El Ágora
Octavio Campos Ortiz
Sin duda, el ex presidente tabasqueño fue un mago de la propaganda política y la manipulación de las conciencias; con su recurso falaz de “yo tengo otros datos” supo engañar a todo un pueblo y mantenerlo obnubilado por seis años. Heredó a su sucesora una estrategia comunicativa que parece no funcionar.
Mientras aquel marcaba agenda, en este sexenio el gobierno no ha podido hacerlo y su narrativa es más reactiva que activa. Su actitud cautelosa en la relación bilateral con los Estados Unidos funciona a corto plazo, pero es incierta la táctica de Mel Gibson (“Braveheart”) de aguante -hold- en las negociaciones del T-MEC; en la lucha contra el crimen organizado fijan los tiempos afuera y deben caer políticos en connivencia con aquellos, no solo en el tema de drogas, sino de ilícitos de cuello blanco.
Dejó de marcar agenda y en política interior la Presidencia se convirtió en una especie de Rubén Aguilar: “lo que quiso decir…”. No han prendido temas como la disminución de la pobreza, el aparente control de la inflación, un inalcansable mejor sistema de salud, el posicionamiento de la marca México, las remesas como logro de gobierno. Le gana el día a día: la corrupción, el huachicol y hasta los baches, lo que genera enorme hartazgo social. Y es que la terca realidad influye negativamente en la percepción ciudadana. Fue significativo que en su informe en el Zócalo pocos ítems fueron de logros, ya que captó más la atención el llamado a no caer en la corrupción so pena de enfrentarse a la justicia, en claro mensaje a sus correligionarios.
Con ello echó por la borda el pañuelito blanco que anunció el exterminio de esa práctica del pasado, hoy más vigente que nunca, ya que campea la impunidad. Tampoco pudo colgarse de las remesas, en caída libre y que representan una vergüenza para cualquier gobierno, incapaz de retener su fuerza laboral y evitar la fuga de cerebros. El desempleo se mantiene, hay cierre de empresas, la inflación sube, el comercio informal mantiene la economía, se anuncian inversiones extranjeras, pero no aclaran que en muchos casos se trata de reinversión de utilidades y no de nuevo capital.
A pesar de una reducción en la incidencia delictiva, sobre todo en homicidios dolosos, la percepción de inseguridad continúa, por ilícitos que afectan al ciudadano de la calle como el robo, el secuestro, la extorsión y la violencia. En cuanto al combate al crimen organizado, pareciera que la nueva estrategia es obligada por la Casa Blanca, ya que hoy se reconoce la producción, comercialización y consumo del fentanilo en nuestro país y hasta ahora se desmantela esa industria. Lo mismo ocurre con la detención de barones de la droga, los cuales operaron por años sin convertirse en objetivos prioritarios. Sería más plausible que fueran las autoridades mexicanas quienes atendieran el delito y no esperar los pitazos gringos.
Por lo que hace al síndrome de Rubén Aguilar –“lo que quiso decir”-, es cuestionable que, para desvirtuar la realidad, Palacio Nacional se pase enmendando la plana a funcionarios con verdades a medias. La procuradora fiscal declaró que el daño patrimonial del huachicol ascendía a 600 mil millones de pesos, cifra estimada reportada y 16 mil millones de pesos lo querellado, de inmediato se negó la entrevista y se aferran a lo denunciado. Regañaron a la SEMARNAT por reconocer el ecocidio que provocó la construcción del Tren Maya cuando prometieron no cortar un solo árbol.
También es incongruente culpar a las farmacéuticas del desabasto de medicinas por la reticencia del gobierno a pagar millonarios adeudos y amenazarlos con imputarles delitos por condicionar la entrega de fármacos a los pagos. “Si sabes como soy para que licitas”. Con esa estrategia es un fracaso anunciado la fusión de las instituciones de salud, sector que está colapsado y que difícilmente atiende pobremente a sus derechohabientes.
La terca realidad se impone.