Por: Armando Ríos Ruiz
Desde hace más o menos una década, algunos políticos han expuesto la necesidad de acabar con la partidocracia perniciosa y tóxica, que ya casi no representa a nadie, salvo la mina de oro en que la convirtieron sus propios dirigentes, que ha servido para el enriquecimiento personal y para hacer negocios con la entrega de cientos de millones de pesos en cada campaña y con la venta de candidaturas plurinominales.
Las dirigencias de los partidos se han convertido, además, en bastiones para la defensa de esos mismos dirigentes, cuya cola está atiborrada por actos cometidos en el camino de su desempeño político, que los han convertido en súper millonarios y en sujetos para ocupar otros cargos de elección popular, sólo para continuar medrando a costa del poder.
Dirigentes como Alito Moreno y Markito (así, diminuto como es) Cortés, se niegan a abandonar ese riquísimo filón de oro. Pretenden enquistarse a pesar de su pésima actuación en las recientes elecciones y, además, utilizarlo para ocupar otros cargos. Eso les permitirá continuar como parásitos pegados a la ubre gorda, repleta de dinero de los mexicanos. Vivir como reyes y conservar lo ya ganado, gracias al fuero. Les dejará pues, hacer dinero sin trabajar y sin aportar nada a la sociedad, como la mayoría de los políticos.
La idea de un cambio sesudo y necesario ha crecido con la resistencia encabezada por Guadalupe Acosta Naranjo o con el movimiento surgido a partir de las recientes elecciones, por el sospechoso triunfo aplastante del Partido Morena, increíble para los pensantes, por muchos factores que inclusive han aparecido en las redes sociales, observados con acuciosidad e inteligencia, que denuncian un mega fraude que, desde luego, tiene que probarse.
Probarlo no significará el desconocimiento de ese triunfo aberrante. Pero sí el acotamiento del poder descomunal que supuestamente otorgaron los votantes a la ganadora de la Presidencia, Claudia Sheinbaum, que el mismo Presidente pretende utilizar para consumar sus malsanos sueños de destrucción de un poder tan necesario como el que ofrece la Suprema Corte, como contrapeso, sólo por un prurito evidente de venganza contra su presidente, Norma Piña.
Permitir que las cosas continúen como están, significaría dejar en manos de una sola persona la consumación de las ideas más monstruosas que en la realidad amenazan a todo nuestro país con absoluta certeza, por provenir de un hombre invadido por una indudable sed de venganza y por una ejecutora incapaz de sacudirse a quien realmente manda. Con ese poder que dizque fue investida, podría inclusive cambiar el nombre de México a voluntad y sustituirlo, por ejemplo, con el de Nueva Macuspana o Paraíso Peje.
Habrá que exigir con la ley en la mano y con muchos elementos que no dejen lugar a dudas, la participación responsable del INE y del Tribunal Electoral, ambos secuestrados por el Ejecutivo, que deberán dar respuestas acordes con los argumentos irrefutables de la oposición o del nuevo movimiento de resistencia, cuyo nombre, tal vez surja de la concentración planeada para el próximo 6 de julio.
La llamada Marea Rosa parece destinada a consumar el nacimiento de un nuevo partido y frente a esta idea, la ex aspirante a la Presidencia, Xóchitl Gálvez y el ex candidato a la jefatura de gobierno, Santiago Taboada, deberán olvidarse de apoyar con ella a los tradicionales PRI, PAN y PRD, que sólo contribuyen al rechazo de millones de mexicanos.
Hoy, ya están convertidos en verdaderos lastres. Hoy son repudiados por los electores, por reconocerlos como fabricantes de supuestos líderes infectados de una visión nefasta de sólo hacer riqueza. No de ver realmente por las necesidades más apremiantes de los habitantes de este país.
Lo mejor. Lo más sano, es desaparecerlos definitivamente de los escenarios políticos y sustituirlos por un nuevo organismo con una planeación diferente y apartada del ofrecimiento de prebendas personales y mezquinas.
ariosruiz@gmail.com
Una entrega de Latitud Megalópolis para Índice Político