Joel Hernández Santiago
El martes 4 de diciembre la conferencia de prensa en el Salón Tesorería del Palacio Nacional había transcurrido de forma normal, o más o menos, por las preguntas y respuestas entre periodistas acreditados en la fuente presidencial y el presidente Andrés Manuel López Obrador.
Al término, cuando se estaba despidiendo y todavía en el foro, de pronto una mujer corrió para alcanzarlo, se le plantó enfrente, a unos cuantos centímetros y ante el azoro de todos le entregó un sobre con peticiones…
Él mismo se sorprendió porque fue improviso y la vigilancia del salón no pudo detener a la señora María Arredondo Bernal, quien luego diría que se presentó como periodista y no tuvo problemas de acceso con una credencial universitaria; que llegó de Sinaloa, que es activista en favor de las comunidades indígenas de su entidad y que en ese sentido pedía ayuda. El presidente recibió el sobre, le dio un beso en la mejilla y salió del lugar no sin cierta preocupación en el rostro.
Esto que parece ser parte de la ‘política de acercamiento de AMLO con el pueblo’ prendió los focos de alarma en lo que se refiere a la seguridad del presidente.
Como cuando iba en su vehículo, con dirección a la Cámara de Diputados y un ciclista, como si nada, pedaleo de tal forma que se acercó a la ventanilla del automóvil, que iba abierta, y pudo “dialogar” con el presidente electo, como si fuera de todos los días. ¿Y la seguridad?
Fue un tema de campaña el de su seguridad; él decía que no necesitaba que lo cuidaran, que ‘quien lucha por la justicia y tiene limpia la conciencia no debe temer nada’; y fue más allá, dijo que si ganaba las elecciones uno de los primeras decisiones que tomaría sería la de desaparecer el Estado Mayor presidencial, porque no lo necesitaría y que lo devolvería a los cuarteles…
Y a lo largo de los días, insistió en que no necesitaba seguridad personal porque “el pueblo es el que me cuida”. En ello insistió ya como Presidente Constitucional, porque, dijo: “quienes luchan por las causas justas no corren peligro”… Y así.
Lo cierto es que el tema de la seguridad del Presidente es un asunto muy serio. De hecho es un asunto de Estado y de Seguridad Nacional.
Esto, independientemente de que AMLO si es carismático, la gente lo quiere, se le acercan para arroparlo y mostrarle su cariño, también es cierto que podrían haber riesgos innecesarios; ciertamente él mismo es importante en lo político y social de México, digamos que hasta en lo emocional; pero también lo es porque representa al Estado mexicano; representa la más alta investidura política del país y es por ésta que debe cuidarse. Y deben cuidarlo.
En todo caso, si, una de sus primeras medidas fue la de la desaparición del Estado Mayor Presidencial, cuyos 7,612 elementos fueron devueltos al mando supremo del Ejército Mexicano. Esta cantidad incluía al mismo Estado Mayor Presidencial, al cuerpo de Guardias Presidenciales y un batallón de marinos conocido como 24 BIM. Y este cuerpo significaba un gasto anual de 398 millones 551 mil 136 pesos (lo que no considera los más de 241 millones, para la Coordinación General de Transportes Aéreos Presidenciales).
En todo caso, previo a la rendición de protesta el 1 de diciembre pasado, y a insistencia de muchos, AMLO anunció su cuerpo de vigilancia:
“Le informé al Presidente Peña y aprovecho para informarles a ustedes y a los mexicanos que voy a contar con una ayudantía, voy a tener un equipo de 20 profesionales, no necesariamente en el tema de seguridad, sino profesionales porque todos ellos van a tener nivel académico de cuanto menos licenciatura (…) Tomarán un curso o capacitación, pero no para el manejo de armas, sino para que haya una protección mínima y faciliten las cosas…”
Hay en la actitud de AMLO una cierta arrogancia, como también exceso de confianza en su persona y en el apego que la gente le tiene; y también hay una especie de irresponsabilidad grave, porque su seguridad como Presidente de la República tiene un sentido mucho más profundo y amplio en el sentido de las garantías de estabilidad y paz política y social en el país.
En todo caso, al final, el miércoles 5 de diciembre dijo que si, que tomará con cuidado el tema de su seguridad y que en adelante serían más prudentes, aunque insiste en que no quiere que lo encapsulen, ni lo aparten del pueblo. Está bien. Pero aun así es cosa de que los instrumentos de seguridad de pueblo deben ser también instrumentos de su propia seguridad, y aún más; porque el presidente de un país, de cualquiera, debe ser cuidado y debe garantizarse su integridad física…
Como es el caso de Estados Unidos, en donde el Servicio Secreto es el cuerpo encargado de proteger al presidente y vicepresidente de Estados Unidos y sus familias. Son 3,200 agentes especiales.
O el Comando de Protección británico –perteneciente a la Policía Metropolitana de Londres. No se sabe el número de integrantes, pero su costo –según Huffington Post-, fue de 100 millones de libras en 2010; o el Batallón de Guardia Presidencial de Colombia con 1,700 soldados, oficiales y suboficiales que conforman el Batallón Guardia Presidencial.
La Guardia Real española con 1,500 elementos provenientes de las Fuerzas Armadas y Cuerpos Comunes, son los encargados de cuidar al Rey y su familia; o la Guardia Suiza, con cien elementos y que se encarga, tan sólo en El Vaticano, de cuidar al Papa Francisco… Y más…
Eso es, y hay que insistir: la seguridad de Andrés Manuel López Obrador es muy importante. También lo es la seguridad del Presidente Andrés Manuel López Obrador. No es un asunto de capricho, ni de arrogancia o muestra de seguridad en la causa; si es un asunto de Estado y de la Seguridad Nacional y como tal debe atenderse pronto.
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