LA PERFECCIÓN
CUENTO (Versión corregida)
En un pueblito al sur de México, vivía un señor de unos cincuenta años, junto a su mujer, con la cual se había casado para engendrar “al hijo perfecto”. Él se dedicaba a trabajar la tierra, y ella a las labores del hogar.
En el presente, el hombre estaba a punto de cumplir los cincuenta. Su mujer, unos años más joven que él, llevaba en su haber unos veinte embarazos, de todos los cuales el señor había acabo con el producto final.
Harta porque su marido había matado a todos sus hijos, la mujer, un día, armándose de valor, fue y le dijo a su esposo: “¡Ya estoy cansada de lo que haces!” “¡Ya no quiero volver a embarazarme ni una vez más!”
El hombre, un tanto exasperado por lo acabado de decir por su amada esposa, asentó su jícara de café y, alzando la mirada hacia ella, le respondió:
“Pero es que ¡no lo entiendes!” “¡Nuestro hijo deber ser perfecto para que así nadie se burle de él!” Y recordando todos los niños nacidos del vientre de ella, se supo a mencionar los atributos físicos, con los cuales habían nacido muchos de los bebés:
“Si es chaparro, ¡se burlarán de él! Si es muy alto, ¡lo mismo! Si es mediano de estatura, ¡no solamente se burlarán de él, sino que además pasará desapercibido.
¡Nadie se fijará en él!”
Y, poniéndose de pie para ir a tomar agua de la llave, añadió: “El mundo está muy loco. Así que yo he decidido ir un poco más lejos. Solamente dejaré a mi hijo vivir, el día que tú me des a uno perfecto…”
Al llegar el año siguiente, la mujer dio a luz a una niña, a la cual el hombre no tuvo la necesidad de medirle los pies, los brazos, el cráneo y demás partes del cuerpo, como había hecho con el resto de sus demás hijos nacidos. El simple hecho de verle su sexo le bastó para ahogarla dentro de una cubeta. Esta era la sexta niña a la que él mataba.
Pasó el tiempo y… Al cuarto año de haber tenido a la última niña, y después de ver a su esposo loco matar a otros dos de sus hijitos, la mujer nuevamente quedó embarazada. Ella, de tantos embarazos en su haber, ya no supo recordar si este era el numero veinticuatro, o el veinticinco.
“Sea niña o niño, ¡no permitiré que ese enfermo me lo mate!”, se juró así misma la mujer. “Aun si nace mongolito, ¡lo amaré con todo mi ser!” Harta de las locuras de su esposo, ella decidió que lo mejor que podía hacer era irse lejos. Y así lo hizo…
Nueve meses después ella dio a luz a un varón, al cual llamó “Único”.
Poco a poco, la mujer, con la alegría rebosante en todo su ser, fue viendo crecer a su único hijo. Amaba al niño, de los pies a la cabeza. Para ella, él sí que era perfecto. A pesar de que el niño había nacido con “un problema” …
En la escuela, sus demás compañeros se burlaban de él. Lo llamaban “la vaca lechera”, “bicolor”, y demás cosas. Pero nada de todo esto afectaba al niño con vitíligo. Porque entonces él sabía que tenía a alguien en el mundo que lo amaba sin condiciones de ningún tipo: su madre.
Y su padre jamás sabría de él, ni de su existencia; mucho menos sobre el hecho de que… LA PERFECCIÓN FÍSICA SÍ EXISTE, PERO NO SE PUEDE VER CON LOS OJOS.
FIN
Anthony Smart
Mayo/11/2022