Para fines de 1993, México vivía en tiempos de calma que impedían avizorar la tormenta del año siguiente. Carlos Salinas de Gortari gobernaba en la utopía del programa Solidaridad y el Tratado de Libre Comercio. Sin embargo, el año de 1994 que tanto prometía, irrumpió con la declaración de guerra del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) al Estado Méxicano, así como con los asesinatos políticos de Colosio y Ruiz Massieu, y como si todo lo anterior no fuera suficiente, el año concluyó con la grave crisis económica conocida como “El error de diciembre”
Chiapas es un jirón entrañable de México, su esplendor precortesiano y su legado histórico y cultural son innegables. El rico territorio chiapaneco estuvo administrativamente sujeto a la Capitanía General de Guatemala, la cual a su vez, dependió del Virreinato de la Nueva España, sin embargo la presencia mexicana fue siempre constante.
Durante la Guerra de Independencia, se reivindicó la mexicanidad con el triunfo de las armas insurgentes, al derrotar el General Mariano Matamoros a las fuerzas realistas de Manuel Dambrini, provenientes de Guatemala, en la Batalla de la Línea o de la Chincúa, librada en Tonalá, entre abril y mayo de 1813. En 1824, los chiapanecos decidieron ser parte del México independiente, por lo que con orgullo ostentan el blasón de ser los únicos mexicanos por elección. A lo largo del turbulento siglo XIX, las controversias territoriales entre México y Guatemala subsistieron, pero quedaron zanjadas en definitiva y los límites de ambas naciones bien definidos, trás la firma del Tratado Herrera-Mariscal en 1882.
En 1993, el Ejército Mexicano ya tenía bien identificados a grupos guerrilleros en Chiapas, incluso se dieron escaramuzas previas así como el desmantelamiento de campos de entrenamiento de los mal llamados zapatistas, el comandante de la Región Militar en Chiapas, era el afamado General Miguel Ángel Godinez Bravo, militar competente y de gran ascendencia entre las filas del ejército.
El levantamiento indígena no fue cosa menor, columnas de cientos de rebeldes bien armados pero escudados en contingentes de indígenas que portaban fusiles de utilería, se apoderaron de las cabeceras municipales de San Cristóbal de las Casas, repleto de turistas y visitantes, Altamirano, Las Margaritas, Ocosingo y Chanal. Incluso llegaron al extremo de intentar tomar por asalto el cuartel general de la zona militar de Rancho Nuevo, acción heroica por parte de los defensores, pues la reducida guardia en prevención del cuartel, derrotó a los atacantes e impidió la caída de la instalación militar.
El Ejército Mexicano respondió con prontitud y eficacia, las tropas en Chiapas y los refuerzos provenientes de otros estados, se desplegaron y evitaron que los rebeldes mantuvieran las localidades tomadas así como que se infiltraran en otras zonas estratégicas, como la región petrolera del Golfo de México.
Las imágenes de los jóvenes soldados y oficiales repeliendo a los neo zapatistas así como de los pilotos de la Fuerza Aérea Mexicana haciendo proezas con los modestos entrenadores “Pilatus” quedaron afortunadamente documentadas para la historia militar mexicana. Hechos de valor también se dieron en combates como el trabado en Ocosingo, sitio en el cual los zapatistas se atrincheraron en el mercado municipal y donde se distinguieron las tropas de infantería provenientes de Tabasco, quienes fueron las unidades con el mayor número de bajas del ejército.
En un par de días la rebelión fue aplastada, Marcos mostró su verdadera cara, más mediático y dueño de intereses oscuros, que de sucesor de Emiliano Zapata. Incluso los descendientes del Caudillo y de los hombres que lucharon en el Ejército Libertador del Sur, descalificaron a quienes de manera oportunista y propagandista se apropiaron del nombre de los genuinos agraristas de la Revolución Mexicana. Al día de hoy, a escasas horas de cumplirse 32 años del estallido del conflicto, ningún aporte han significado para los indígenas de Chiapas, las ambiciones de Rafael Sebastian Guillén Vicente, alias “Marcos” o “Galeano”.
En cambio de lo que quedó constancia es de la prudencia, lealtad y sujeción al poder civil por parte de las Fuerzas Armadas Mexicanas. Aún se desconoce quién o qué fue lo que motivó el conflicto en Chiapas, pero lo que sí puede considerar con objetividad es que fue una apuesta por el caos y la inestabilidad política, que pudo incluso derivar en forzar una autonomía al menos de una parte del territorio mexicano. El General Antonio Riviello Bazán, Secretario de la Defensa Nacional, con enorme responsabilidad e inteligencia dominó la situación.
Primero no cayó en la tentación de una represión o masacre de indígenas, hay que recordar a los indígenas armados con palos que fueron usados como escudos por los milicianos, lo anterior se refuerza también con la iconica fotografía de Pedro Valtierra, que muestra a unas mujeres indígenas jaloneando a los soldados. En segundo término Riviello apostó y lo hizo bien, por la disuasión con un gran despliegue de tropas en todo el estado y finalmente los militares se sujetaron con lealtad y disciplina al mando civil que optó por la negociación política.
En suma, los soldados de México aprendieron bien la lección de Tlatelolco: ganaron la batalla contra los rebeldes, pero no mordieron el anzuelo ni cayeron en la trampa que pudo haber hecho de Chiapas, un nuevo y más sangriento 2 de octubre.
No deseo concluir, sin enviar mis mejores deseos de Año Nuevo a quienes gentilmente leen estas líneas, así como a todos los colaboradores y equipo de Índice Político.
