Por Alejandra del Río Ávila
En los últimos dos años América Latina está experimentando un viraje político que ya no puede considerarse casual: la derecha —en sus distintas variantes, desde la liberal hasta la conservadora y la populista antisistema— está ganando terreno y llegando al poder en países donde hace apenas un lustro dominaban gobiernos de izquierda.
Esta nueva correlación regional no sólo transforma el mapa ideológico del continente: también abre interrogantes sobre lo que puede venir en México, uno de los pocos países donde la izquierda continúa en el poder.
La tendencia es clara y acumulativa en latinoamerica:
- Argentina eligió a Javier Milei, un economista ultraliberal que llegó arrasando con el discurso antisistema y que en 2025 consolidó fuerza legislativa.
- Ecuador reeligió a Daniel Noboa, joven presidente de centroderecha que apuesta por la militarización y la “mano dura” contra el crimen organizado.
- Panamá eligió a José Raúl Mulino, con una agenda abiertamente proempresa y más cercana a Washington.
- Bolivia rompió casi veinte años de hegemonía del MAS escogiendo a Rodrigo Paz, un giro histórico hacia la centroderecha.
Al mismo tiempo, figuras como Bukele, José Antonio Kast (quien se perfila para ganar la eleccion en Chile) y Milei están articulando una narrativa regional conservadora, conectada con movimientos internacionales como la CPAC (Conservative Political Action Conference) y acercandose cada vez más a Donald Trump y a sectores de la derecha estadounidense.
Pero ¿Por qué está ganando la derecha?
Hay tres motores comunes:
a) Sin duda ya hay un hartazgo con los gobiernos de izquierda, que prometen el fin de la corrupción, de la inflación, del deterioro económico y salen a la calle jurando enarbolar los derechos humanos y las mejoras sociales que como en México, incumplen diariamente con su discurtso, erosionando su credibilidad. La gente está votando contra la izquierda más que por la derecha.
b) La crisis de inseguridad. El ejemplo de Bukele en El Salvador se volvió referencia continental. Ecuador reeligió a Noboa por su política de “guerra al narco”. La demanda de orden pesa más que la preocupación por el autoritarismo, ya que por más que voleteen a otro lado para no ver las cifras, los muertos y los desaparecidos no dejan mentir a los gobiernos de izquierda que encontraron en el narcotráfico su mejor financiación.
c) El voto joven y antisistema. Las nuevas generaciones con frustración económica, falta de movilidad social y cansancio con la política tradicional están respaldando opciones radicales o disruptivas.
El continente se reacomoda de cara a las próximas elecciones, aún en 2025 y en 2026 continúan elecciones clave en Chile, Honduras, Centroamérica y el propio Ecuador y México empieza a cerrar filas rumbo a las elecciones del 2027.
La región seguirá reconfigurándose entre dos grandes pulsiones:
La demanda de crecimiento, seguridad y eficiencia, que suele favorecer a gobiernos de derecha,
Y la protesta social y territorial, que sigue sosteniendo a ciertas izquierdas en países como Brasil o Colombia. Nada está escrito, aunque la tendencia favorece a la derecha, pero no garantiza su permanencia.
México aparece hoy como una excepción regional, con un gobierno de izquierda que mantiene el discurso social mientras el vecindario gira hacia políticas más pro-mercado y de seguridad dura.
La confrontación entre López Obrador y Milei simbolizó el choque entre dos visiones del continente. Con Sheinbaum, México mantiene la retórica progresista, pero la tendencia continental apunta a otro lado y los pésimos resultados de su gobierno que decrece economicamente como nunca, no ayudan a sostener su discurso.
Países como Argentina, Panamá o Bolivia están enviando señales claras a los inversionistas.
Si México continúa con incertidumbre regulatoria (especialmente en energía e infraestructura), seguira la escalada de huída de la inversión extranjera, y esta en riesgo de perder parte del beneficio del nearshoring.
Una derecha latinoamericana más articulada, conectada con el trumpismo, puede reducir la influencia geopolítica de México, que quedaría en un bloque más pequeño acercandose cada vez más a las peligrosas dictaduras latinoamericanas (Venezuela y Cuba) que ya empiezan a oler a muerto.
La ola derechista ofrece lecciones para el bloque opositor en México: La gente sí puede castigar a la izquierda, pero sólo si existe un proyecto claro y no sólo un “anti-Morena”.
La seguridad es una bandera poderosa, pero peligrosa si se intenta copiar el modelo Bukele sin controles democráticos.
El voto joven es volátil y busca rupturas auténticas, propuestas frescas.
Si analizamos los posibles escenarios que se presentan para México, hay 3 principales: 1. Continuidad de la izquierda con ajustes pragmáticos, si Sheinbaum lograra estabilizar la economía y se acerca más al sector privado, podría prolongar la permanencia de Morena.
2. Alternancia hacia una centroderecha moderna, Si la oposición logra las alianzas necesarias para que no se diluya el voto que tanto ha propuesto el Senador Alejandro Moreno del PRI, si presenta propuestas creíbles de seguridad, crecimiento y Estado de derecho, México podría seguir la ruta de países como Uruguay o Chile.
3. Aparición de una derecha antisistema, Si la oposición tradicional sigue tratando de debilitar a los otros partidos opositores, peleando su cuota de poder, podría surgir una figura disruptiva al estilo de Milei, con un discurso antiinstitucional, un Ricardo Salinas Pliego con su agenda antimorenista, pero con discurso y propuestas reales, que se muestre mas empático y menos clasista y comulgue con el pueblo mexicano.
El Gobierno de México ya está advertido y deberá ofrecer resultados reales y no sólo narrativa ideológica para no quedarse rezagado en un continente que exige seguridad, crecimiento y reglas claras.
La oposición hoy tiene la gran oportunidad que le ofrece el descontento generalizado de jóvenes, campesinos, maestros y otros sectores que no encuentran respuesta en el gobierno de Sheinbaum, puede aprender de esta ola, construir un proyecto propio y presentarse como una alternativa moderna, democrática y eficaz. América Latina está cambiando.
México tendrá que decidir pronto si quiere ser parte del nuevo ciclo o mantenerse como la excepción y sufrir aisalmiento en consecuencia.





