Por Arturo Sandoval
“Nos parece que no se puede atribuir un apodo cualquiera a alguien que deberá absorberlo y sufrirlo como un atributo durante toda su vida”. Julio Cortázar
Difícil evitar las sonrisas, los comentarios de no mmaaa…. Hasta explosivas carcajadas, cuando alguien le informa el apodo del jefe, de la secretaria, de la maestra de inglés o de un integrante del grupo; mientras no sean tus muy allegados.
En mi paso fugaz de un año en una Secretaría de gobierno, en diciembre se hacía una comida del departamento de producción de audiovisuales e impresos se regalaron electrodomésticos y diplomas. Me encargaron como jefe de impresos, imprimir los diplomas con el nombre y un calificativo, mote, descripción o apodo.
No sé si todos estábamos enterados de cómo nos decían, al menos yo no sabía ninguno. La lista la hicieron entre secretarias, mensajeros, asistentes; digamos la tropa.
Recibí la lista de dos empleadas de otros jefes y no de mi secretaria. Al ir leyendo cada nombre y apodo me subí a la montaña rusa de sonrisa a carcajada varias veces. Vaya descarga de endorfinas por kilos; a una jefa de departamento de publicidad: “Benito, de don Gato y su Pandilla”. No evité la carcajada; era idéntica en versión femenina. El de una de mis secretarias no me dio risa: “la más Fea”. Ellas se rieron, yo no, pero cambié el calificativo por la “Cayó de Peso”, frase muy usada por ella. Me tapé la boca para tratar de evitar la carcajada cuando vi el de mi jefa ligado a un personaje de Disney, casi tengo “fuga”, mejor me reí muy fuerte y muy largo.
Así pasé nombre por nombre alrededor de 30 apodos o etiquetas, al final el mío: realmente era positivo y neutro.
Cambié el de mi secretaría, el de mi jefa, el de la jefa de publicidad, el de la directora de publicidad, el de un mensajero y creo que de otros dos. Había homófobos,racistas, clasistas, discriminatorios, etcétera.
Cuando me reía fuerte me acompañaban las dos secretarias con sus caras harto sonrojadas y miradas de complicidad entre ellas, los tres con lágrimas en las comisuras de los ojos. Se integraron otras cuatro personas parte del grupo que dieron las nominaciones y se formó una verbena de carcajadas orgásmicas.
Volver a ver de frente a esas personas, merece un enorme esfuerzo de no riese en su cara, pero lejos de ellas es imprescindible tirarse de espalda en el suelo y patalear de la risa para no enfermarse de represión.
Esta terapia anti estrés, me sucedió recientemente y cada vez que lo leo o lo escucho, libero toda la tensión por la etiqueta de: “El Comandante Borolas”… con todo respeto para Joaquín García. Para saber a quién me refiero, aparece sólo al poner en Google: “Borolas”.
Nota: trabajo arduamente en un auto terapia para hacer a un lado esta parte ruin de mí. Aunque practico el sano deporte de reírme de mí mismo.