Por Alejandra del Río Ávila
La reaparición de Andrés Manuel López Obrador en la esfera pública no es un simple gesto de nostalgia política ni un acto simbólico de quien no se resigna a abandonar el reflector. Es, más bien, una señal inequívoca de que el expresidente sigue decidido a influir, condicionar y, en cierta medida, tutelar la vida pública del país, aun cuando México atraviesa un proceso urgente de reconstrucción institucional que exige nuevas voces, nuevas estrategias y nuevos liderazgos.
Su retorno mediático—envuelto en su mística, declaraciones cuidadosamente colocadas y su aparicion pública que evidentemente no es casual—vuelve a sacudir al sistema político en un momento particularmente delicado. La crisis de seguridad se profundiza; la economía va en picada, la violencia se ha normalizado en todo el país ya no como falla, sino como método de control y moneda de cambio del gobierno. México busca horizonte… y López Obrador reaparece ofreciendo, otra vez, su versión única de país: un pasado que insiste en seguir siendo presente.
Su sola presencia proyecta una inmensa sombra sobre la Presidencia, que aunque presuma encuestas compradas, cada vez más se enfrenta a la realidad, al encono de grupos enormes de disidentes, campesinos, estudiantes, transportistas, maestros, madres buscadoras, beneficiarios del IMSS y una larga lista de etcéteras. AMLO entonces reaparece reactivando discursos, validando posturas y marcando agenda, coloca a la actual Presidenta en un terreno mas que incómodo, por más que salga a decirnos en la mañanera al mejor estilo del mismo AMLO, que está felíz, felíz, felíz!.
Ante un gobierno que esta teniendo que justificar sus desatinos cada mañana y que muchas veces se muestra realmente hostil ante los cuestionamientos, la reaparición del verdadero rockstar de la 4T explicando cuando va a salir de bateador emergente, nos deja nuevamente con la pregunta añeja de si Claudia Sheinbaum no gobierna aún bajo la tutela del caudillo.
¿Decide por sí misma o debe responder al peso simbólico y político de su antecesor? Por que claramente cuando se atrevió a permitir que se cuestionara al “hermano” de López Obrador (Adán Augusto) le pusieron un -estate quieta- desde Palenque muy claro.
Un expresidente, por disciplina política y simple sentido común, nunca podría salir a decir cuando volvería a hacerse presente, ni en que cirunstancias saldrá a defender a la fragil damisela del palacio, a menos que verdaderamente viera un escenario adverso para el país, para su grupo político o para ambos.
El regreso de López Obrador revive esas preguntas, y con ellas, la percepción de un poder dividido que debilita la autoridad presidencial, en un momento que exige liderazgo firme y autónomo.
Si hay algo que López Obrador no soporta, es el vacío político. Sabe que en la política mexicana la narrativa lo es todo, y está intentando recuperarla:
—Volver a definir quiénes son los enemigos.
—Reescribir lo que fue su sexenio.
—Imponer su lectura de la realidad, aunque contradiga las cifras y los hechos, incluso si afecta a la propia Presidenta actual, que le quede claro a Claudia, si la sigue regando, va a tener que salir a recorrer todos los municipios del país a que lo coronen de flores y le regresen el bastón de mando que amablemente le prestó.
Su reaparición es también un movimiento estratégico para blindar su legado y a sus inpresentables juniors frente al creciente escrutinio público sobre los resultados reales de su gobierno. Baste echarle una hojeadita al diario el País que en su edición de hoy, reporta que al tren maya no se sube nadie… 5% de acupación es el pago real del ecocidio en el sureste y el costo absurdo de esa obra, un AIFA basicamente nulificado, sin rutas ni aviones, y dos bocas muy muy lejos de llegar a su meta…sus tres obras insignia, una porquería que están allí como cheque en blanco listos para atestiguar lo que fue realmente su sexenio, un reverendo fracaso.
El retorno del jedi Macuspano, regresa también el discurso de polarizaciíon cuando el país estaba intentando respirar, aunque fuera un poco, después de seis años de divisiones maquinadas. Pero López Obrador trae consigo el mismo tono: descalificaciones, simplificaciones, enemigos imaginarios y un discurso emocional que sigue partiendo al país en dos bandos, situadose por supuesto en el centro como único posible salvador.
Es un intento de reactivar la base dura que lo idolatra, pero a costa de reabrir heridas políticas que México no ha terminado de cerrar.
Mientras tanto la oposición, fragmentada como está, por la falta de un básico conocimiento matemático del PAN y de MC que aún piensan que sus discursos gritones (alguien haga el favor de apagarle a Jorge Romero los microfonos en sus concentraciones, que es ridículo escuchar como a falta de argumentos se desgañita en público) peroi en fin asi las cosas, la oposición enfrenta un desafío mayor: López Obrador sabe movilizar emociones, no razones. Y su regreso vuelve a colocar la conversación pública en el terreno donde la oposición tendría que jugar unida y no lo logra por mas convocatorias a la unidad que Alito Moreno y el PRI quieran lanzar: el de la narrativa, la presencia simbólica y la comunicación política efectiva, rayando en dictatorial.
¿Podrá ahora la oposición, repensar las absurdas convicciones de vamos solos, articular un discurso colectivo y regresar fortalecida al 27? ¿O van a seguir jugando con soberbia y gritos a perder y le van a ceder a Morena ya todos los espacios?
La reaparición del expresidente revela algo más profundo: la fragilidad de nuestras instituciones.
Un país sólido no temblaría por la presencia mediática de un exmandatario.
-México sí-
Porque nuestra democracia sigue dependiendo, peligrosamente, de figuras personalistas que no permiten que la vida pública avance, madure o se renueve.
López Obrador reaparece porque no sabe vivir fuera del poder, pero más aún por que quiere hacernos saber sin lugar a dudas, quien sigue aglutinando basicamente todo el poder. Su regreso no es anecdótico: es un movimiento táctico, un recordatorio de que él no ha terminado su misión, y una advertencia de que su influencia seguirá presente, se quiera o no.
Lo preocupante es que mientras él regresa, México sigue sin resolver sus verdaderas urgencias:
la seguridad, la justicia, la economía, la gobernabilidad.
Y ahí es donde su presencia deja de ser una anécdota para convertirse en un obstáculo.
Un país que no logra soltar un pasado tan turbio como el que le heredo AMLO a la actual Presidenta, difícilmente puede construir un futuro.
