José Alberto Sánchez Nava
1.-Desde las costas de Acapulco, Guerrero, las palabras del presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, resonaron con un desdén que contradice la magnitud del desastre que vive la región tras el embate del huracán Otis. En un discurso enigmático, el mandatario afirmó que los habitantes que perdieron sus hogares deben reconstruirlos por sí mismos, como si la devastación y la reconstrucción fuesen tareas caseras sencillas.
2.-En un país donde la autoconstrucción es parte de la tradición y donde las familias se han labrado sus propias viviendas, la realidad post-desastre dista mucho de las palabras presidenciales. La reconstrucción de 2500 viviendas con un apoyo gubernamental de entre 30,000 y 60,000 pesos es una burla a la lógica y un desprecio a la complejidad del problema.
3.-Resulta inútil ignorar el contexto real: los precios exorbitantes de los materiales de construcción debido a la demanda y la escasez tras el desastre. ¿Cómo se pretende reconstruir con esa ínfima cantidad cuando un simple albañil percibe en promedio 5000 pesos semanales? La perspectiva gubernamental está tan alejada de la realidad que roza lo surrealista.
4.-El desamparo de 47 municipios abandonados a su suerte tras la desaparición del Fondo de Desastres Naturales (FONDEN) como fideicomiso, es indignante. ¿Dónde queda la responsabilidad del gobierno ante su ciudadanía en la Constitución y las leyes que deberían ampararlos en momentos de crisis? ¿Acaso la vivienda, un derecho humano fundamental, ha sido olvidado? La urgencia de decretar la terminación de la emergencia por motivo del desastre del huracán Otis, con la finalidad de que así no le sea reclamada al gobierno ningún tipo de ayuda, es lo que le da sustento al presidente para declarar, que cada quien haga sus casas, con los raquíticos apoyos de 30 a 60 mil pesos, pero solo a 2500 casas de los municipios de Acapulco y Coyuca de Benítez, puesto que solo estos dos fueron declarados oficialmente como de emergencia inicial, sin embargo posteriormente y sin ninguna solución al desastre, se levantó dicha emergencia para no incurrir en responsabilidades humanitarias.
5.-La eliminación del FONDEN, concebido para asegurar ayuda en emergencias naturales, es un golpe a la confianza ciudadana. ¿Hacia dónde van los recursos destinados a la reconstrucción? Esta desatención ha generado una imagen desoladora del gobierno mexicano ante la desesperación de la población guerrerense. Al respecto, debemos recordar que el Fonden ya no es un fideicomiso gracias al decreto de 2020 que extingue 109 fideicomisos. En 2020 tenía disponibles 51 mil 480 millones de pesos. La Secretaría de Hacienda reportó en 2020 que parte de los recursos del fideicomiso Fonden se usaron en el Tren Maya.
6.- De ello se deducen esta serie de afirmaciones presidenciales, las cuales solo proponen soluciones parchadas y limitadas las cuales lo único que representan es una bofetada a los más vulnerables, una burla hacia aquellos que más necesitan del apoyo estatal. La visión internacional del gobierno mexicano no es halagüeña: se observa indolencia, desatención y desprecio hacia aquellos que claman por auxilio, deduciendo derechos humanitarios protegidos por la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.
7.- Es hora de que el gobierno reconsidere su postura y tome acciones serias y comprometidas. Reconstruir no es un acto individual, es un compromiso colectivo y un deber gubernamental. Es tiempo de dignificar el derecho a una vivienda adecuada y de restablecer la esperanza en una población que clama por soluciones reales y no por promesas vacías.