Javier Peñalosa Castro
Estamos llegando a la cuenta regresiva para la designación de candidatos a la Presidencia de la República. En unas cuantas semanas quedarán despejadas incógnitas como los elegidos de los partidos —salvo Morena, que irá, sí o sí, con López Obrador— para representarlos en la contienda, si finalmente habrá algún tipo de alianza —contra natura, como en el caso del PAN y del PRD, o lógica, como la del Verde y el PRI—, a dónde irán a parar los cientos de miles de votos del magisterio, presuntamente bajo las siglas del Panal, y si uno o más candidatos independientes (como Emilio Álvarez Icaza) o no tanto (como el Bronco regio) deciden lanzarse a la aventura.
Las encuestas, que conforme se aproximan los comicios comienzan a perder credibilidad, hoy por hoy parecen apegarse a las han verdaderas preferencias de los probables electores, y mandan al PRI hasta el tercer lugar, después de Morena y el PAN.
Por supuesto, esto apenas empieza, y si bien a lo largo de los últimos cinco años se ha dado una guerra de baja intensidad contra López Obrador, con golpeteo constante en redes sociales y cuanto espacio se abre a la opinión en Internet, como los que asignan los medios a sus lectores, a través de bots (grupos de francotiradores a sueldo) que ocupan todos los espacios a su alcance con denuestos, falsedades y comparaciones absurdas, como aquella de que AMLO es peor que Chávez y Maduro juntos y a través de la pluma de impresentables textoservidores que no cesan, siquiera para disimular, el golpeteo gratuito contra el puntero.
También se le ha endilgado, sin bases, y sólo por sus declaraciones en favor del bienestar de las mayorías, el sambenito de “populista”, que incluso le encaja con el mayor cinismo Vicente Fox, El Alto Vacío, quien encarna —él sí—, el epítome del populismo. Con todo cinismo, Fox ha adelantado que hará campaña contra el presidente de Morena, aunque ello sea, si no ilegal, por lo menos inmoral.
Lo que no dice que lo hará gracias a que tiene una pensión vitalicia que todos pagamos, así como a las numerosas prebendas que le sigue otorgando el gobierno en turno para el mantenimiento (y ordeña) del elefante blanco que es el Rancho Fox, y que también se construyó con dinero del erario.
Todos somos cómplices de que se permita a este sujeto dedicarse a los mayores despropósitos y desfiguros, dentro y fuera del país, como recientemente lo hizo en Venezuela (independientemente de que sea censurable el talante represivo de Maduro), donde se presentó como expresidente de México en un ánimo evidentemente injerencista, y que, como era lógico, se tradujo en su declaración como persona non grata para el gobierno de aquel país y en algunos puntos más de descrédito para México.
Arrancan de las campañas negras
Tal como ha ocurrido en las dos últimas elecciones presidenciales, panistas, priistas —y presumiblemente también sus excorreligionarios perredistas— se aprestan a lanzarse con todo contra el puntero en la carrera por la Presidencia. Sin embargo, aparentemente López Obrador y su equipo han aprendido las lecciones, desoyen las provocaciones y evitan caer en los enredos y generalizaciones que propician sus adversarios.
Una de las artimañas que más recientemente se ha refrendado es la utilización de la sinécdoque, para tratar de equiparar a López Obrador con personajes como Eva Cadena, quien se prestó a llevar a cabo un montaje que supuestamente “demuestra” la obtención de fondos ilegales para el tabasqueño en lo personal, o relacionarlo con el delegado de Tláhuac, militante de Morena, y a quien, a su vez, se asocia con un líder del narco recientemente abatido en esa demarcación.
En los próximos días, sin duda, menudearán éstas y otras tácticas, y habrá que esperar algunas otras novedades para intentar “bajar del caballo” a quien evidentemente lleva la ventaja rumbo a las elecciones presidenciales del año próximo.
En suma, la verdadera incógnita no es quiénes serán postulados, en lo individual, en alianza o como independientes, sino la efectividad del golpeteo de prácticamente todos ellos contra quien tiene todas las de ganar.
Además de cuidarse de sus adversarios, el equipo de López Obrador deberá cuidar con el mayor esmero que su líder no pierda los estribos y que modere la terquedad que lo caracteriza y que, aunque muchos de sus detractores lo duden, eventualmente también puede traducirse en fortaleza, cuando se trate de hacer valer los principios y planteamientos que contiene su propuesta.