ENTRESEMANA
“Aquellos que no tienen fantasía/ no podrán entender/ es muy complejo…” Alberto Cortez
MOISÉS SÁNCHEZ LIMÓN
¡Ay, la nostalgia! Y sorbito a sorbito nos bebemos los minutos que corren del discordante año que se agota.
Disfrutamos los momentos de experiencia, sinsabores y los éxitos pasajeros. Hoy, todo nos sabe a eso: a nostalgia temprana que envejeció en un año.
Miente quien diga que no le duele algo en el alma cuando la puerta se cierra y el nuevo día del nuevo año habrá de irrumpir insolente y colmado de sueños y fantasías.
Hoy, señoras y señores, este espacio, la única propiedad que la vida me escrituró, lo dedico a ustedes, a mis compadres, mis comadres, colegas, amigos y amigas que se conservan en salud y quienes han partido; a mis hijos y mis hijas, a mis hermanos y mi hermana Conchita, mis cuñadas y mi cuñado.
¡Ah!, por supuesto, mis 17 lectores y lectoras lo saben: a Yaz y a Moy, mis cómplices, maestra y maestro que me enseñaron a valorar esta vida que me ha llevado de la mano a cumplir en eso que se llama destino con los objetivos humanos; lo terrenal nos ata, lo espiritual es bálsamo que nos cura las heridas que los avatares dejan en el alma.
Yaz y Moy se fueron, cumplieron su ciclo y el destino así es de cabrón cuando te deja a la intemperie; no perdona y, si es que te cobra factura la pagas porque aprendiste a amar a los hijos que pasaron como un suspiro de niños a adultos y, mira lo que son estos asuntos de la vida: hoy te cobijan y acarician el alma como sólo quienes saben de esto lo entienden.
¡Vaya con esto del duelo perenne! Pero, bueno…
¿Quién no recuerda sus años de la niñez que se gastaba en todo y en nada? Sí, se jugaba en el parque y en el corredor de la vecindad o del edificio de medio pelo.
Y es que, mire usted, quien presuma niñez de larga solvencia sin duda se perdió el sabor de las paletas de hielo endulzado y los taquitos rellenos de nada y bañados en salsa verde con lechuga y rábanos que se vendían en el atrio de la Basílica de Guadalupe.
Mi hermano Anselmo sabe de esto porque fuimos cómplices y salíamos de clases de la escuela primaria Guadalupe Núñez y Parra, para regresar caminando a la casa en la avenida Martín Carrera, porque los 30 centavos para el pasaje del camión nos servían para comprar chucherías.
Clase media o clase calcetín, en el terreno desnudo, polvoriento y de porterías improvisadas jugábamos futbol y ya grandecitos festejábamos con el néctar de los dioses de la afamada pulquería “Los Cacarizos”, de la mera colonia Romero Rubio.
Sí, fueron esos días de esos años en los que esperábamos la llegada de diciembre, pero no sin antes rendir homenaje a nuestros muertos en su día del 1 y 2 de noviembre.
Día de Todos Santos, nada de disfrazarse de Drácula, sólo ir al camposanto de la mano de nuestros mayores que en esos días se volvían sabios y convivían con los difuntos y murmuraban plegarias y quemaban incienso y llevaban flores de cempaxúchitl.
En mi pueblo, San Lorenzo Chiautzingo, en el estado de Puebla, así se recibía a los difuntos, para quienes los altares son homenaje vestido con papel picado y servilletas bordadas de colores y repisas colmadas de pan de muerto y lo que le gustaba al difunto o la difunta. No recuerdo que le gustaba a mi mamá, pero ella estaba presente en ese recuerdo.
Y luego las posadas, de verdad con los peregrinos pidiendo abrigo en alguna de las casas del barrio que se vestían de fiesta y, por supuesto, una vez accedida la posada repartían café y pan, buñuelos o tamales y atole y se rompían piñatas de siete picos, que entonces nos enseñaban en el catecismo eran el símbolo de los siete pecados capitales.
Ya sabrá usted que va a misa: soberbia, avaricia, lujuria, envidia, gula, ira y pereza son los pecados que nadie castiga. Y menos cuando el ejemplo cunde en estos gobiernos dizque salvadores de los mexicanos en desgracia. ¡No me ayudes, Princesa Caramelo!
Bueno, eso en mi pueblo, pero seguramente usted que es mayorcita o mayorcito, de mi rodada, disfrutó de esas posadas en la colonia, con los vecinos que no se agarraban a madrazos durante el festejo, porque era pecado.
Bueno, bueno, no faltaban los pecadores, como en la calle donde crecí, en la avenida 513 de la Unidad Habitacional San Juan de Aragón, aunque generalmente era con invitados.
