En la medida en que vivimos una “democracia” mediática y superficial con escasísima participación e interés de los ciudadanos por lo público, parece difícil resistirse a la tentación de obtener ventajas de todo tipo –que además resultan muy baratas en términos de esfuerzo político–, como lo hace la señora María Elena Morera, quien “lo mismo dice una cosa que dice la otra”. Como La Chimoltrufia, pues.
Todo por acaparar titulares y hacer rondines por los noticieros radiofónicos.
Y es que si hace apenas unos meses aplaudía, hoy critica con fiereza las políticas de seguridad pública.
Una de dos. O Genaro García Luna ya le quitó la chamba al hijo de Morera. O está buscando acomodo para el vástago en el próximo sexenio.
Y es que con sus recientes comparecencias ante los medios, doña María Elena ha vuelto a poner en evidencia –como en su momento lo hiciera la tan traída y llevada señora Wallace, quien sólo buscaba una candidatura– a las llamadas organizaciones de la “sociedad civil”, whatever it that means.
Y esa evidencia no es otra que la enorme distancia entre ellas y la sociedad a la que dice servir o representar.
Aplaudía hace meses, en efecto y sus dizque representados poníamos “cara de what!”, ante sus halagos al ocupante de Los Pinos y al brazo policíaco de éste, Genaro García Luna.
Hoy todo cambió y dice que los esfuerzos –si los hubiere– de la fallida Administración de Felipe Calderón resultaron vanos, pues lejos de que bajarán las cifras del secuestro, éstas aumentaron en un 48 por ciento, porque hoy el crimen organizado cuando no se dedica a repartir droga, a la trata de personas, lavado de dinero y ahora al secuestro. O sea que estábamos mejor cuando estábamos peor.
En una de las muchas entrevistas que “concedió” a principios de esta semana, María Elena Morera, expresó que se tienen muchas incongruencias que deben ser revisadas: “me parece que es una oportunidad para que el gobierno que sale diga qué avanzó y qué falta por fortalecer y el gobierno que entra tome las medidas necesarias”.
Sobre atención al narcomenudeo, subrayó que en ese tema se ha invertido en el 2012, 371 millones 906 mil pesos, pero únicamente se cambió de nombre a las unidades mixtas, se llamaban Unidades Mixtas de Atención al Narcomenudeo (UMAN), ahora se llaman Centros de Operación de Atención al Narcomenudeo (COAN).
Morera habló y habló y habló del incumplimiento del gobierno federal porque muchas de las estrategias “las dejó a la mitad, sin coordinación como la de prevención del delito y, sin embargo, cada uno de las secretarías caminó por separado.”
Lo que todos, menos ella, hemos dicho desde siempre.
PSSST, PSSST, ACÁ ‘TOY
Por desgracia y, salvo muy contadas excepciones, quienes emprenden el camino de la “representación social” o el liderazgo comunitario saben que han de comportarse de tal forma que puedan ser cooptados desde arriba. Lo usual es vincularse a un clan que capitanea algún político en la cúspide, con lo que la carrera personal depende de la del jefe elegido.
Y la suerte del “vínculo” de la señora Morera, Genaro García Luna, está echada. Y no es suerte de la buena. Más bien de la mala.
Así es, entonces, que doña María Elena busca ya nuevos amarres, nuevos acomodos.
Aunque fallidamente, ya lo demostró la señora Wallace –y ahora parece ser el turno de la Morera–, cooptado desde las cúpulas de los partidos, se puede llegar a posiciones políticas sin el menor contacto con la sociedad, pero no se crea que en esta alta función de representar a la ciudadanía se le abran mejores oportunidades de conectar con la gente. Figurar en los medios, es en definitiva lo único que les importa. No depende de la relevancia social del trabajo efectuado, ni de las relaciones que como “activista” haya podido establecer con su entorno social, sino sólo y exclusivamente de la opinión que de él tengan los jefes.
Y la opinión que hoy merece la señora Morera es una: su enorme parecido con La Chimoltrufia. Lo mismo dice una cosa que dice la otra. ¿O no?
Índice Flamígero: Reculó el gobernador poblano Rafael Moreno Valle. Que no son 19 los colegas demandados. Sólo dos. ¡Ah, bueno! + + + Dentro de 36 días termina el cada vez más vilipendiado –principalmente por los suyos– sexenio de Felipe Calderón.