del cual emergió hace ya casi 300 años una frase para distraer a los iracundos e insatisfechos que terminan convertidos en los pendejos funcionales que jamás acertarán a encontrar a sus verdugos.
De ganar la presidencia de México en 2018 el peje se verá obligado quiera o no a aceptar ser un peón del imperio y velar por los intereses del poder financiero global, nunca por los intereses de un pueblo vulnerado, de perder las elecciones el peje seguirá contando con cientos de miles, tal vez millones que seguirán apoyando y acompañando las tribulaciones de un mesías, tan falsas como el poder igualitario del voto ciudadano en esta República United Fruit & Co.
Seguir señalando a un pobre infeliz quien no ha leído más de 3 libros en su “puñetera” vida, incluida parte de la Biblia (y seguramente una pequeña parte del nuevo testamento), como el culpable único de nuestra debacle social no sólo es una distracción inducida, también es el epítome de la manipulación de masas, tanto como para ponderar como única solución elegir a un bizarro contrincante tropical, antítesis del mal representado por un copete y orejas, algo así como la próxima escenificación de la épica batalla celestial entre el bien y el mal… amén.
¡Carajo hasta donde ha llegado la inconsciencia y el adoctrinamiento de esta sociedad, más extraviada que un briago en carrusel!..
Una buena amiga me decía “Victor, la lucha está afuera”; mi respuesta reflexiva fue ¡la lucha inicia dentro de cada uno de nosotros!, porque el yugo de nuestros captores no es físico, es mental, nuestra liberación no está en un voto manipulado, ni en los hombros de un líder, ni en la fe por justicia divina, ni en la esperanza de un futuro de fantasía para nuestros hijos, tampoco en el perdón al prójimo, y menos en la caridad…se encuentra en cada mente reflexiva capaz de discernir entre ilusión y realidad, entre igualdad y equidad, entre justicia y retribución, entre las promesas de campaña de un demagogo populista como Barak Obama, Donald J. Trump, Vicente Fox Quezada, Felipe Calderón y el mismo Enrique Peña Nieto y las promesas de un candidato demagogo populista como Andrés Manuel Lopez Obrador quien finalmente terminará haciendo lo mismo que los ya antes mencionados… obedecer y servir a los intereses de la oligarquía financiera.
-Victor Roccas.