Por Gilberto Celis
Ya había escuchado antes que quien busca la verdad corre el riesgo de encontrarla, por eso cuando José de Jesús Garrido Terán refiere la diferencia entre lo pensado con lo sentido, percibo que los operadores del verbo presidencial, en vez de sembrar el árbol gustan la palabrería que impide a los del común no ver el bosque que han de formar cada una de las obras que en los hechos materialicen el sentir de Andrés Manuel López Obrador.
Así, en la confusión creada, todo pareciera iniciar en una mañanera narrativa que se convierte en un oral cuento al revés que no logra escriturar lo claramente presentado, explicado, y fundamentado por el Presidente López Obrador, como los hechos cuya satisfacción son derechos del pueblo.
— Si, la mano firme en el timón enfrenta el remaje en contra de quienes fieles a su naturaleza pican su propio lomo.
En diciembre’2018 el escriba insiste: “La verdad está ahí, en ‘the economy, stupid’ que abanderó la campaña del gobernador de Arkansas para llegar a la Casa Blanca de la Unión Americana, haciendo que a los logros en la política exterior de Bush se impusiera el reclamo ‘es la economía estúpido’ de Bill Clinton sobre la importancia de atender los problemas de casa.
“Aquí, el Padrecito Andrés Manuel, en su consagración y sin acto de contrición, revela todo está prendido con alfileres pero no podrá quitar todos, porque el despertar del sueño neoliberal de 36 años, sería dura pesadilla para los del común.”
‘Es la economía estúpido’
Sobre las hipótesis económicas obligadamente se impone el factor político al considerar los beneficios y costos sociales en la solución a los problemas de la gente.
— Claro, si, porque el crecimiento económico se refiere al aumento de la producción vía productividad de bienes y servicios, y…
—…el desarrollo económico al aumento en los ingresos del común.
— Luego entonces el punto está en los costos económicos y su impacto en los costos políticos y sus consecuencias sociales.
Con razón Alfonso Romo aceptó ‘quizá se nos pasó la mano’ el apretón al bajar el gasto público, es durísimo, pero pronto se reactivará.
Ah, pero luego, apuesta 100 a uno que no verá ninguna recesión, en el gobierno de AMLO.
Eso dice, pero que tal ver que el costo de la inflación se distribuye entre todos, pero no el de la recesión que centra en el desempleo de los jóvenes y después en los adultos al ser despedidos al caer el Producto Nacional Bruto.
— Mire, uno del común no tiene el pensamiento claro de eso, pero si ha sentido y siente el costo de la vida.
— Ándele, porque no es tanto pensar en la baja del poder de compra del salario mínimo ante el alza constante de precios, sino sentir que nuestro modo y forma de vida ha ido a menos en nuestra familia, en lo individual la comunidad.
Entre el decir y el hacer
Pero, mire, la confusión que desmoraliza no está en el sujeto sino en la acción de los expertos escogidos por los políticos y que los del común no entendemos su palabreja; y por lo que sentimos pensamos que ellos tampoco la entienden
— Le digo que el acto de contrición nunca es suficiente para un pensado y un sentido.
— Eso, pero Andrés Manuel López Obrador no tiene la culpa de que se hayan convertido y sigan fieles a su naturaleza y ajenos a su catecismo.
— Tampoco que el calvario del paciente mexicano se alargue más por el olvido, la inacción y la traición a AMLO.
Pues la otra cara de la moneda, porque tiene dos caras, apunta la recomendación que en la medida en que se mantenga un gasto congruente con los ingresos, se hará valer una variable fundamental para la confianza del inversionista: la estabilidad macroeconómica.
— Ya no me confunda, solo le digo nada de candil de la calle y oscuridad de su casa. ¿Y la microeconómica?, digo, la del ingreso público para el gasto público que atienda las necesidades sociales comunitarias.
— Insisto, olvidan que economía es producción y después consumo; igual con qué’so las enchiladas.
— Por eso le digo.
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