Javier Peñalosa Castro
Durante los últimos días, el director del Banco de México, Agustín Carstens, aquel rotundo varón que sostenía, en épocas de severas tormentas económicas, que a la economía mexicana, y más concretamente a nuestra moneda, el peso, tales turbulencias lo más que podrían provocarle sería “un catarrito”, ahora ha estado lanzando voces de alerta a diestra y siniestra, seguramente en obediencia al dictado de sus eternos patrones, los dirigentes del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial.
Por supuesto, los capitales extranjeros y buena parte de los nacionales, que son los primeros en abandonar el barco en estos casos, han empezado a moverse hacia destinos que ofrezcan mayor rentabilidad y, sobre todo, mayor seguridad. En tanto, el propio Carstens y José Antonio Meade, el valido de Videgaray que despacha —y se despacha— en Hacienda, escenifican una comedia de equivocaciones en la que ambos gerifaltes se contradicen en cuanto al alcance de sus siempre optimistas estimaciones de crecimiento económico, alcance de la inflación, generación de empleos y otros rubros por demás relevantes para la vida del País.
¡Sálvense quien pueda!
Este viernes 25 de noviembre Carstens habló de que la economía está en etapa de desaceleración y—peor aún— dijo que no tiene la más remota idea de cuándo terminará. Esto quiere decir, en buen cristiano, que estamos al borde de la recesión, en un entorno de severa restricción al gasto público, que es uno de los principales detonadores de la actividad y el crecimiento económico, y con un negro panorama en lo que respecta a la relación con Estados Unidos, que, a querer o sin ganas, es, ha sido y será nuestro principal socio comercial, y que será gobernado por un declarado enemigo del TLC y de la relación con México.
Habrá que ver si obras como la del nuevo aeropuerto en Texcoco siguen adelante, dado que resultan ser —al menos para el sentido común— menos prioritarias que la educación, la salud y la alimentación del creciente número de pobres, aquellos que el subnormal Luis Enrique Miranda, irresponsable cabeza de Sedesol que aspira a ser psiquiatra, no distingue siquiera de acuerdo con sus parámetros a modo.
El dólar, sin freno
Por supuesto, por más que Carstens intente frenar la inflación, ésta ya no podrá siquiera maquillarse, como se ha hecho hasta ahora. La estrategia de quienes detentan el poder económico salta a la vista. Subirán algunos pesos el salario mínimo para poder echarle la culpa a este factor, y no al endeudamiento, la fuga de capitales, la evasión fiscal y, sobre todo, el saqueo despiadado de las arcas de nacionales.
En lo que respecta a la cotización del peso frente al dólar, la paridad, que cuando inició el sexenio rondaba los 13 pesos por cada billete verde, ha llegado a superar los 21 pesos, y no pocos analistas consideran que podría alcanzar los 25 o más durante los próximos meses. Con ello, el actual gobierno igualaría las devaluaciones más desastrosas de la historia reciente, con los consabidos efectos negativos para la economía y, en especial, para los más pobres.
En vísperas del “Año de Hidalgo”
Como hemos apuntado anteriormente, se viene el año que marca el arranque de las campañas presidenciales, y todos los partidos buscarán recursos de dónde echar mano, en un entorno caracterizado por los recortes presupuestales. A eso habrá que sumar la voracidad que se desata tradicionalmente durante el último año de cada sexenio.
El panorama es muy poco alentador. Habrá que esperar mayores actos de protesta, como los protagonizados por maestros, médicos y otros trabajadores al servicio del estado, en entidades como Veracruz, pues el saqueo ha sido tal que afecta incluso los recursos destinados a sueldos y salarios y otros rubros básicos.
Lo que sigue
Sin duda, las cosas siempre pueden empeorar, por más que uno considere que están en su punto más bajo. Sin embargo, estoy convencido de que no habremos de empeorar, si bien existe la necesidad ingente de plantear verdaderas reformas estructurales, que partan de una nueva constitución, así como leyes reglamentarias, que sirvan de base para la edificación de instituciones sólidas, dirigidas por mexicanos honrados, capaces y comprometidos con su País y sus conciudadanos.
Estamos por ver crecientes manifestaciones de descontento y hartazgo. Será fundamental encauzarlas y evitar que deriven en hechos de violencia que a nadie convienen.
Los ciudadanos tenemos la palabra.