Por José Alberto Sánchez Nava
“Cuando la justicia se subordina al poder, el ciudadano deja de ser sujeto de derechos para convertirse en rehén del régimen.”
1.- El umbral de la imposición.
Hoy 1° de septiembre de 2025, en que la nueva Suprema Corte de Justicia de la Nación asume su cargo, México enfrenta uno de los momentos más delicados de su historia reciente. Lo que debería ser la renovación del máximo tribunal de justicia se ha convertido en la imposición de un proyecto político que busca someter al Poder Judicial bajo los intereses del Ejecutivo y del movimiento oficialista.
2.- La tómbola como marca de la casa.
La reforma judicial, presentada como un supuesto ejercicio democrático y de “acercamiento al pueblo”, en realidad representa el desmantelamiento de uno de los últimos contrapesos frente a un poder que ha demostrado su inclinación por el control absoluto. El proceso, disfrazado de consulta ciudadana con tintes de tómbola y acordeón, se ha convertido en la marca de la casa: improvisación y manipulación, elementos suficientes para transformar la justicia en un botín político.
3.- La justicia lejana enterrada antes de empezar.
Nos dijeron que la Suprema Corte de Justicia de la Nación era una institución muy lejana y que eran muy pocos los asuntos que llegaban hasta ese lugar. Se criticó que sólo los casos mediáticos o políticos lograban llegar a la Corte y se prometió un tribunal accesible para todos los justiciables.
Sin embargo, la primera decisión fue eliminar las dos salas sin un análisis técnico, sólo por capricho, reduciendo a dos integrantes bajo el pretexto del “ahorro” y asegurando que ello no generaría carga adicional de trabajo ni saturación. La contradicción no tardó en aparecer: acto seguido, lo primero que se buscó fue quitarle trabajo a la Corte y distribuirlo entre los demás tribunales.
La justicia cercana al pueblo ya fue enterrada incluso antes de que esta nueva Corte entrara en funciones.
4.- Un retroceso histórico de 200 años.
Desde la Constitución de 1824, México concibió a la Suprema Corte como un poder independiente, pero en la práctica fue rehén de las pugnas políticas del siglo XIX: disoluciones, sumisiones al poder presidencial o militar, y una vida institucional frágil. La Constitución de 1857 intentó fortalecerla, pero no fue sino hasta la Carta Magna de 1917 cuando se le otorgaron bases más firmes.
El verdadero parteaguas llegó en 1994, con las reformas impulsadas por Ernesto Zedillo: la Corte redujo su tamaño de 26 a 11 ministros, se consolidó en el control de constitucionalidad y ganó autonomía frente al Ejecutivo. Fue el inicio de un proceso que tomó casi dos siglos para consolidar un tribunal con independencia relativa.
Hoy, todo ese esfuerzo se derrumba. Con la reforma actual, se eliminan salas por capricho, se nombran ministros con lealtades políticas, y se construye un Tribunal de Disciplina sometido al régimen. México vuelve a la lógica del siglo XIX y al presidencialismo autoritario del siglo XX, cuando la Corte era apenas una figura decorativa al servicio del poder.
5.- La dictadura renovada.
La historia nos recuerda que México ya vivió bajo una dictadura: la del PRI, bautizada por Mario Vargas Llosa como la “dictadura perfecta”. Aquella estructura mantenía la simulación del juego democrático mientras controlaba, sin fisuras, las instituciones.
Hoy, sin embargo, la amenaza es aún más profunda: se trata de una dictadura reforzada, respaldada no solo por el poder político, sino por la colusión abierta con intereses oscuros vinculados al crimen organizado.
6.- El Tribunal de Disciplina Judicial capturado.
La puntilla para la independencia judicial se materializa con la incorporación del Tribunal de Disciplina Judicial, órgano que en teoría debería sancionar excesos y corregir desvíos en el sistema, pero que en los hechos ha nacido marcado por la manipulación vulgar de sus integrantes.
Al menos tres de sus miembros –De Gyves Zárate, Celia Maya y Bernardo Bátiz– mantienen vínculos innegables con el gobierno federal y con el ex presidente López Obrador, el autor intelectual del derrumbe del Poder Judicial bajo la sombra de su resentimiento contra los jueces que alguna vez lo enfrentaron.
No se trata de jueces autónomos ni imparciales: se trata de incondicionales cuya lealtad política es más firme que su vocación de justicia. El mensaje es claro: quien se atreva a disentir será disciplinado, no por la ley, sino por la voluntad del régimen.
7.- El ciudadano indefenso.
El ciudadano común, ese que todavía confía en que la justicia puede servir como refugio frente a los abusos del poder, será el principal perdedor en esta nueva etapa. Los jueces, magistrados y ministros designados bajo un criterio de improvisación, clientelismo y obediencia ciega, difícilmente podrán resistir la presión del régimen ni garantizar la independencia judicial.
Esta indefensión no será abstracta, sino concreta en efectos inmediatos y devastadores: ¿quién se atreverá a fallar contra el Ejecutivo cuando su permanencia dependa de un Tribunal de Disciplina sometido a los dictados del poder político?
8.- Los efectos inevitables.
Los efectos negativos se harán sentir en cada rincón del país:
- Los ciudadanos quedarán desprotegidos frente a arbitrariedades del gobierno.
- Los derechos humanos, que tanto costó incorporar al marco constitucional, se volverán letra muerta.
- Los casos de corrupción, abuso de poder o violaciones graves quedarán archivados en silencio, con jueces temerosos de contrariar a quienes los colocaron en el cargo.
9.- El fin de la división de poderes.
El verdadero peligro no está en el relevo de los ministros, sino en la anulación de la división de poderes. El Estado de derecho se convierte en una quimera cuando el árbitro ya no es imparcial, cuando la justicia ya no es ciega sino obediente, y cuando el ciudadano sabe que acudir a los tribunales es perder el tiempo frente a un poder ya comprado de antemano.
10.- La dictadura más oscura.
México se encamina, a pasos acelerados, hacia una versión renovada de la dictadura perfecta, más robusta y más peligrosa, porque ahora se asienta sobre el respaldo popular manipulado, la maquinaria política del oficialismo y la sombra protectora del crimen organizado.
La nueva Corte nacerá bajo sospecha, y con ella, el futuro del país bajo un manto cada vez más oscuro. El desenlace será un país donde el miedo sustituya al derecho y donde la justicia, encadenada al poder, se convierta en el verdugo de su propio pueblo.