José Luis Parra
En esta tragicomedia mexicana de enredos, traiciones y pactos non sanctos, hay una frase que retumba como tiro de gracia en el Palacio Nacional: “La política dicta el momento en que se debe apretar el gatillo”.
La sentencia, pronunciada por un mafioso de película —con pinta de empresario serio y voz de financiero internacional en El Padrino— no solo resulta vigente, sino casi profética en el contexto actual. Si a usted, lector curioso, le parece exagerado comparar la ficción siciliana con la política mexicana, haga el esfuerzo: ¿no hay acaso capos, lealtades rotas, traiciones familiares, ajustes de cuentas, y sí, también dinero sucio?
El gatillo, según cuentan en los pasillos del poder, ya fue apretado. La presidenta Claudia Sheinbaum habría roto el cordón umbilical con quien la apoyó. La ruptura, aunque aún no firmada ante notario, ya es tema de sobremesa entre empresarios, diplomáticos, generales y algún que otro cardenal. Y claro, también en el vecindario de Washington.
¿Será verdad? ¿Se animó a ser Corleone y no solo heredera?
Otra cita fílmica nos viene como anillo al dedo: “Le haré una oferta que no podrá rechazar”. Lo dijo Vito Corleone mientras arreglaba la carrera de un cantante. En la 4T, la presidenta quizás ya está haciendo ofertas… o amenazas disfrazadas de independencia. Cada mujer tiene su propio destino. El de Sheinbaum parece haber comenzado con un corte de caja interno.
La duda que circula en voz baja: ¿con quién contará para sostenerse cuando la respuesta del viejo jefe llegue? Porque si alguien sabe apretar resortes del poder, activar legiones y girar instrucciones sin dejar huella, es el hombre que hoy aún despacha con siglas de Estado.
Y en esa escena entra el Tío Sam.
Porque si Sheinbaum va en serio, necesitará algo más que el aplauso de las redes y el respaldo de su policía leal (léase Harfuch). Necesitará la venia de las cúpulas militares, de una FGR domesticada, de gobernadores morenistas sin vocación de francotirador… y del gobierno estadounidense, que no da paso sin archivo.
Allá, en el imperio, ya no hay paciencia para el modelo de caudillo tropical. Necesitan orden, certidumbre, contratos, frontera controlada y narcos bajo llave. Si la presidenta ofrece eso, y se desmarca de las extravagancias de su antecesor, tendrá posibilidades de sobrevivir al vendaval interno.
Pero si no… bueno, que alguien le recuerde el destino de Fredo, el hermano traidor en El Padrino II.
Apretar el gatillo, sí. Pero sabiendo a quién le tiembla más el pulso.