Por Aurelio Contreras Moreno
El arranque de las precampañas de todos los actores políticos que buscarán gobernar el estado de Veracruz estuvo marcado por un elemento en común: la sombra del ex gobernador Javier Duarte de Ochoa.
La corrupción del infame sexenio duartista fue tema recurrente en las actividades proselitistas de los precandidatos a la gubernatura y hasta de los aspirantes a la Presidencia de la República que estuvieron en Veracruz este fin de semana, lo cual indica que se convertirá en uno de los ejes de los discursos de las campañas, fundamentalmente para intentar desacreditar a los oponentes.
Por supuesto, será el PAN el que tome el tema Duarte como su principal bandera. No podría ser de otra forma. Hasta la fecha es la cantaleta más socorrida del gobierno de Miguel Ángel Yunes Linares para justificar la ausencia de resultados en el primer año de su administración. Todo es culpa de Duarte.
Muy claramente, el panismo busca mantener vivo el encono popular contra el duartismo asociándolo con el PRI para sacar ventaja electoral, ya que nada tiene para presumir en Veracruz. El precandidato presidencial Ricardo Anaya Cortés así lo dejó ver en su visita a Xalapa, donde declaró que “el caso Duarte va a acompañar al PRI, porque Duarte es del PRI y lo que el PRI representa es la corrupción”.
Y en el PRI están conscientes del daño que les sigue haciendo la figura de Javier Duarte. Más que la de cualquiera de los otros ex gobernadores señalados e incluso procesados por corrupción. El ex mandatario veracruzano es una loza que puede convertirse en una lápida para las intenciones priistas de retener la Presidencia de la República y recuperar la gubernatura.
Tan lo saben que el precandidato del tricolor, José Antonio Meade Kuribreña, se ocupó de hacer un deslinde fuerte y directo con el duartismo durante su discurso en el arranque de la precampaña a la gubernatura de su amigo José Francisco Yunes Zorrilla.
“Nos duele profundamente que Javier Duarte nos haya traicionado con la corrupción. Nos duele que Javier Duarte haya traicionado nuestro prestigio. Nos duele porque no nos define y no nos describe. Al priismo de Veracruz no lo describe la corrupción, no lo define la impunidad”, sentenció Meade durante un acto político que recordó los momentos de “gloria” de ese partido, con multitudes y matracas incluidas.
Pero va a ser necesario mucho más que un deslinde verbal para quitarse el lastre del duartismo, que todo lo que toca lo pudre, lo contamina y lo vuelve tóxico, por contacto directo o a través de sus personeros, que siguen operando políticamente y sirviendo a diferentes intereses. Incluso, a los de sus enemigos.
Porque la sombra de Javier Duarte se expande y cubre todos los frentes en los que se libra la batalla por la gubernatura. En el PRI, por obviedad, al haber sido un gobernante emanado de ese partido. Pero también en Morena, pues sigue latente el hecho de que desde el gobierno duartista se operó en favor de ese partido y sus candidatos en las elecciones de 2016.
Y ni siquiera el pan-yunismo se salva. Ahí están las alianzas de impunidad del régimen del “cambio” con duartistas como Ricardo García Guzmán, Juan Manuel del Castillo y particularmente con Vicente Benítez, quien para salvarse de ir a la cárcel dinamitó en Veracruz la coalición del PRI con Nueva Alianza, postulando el segundo a una candidata palera con el objetivo de pulverizar el voto y beneficiar las aspiraciones del hijo del gobernador.
Javier Duarte sigue muy presente en la política en Veracruz. Y continúa haciendo daño.
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