Norma Meraz
El reactor sorpresa casi siempre opera a favor de quien lo asesta y ayuda a que sus intenciones surtan efecto a favor del que lo propinó.
La epidemia del coronavirus sorprendió al mundo entero. Dejó al descubierto las fortalezas y debilidades de los países grandes y chicos, poderosos y débiles en materia de sanidad.
Los servicios de salud, en general, quedaron al desnudo exhibiendo sus deficiencias.
La pandemia que, se dice, tuvo su origen en China, rápidamente se expandió por todo el globo tomando por sorpresa y evidenciando las carencias de la investigación científica de los más doctos en la materia.
Cierto es que nunca se había aparecido un virus tan poderoso y de tan fácil transmisión en el mundo como este que azota a todos los indefensos seres humanos, dejando hoy millones de contagiados y miles de muertos en los cinco continentes.
En México, las vidas que ha cobrado la pandemia llegan a 71 mil y de estas cifras oficialistas, que no oficiales, la mayoría por no haber llegado a tiempo a un hospital pues la recomendación –del vocero responsable del sector salud–fue que, si la gente tenía síntomas, se quedarán en casa, sólo si presentaban cuadros graves, acudieran al hospital.
Sólo que muchos no llegaron a tiempo, otros no fueron atendidos en clínicas improvisadas sin equipo humano y técnico suficiente capaces de salvar vidas.
Solamente en el Estado de México han fallecido 11 mil mientras en la capital del país existe un subregistro de 10 mil casos.
¿Cuántos médicos, enfermeras y personal sanitario mexicanos han fallecido por contraer el virus debido a la falta de equipo especial que los protegiera de contagiarse al estar en la primera línea de atención a enfermos?
Sin embargo el anuncio cotidiano del “experto” doctor Hugo López- Gatell es y ha sido que los hospitales cuentan con suficientes camas disponibles; que el uso del cubrebocas no es necesario, que con el lavado de manos y manteniéndose en casa es suficiente para estar a salvo del contagio.
“Yo tengo otros datos”. En nuestro país han fallecido 71 mil personas y desconocemos el número real de contagiados pues estos informes que ofrecen cada tarde los voceros de Salud son producto de cálculos que no empatan con la realidad, amén de no haber hecho a tiempo y con suficiencia las pruebas necesarias para llevar un seguimiento puntual de los contagiados, pues estas pruebas, para el sector Salud, son innecesarias.
La crisis sanitaria conlleva una caída de efectos colaterales que obliga a los gobiernos a tomar medidas contracíclicas, tales como redefinir sus políticas públicas de modo tal que la población sufra lo menos posible el impacto del COVID-19.
En nuestro país, donde impera la necedad, la ironía, la indiferencia y la obsesión por la concentración del poder, además de practicar la pirotecnia política, parece no importar que nuestra economía decrecerá entre un 8 y un 12% del producto interno bruto en este año.
A la fecha se cuentan más de un millón de empleos formales perdidos. Mientras, el Presidente Andrés Manuel López Obrador promete la creación de un millón de nuevos empleos para fines de este año.
¿Cómo hará este milagro –el predicador, cómo se autonombra el Primer Mandatario? ¿Será con amor al prójimo y amor al porvenir?
Insistir en acrecentar la austeridad, no saca al país de la crisis económica. Ya se gastaron los guardados que tenía el gobierno y, por si fuera poco, en los primeros seis meses de este año, Pemex se llevó el dinero que debería haber sido para mover la economía .
En México se plantea un doble problema, el de la salud y el de la economía, ya impactada por la crisis mundial, pero además por no haber crecido en el 2019.
El paquete económico para 2021 es un presupuesto como si no hubiera pasado nada en el país; no ofrece buenas expectativas, al contrario, retrata un porvenir sombrío, si no es que desolador.
Si estás dos crisis, la sanitaria y la económica, engullen las políticas públicas actuales, concebidas para mejorar las condiciones de vida de los mexicanos, preparémonos para la que está por venir: la crisis social y esta tercera pinta más peligrosa.
México sufrirá los efectos de las dos pandemias y millones de nacionales desempleados por los incontables negocios reducidos o cerrados; los empleados públicos expulsados en pro de la austeridad, el gasto en proyectos faraónicos improductivos a corto plazo como el Tren Maya que no transportará turistas por la depresión del turismo mundial, un aeropuerto que tardará en quedar listo en el tiempo fijado y sin aviones que vuelen por la crisis sanitaria y una refinería que costará más de lo previsto, amén de procesar menos petróleo del que hoy se extrae, cuando el mundo ya produce combustibles limpios, no fósiles.
Cuando desaparecen los apoyos al campo que hoy produce los alimentos para consumo interno y para la exportación, como son granos hortalizas, carne y leche, ¿cuál es el panorama de crecimiento, desarrollo y bienestar para los 130 millones de mexicanos de los cuales, por lo menos, 70 de esos caerán en la pobreza extrema?
Ya ha caído la inversión pública, la privada y la extranjera por falta de reglas claras por parte del gobierno.
La tarea de la recuperación económica es una tarea enorme y cuanto más tarde el gobierno en ser realista el país retrocederá con mayor población y un castigo social imperdonable.
¡La crisis social anuncia su llegada!
Un gobierno asistencial, siempre perpetuará la pobreza. Y esta política engendrará una crisis social para la que el gobierno tampoco anticipa políticas públicas que alivien la resaca de la pandemia sanitaria y una economía incierta.
En nuestro país, con una política anticlimática, se registran, de acuerdo con cifras oficiales: 60 mil homicidios dolosos; 81 personas asesinadas diariamente y 10 feminicidios cada 24 horas.
La voz de las mujeres no se escucha en el primer piso de Palacio Nacional; ni sus gritos y pintas logran sensibilizar a alguien que las atienda.
Los campesinos del norte del país defienden el agua que es suya, frente al compromiso del gobierno de México de cumplirle al Presidente Donald Trump de los Estados Unidos, el capricho de entregarle más líquido, fuera de temporada, para los cultivos del Estado de Texas; yendo más allá del Tratado de Aguas de 1944 firmado por los dos países.
Y ahora, otra exigencia de Trump al gobierno nuestro; que arrecia el combate contra los narcotraficantes, a los que califica de terroristas para luego poder instalar bases norteamericanas de defensa en territorio nacional.
Esta es la pandemia que está por venir, millones de mexicanos con hambre que saldrán a las calles en busca de comida a cualquier precio: asalto, extorsión o asesinato.
¡Digamos la Verdad!