NEMESIS
Fernando Meraz Mejorado
Todo el mitin había transcurrido en un ambiente de tensión. El auditorio, en mayoría de acarreados, gritaba consignas contra las fallas de la administración Claudista pidiendo seguridad en las calles de pueblos y ciudades, medicinas que no llegan, presupuesto para escuelas y hospitales, coto al crimen organizado, atención a los baches y socavones en áreas urbanas y carreteras locales y federales. ¡Basta de corrupción oficial!, ¡No más mentiras!, ¡Ayotzinapa vive! ¡La lucha sigue!, ¡Queremos la verdad!, ¡Que se vayan Augusto y su pandilla de La Barredora. ¡Que aparezcan nuestros hijos, nuestras hijas y mujeres, reclutado, secuestrados y desaparecidos! Todo en medio de gritos y abucheos que cada minuto subían de tono.
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Finalmente la presidente estalló: “Si siguen con estos gritos, mejor nos vamos”. Pero sin intentos visibles de hacerlo. El latigazo restalló más que contra la concurrencia, sobre las espaldas de los organizadores, miembros del séquito, coordinadores y hasta los más de cien efectivos militares del aparato de seguridad de la comitiva.
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La dama ante el micrófono palidece, su discurso se atropella, las frases no salen en el orden establecido, se atropellan en la boca. Por más que trata de impostar la voz no lo consigue. Sus manos se afertan al atril, con impotencia. La sonrisa con la que abrió su intervención se ha diluido, ya es la mueca dura, tiesa, autoritaria que usualmente la caracteriza. Después de cada frase, busca con ansiedad la reacción de su auditorio pero esta no se ve. Poco antes recurrió al tema del reparto de dinero. “Les quiero decir que ya hemos repartido miles de millones a los jóvenes estudiantes y a los miembros de la Tercera Edad. Apenas levantó una decena de aplausos desganados. Luego optó por invocar a su predecesor y pidió una ovación “Para nuestro presidente López Obrador”. También recurso vano, solo un murmullo desolado se levantó de las primeras filas del auditorio, de los machuchones beneficiados con el botín político y los contratos y prebendas.
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Pero en gran mayoría el auditorio es ajeno, indiferente. La gente oye a la presidente sin escucharla. Aquí hay campesinos, ejidatarios, obreros, maestros de primaria y secundaria, anas de casa, comerciantes, empleados que no ocultan su molestia por haber sido obligados a venir en el acarreo organizado por los dirigentes locales del gran partido.
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Furiosos, el gobernador, los alcaldes y los dirigentes del gran partido, mandan mensajes amenazantes a sus subordinados. “Que aplaudan, jodidos”. “¿Pues a que vinieron?”, “Que no chinguen”. “Que griten porras, que lancen vivas”. “Muevanse carajo, después haremos cuentas”.
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Finalmente, con la misma velocidad con la que había llegado, la comitiva de la presidente morenista, salió precipitadame de regreso a la Ciudad de México. Reporteros profesionales que han seguido las giras realizadas por la presidente Sheimbaum, comentarán después: “Estas escenas han sido el común denominador de esta gira nacional”. Pero – pregunta el reportero – – ¿Entonces de donde salen los datos de las encuestas que aseguran que la señora Sheimbaum tiene 73 por ciento de aprobación nacional? – – Ah pues es que, ya sabes… Lo mismo decían de López Obrador, y todos vimos que apenas dejó la Presidencia, esa falsa aprobación se convirtió súbitamente en rechazo, resentimiento, en repudio generalizado. Pero de eso no se habla, nadie cuestiona, ni verifica la metodología de las encuestas… Todo es parte de estos fuegos de artificio de nuestro gobierno decadente. – o-