¡Y qué me dice de los ligues! Se bailaba en las que llamábamos “despacitas”, no las de jerk o hanky panki ni bugaloo, menos twist o rock and roll, eran de la Sonora Santanera o boleros, las de Quique Guzmán y los Teen tops. “Pensaba en ti”, por ejemplo.
O las que cantaban Mona Bell y Lucho Gatica, Daniel Ríolobos ni qué decir las atrevidas de Fernando Fernández, el crooner.
¿Usted dónde creció? ¿Recuerda esas posadas que generalmente terminaban en sagrada borrachera? No lo niegue, total eso fue antier y en el confesionario le cobraron sus pecadillos con diez padres nuestro y una cascada de Ave María.
Hay mil anécdotas que se acumulan con los años, verdad de Perogrullo, mas no todo el mundo las encuaderna en la memoria para consultarlas de tiempo en tiempo, sobre todo cuando se cumplen años o en momentos como éstos de las navidades y la bienvenida a los años nuevos.
Recuerdo, por ejemplo, pláticas con mis compadres Abelardo Martín, Alfredo Camacho, que se nos adelantó, y Efraín Salazar orgulloso de mi comadre Ercilia. Anécdotas compartidas de esos días de reportero policiaco con Evaristo Corona –a quien debo una caricatura– y Roberto Meléndez y Urbano Barrera, de edad más reciente hijo pródigo de Ovaciones.
¡Ah!, ni qué decir de mis colegas de la fuente legislativa. Maru Rojas, Fernando Damián, Héctor Guerrero y antes Juan José Prado, e Ivonne Melgar de los tiempos de la fuente presidencial y hoy en la de Diputados, y su tocaya Ivonne Campos con harto tiempo en San Lázaro como Cecy Hernández y Paty Ramírez y Maxi Peláez, Javier Divany, también mi gemelo Arturo Pansza y Juan Ayala Mendoza.
Recuerdos de mis compañeros y compañeras en la fuente presidencial de hace rato, Polo Regalado, Julio León Sardaneta y Chava Flores Llamas jubilados de la vida material junto con la admirada Ofelia Aguirre y ni qué decir de la vigente Isabel Zamorano y mi amigo Roberto Vizcaíno Aguilar, el matrimonio de Leticia Rocío Hernández y Armando Sepúlveda..
¡Vaya con las y los colegas! Usted habrá de simpatizar con quienes nos ganamos la chuleta en ejercicio del que Gabriel García Márquez bautizó el oficio más bello del mundo, el periodismo. Ahí Paco Rodríguez, columnista excepcional, y el veracruzano Manuel Gómez, estimado Mariscal. Y Juan Bustillos, siempre recordado.
¡Sopas! Requeriría mil cuartillas para escribir nombres, recordar anécdotas, dichos y hechos de mis pares periodistas, reporteros, en medio siglo de andar en estos lares.
Ofrezco disculpas a quienes omito porque el alemán hace estragos en la memoria. Sea por Dios y venga más, solía decir el sabio Don Melquiades Limón, mi abuelo materno.
Por eso, por eso señoras y señores, hoy que el día miércoles 31 de diciembre de 2025 se hace adulto mayor rumbo a la jubilación y se le cae el pelo como hojas del calendario eterno, hay que sentarse un rato, largo rato, para irse en lontananza de los días idos y saberse dueño de lo que se fue y lo que no se ha ido.
¿Cómo despedir al año viejo y recibir al novel? ¡Ay!, esos días de la infancia y la adolescencia, cuando en la secundaria platicábamos de lo vivido en diciembre, en las posadas y la Nochebuena y la Navidad y el Año Nuevo, si hubo ligue. Luego ya jóvenes preparatorianos y los sueños de volar alto, muy alto.
¿Qué vas a ser cuando seas grande? Pregunta recurrente y volvías a la escuela, después al trabajo, a la vida ya despojada de confetis y serpentinas, de ponche y piñatas, de las posadas y la vida de padre o madre en la vuelta del tiempo, con los hijos y las responsabilidades a cuestas. Lo saben Verónica Valdés y Cristina Lemoine, mis compañeras de Ciencias Políticas y mis colegas cecehacheros.
Serenidad y Paciencia, Kalimán dixit, y que nadie se confunda. Son nuestras fiestas y muy nuestros recuerdos, sana forma de no hacerse viejo porque lo de ayer revitaliza, como los amores perdidos que suman experiencia y mañana será mañana.
Por de pronto, usted que me lee, simpatice o no con lo aquí dicho, sea feliz y que 2026 venga a todas margaritas. No se decepcione, los sexenios duran seis años, pero usted es eterno, eterna. Y, bueno, la última y nos vamos. Nos encontramos el año próximo ¿a poco no, Drakko?
sanchezlimon@gmail.com www.entresemana.mx @sanchezlimon1
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