Jorge Miguel Ramírez Pérez
Algo optimista de la crisis de los aranceles se rescata, aparte de la experiencia negativa, por no entender los verdaderos alcances de seguir a pie juntillas las recomendaciones de la burocracia internacional, que ha hecho de los derechos humanos un tema para desestabilizar gobiernos.
Y es el hecho de que los acuerdos del viernes, implican una nueva gobernabilidad para México. El antiguo sistema de operación se cayó, y dejó huecos -que en las nuevas condiciones internacionales y sobre todo, nacionales-, no se podían ya tapar.
En el panorama exterior se necesitan revalorar adecuadamente tanto las instituciones de carácter multilateral, en particular a la ONU, en un papel de mucha presión ante los gobiernos nacionales como el de México, ajenos a las crisis políticas de otras naciones, pero que obligan mediante convenios a cargar con ellas; como las relaciones bilaterales con los vecinos: EUA, Guatemala, incluso Belice; así como, con los demás países de Centroamérica y del Caribe, todos con problemáticas internas migratorias que nos rebasan en su solución.
Urge también revisar las interpretaciones conceptuales de los llamados derechos humanos, que cada vez resultan más, y mas difíciles de satisfacer, y lo mas espinoso, hacerlos encuadrar en la realidad, no en las disquisiciones exclusivamente de lo ideal y volátil.
Esas premisas entran en la clasificación de las definiciones geopolíticas, e implican por supuesto, un arreglo interno que obliga a la 4ª transformación a establecer otros esquemas fuera de lo convencional.
Es decir se tienen que agudizar cambios imprevistos, otorgándoles operatividad en tiempo y forma. Decía un amigo experimentado en el quehacer público: “ahora si viene el arranque del gobierno”. Refiriéndose sobre todo a lo que la necesidad plantea: una nueva gobernabilidad que le hacía falta a México hace rato, porque hay que decirlo no se previeron los riesgos, porque en el horizonte de los grandes problemas, en primer lugar era negar que existían; y en segundo lugar, parchar con paliativos lo que ya eran hoyancos insalvables.
El asunto migratorio es emblemático: de ser un asunto fuera de las prioridades de los gobiernos del pasado, una agenda “lado B·, se fue colocando con el tiempo y las coyunturas de los malos gobiernos de la región, incluso de otras geografías distantes; a convertirse no solo en una prioridad desde el pasado viernes para México, sino en un problema común, prácticamente sin antecedentes previos, para la relación con EUA, que independientemente de ser el centro del interés de los trashumantes actuales, nos pega a los mexicanos documentados o no, tanto en el interior de Estados Unidos con redadas intensas, como con las graves amenazas a la estructura comercial de nuestro país .
Y llegó el momento en el que ya no había para a donde hacerse, ya no podía el gobierno federal, seguir con la misma política ineficaz, sin encarar institucionalmente el pasadero de gente sin control elemental. Se convirtió México en pasillo internacional, en un cuello de botella, cuando aflojó la de por sí, mala política migratoria del sistema anterior.
Ahora se acepta y se reconoce desde este fin de semana el asunto migratorio integral, como algo, a lo que hay que entrarle con medidas de gobierno; instancias que hay que erigir, otras actualizar, que deben coordinarse mas de lo planeado unilateralmente, con los funcionarios del gobierno estadounidense. Se optó por ver la realidad que por lustros no se quiso reconocer hasta que se derramó el vaso.
Y eso, implica que las instituciones que se encargaban de enfrentar o si se quiere, de manera peyorativa, simular, la crisis de los migrantes; necesitan ser replanteadas en estructura, funciones, personas y metas. En los demás temas es similar.
Y eso tan necesario, implica inversión pública no prevista pero imprescindible. Y muchos mecanismos más.
Porque se está construyendo un nuevo sistema se quiera o no y hay un nuevo trato, a partir de la deconstrucción de lo que había, no solo en los recursos materiales y humanos que deben incorporarse a la nueva visión compartida del problema ístmico ; sino en las formas de enfoque, del análisis y de las operaciones para sacar adelante lo que se firmó.
Por eso creo que la etapa de parches con los que estaban aparentemente solventando los aparatos de control en materia migratoria, no sirve. Es volver a caer en las condiciones que desembocaron en el mismo problema que se quiere evitar. Y el que mostró su verdadera magnitud, exactamente la punta del iceberg del tamaño del daño, que los responsables de la política migratoria ingenuamente no previeron. Al menos eso es lo que se percibió.
Y por lo que a México y a sus autoridades corresponde, me parece que se debe dejar por sentido común, lo que se interpretaba como una provocación sin beneficios. No se ganó nada, solo hubo daños. Por ahora, se debe optar por un esquema de responsabilidades compartidas, en serio. Rescatar lo mejor con lo que se construyó el acuerdo, porque no es un acuerdo perene, sino uno, en condiciones de evaluación, una espada de Damocles que pende sobre las cabezas de todos.
El asunto es geopolítico, y por lo mismo implica por método, una revisión del espectro global -no globalista-, interno y externo, para establecer las fortalezas de la nueva gobernabilidad que se ha anunciado y que le tocó a la 4ª. Transformación abordar. Por necesidad, ya se tiene una columna vertebral, para darle al cuerpo nacional, al país, no solo una nueva postura, sino una reconexión política, que llame a la unidad que tanta falta hace.