Desde el abogado de los primeros días, pasando por los abogados litigantes ante los Parlamentos de Felipe el Hermoso, hasta nuestros tiempos, han ejercido siempre su profesión con la más completa y absoluta independencia y no se ha dejado de proclamar como el más sagrado de sus derechos. Desde siempre se han convertido en los defensores de los oprimidos, les asiste el derecho y el deber de pronunciar las palabras vengadoras que alivian la conciencia pública. Levantando el valor de los débiles, exhibiendo las audacias y delitos de los poderosos, preparando la más sublime de las obras de justicia a efecto de que el acto soberano del poder repare y enmiende sus propios abusos y tropelías.
Seamos claros en relación del porqué de los escrito:
La Cuarta Transformación de la República, continúa impertérrita en su insana actitud de no indagar a cierto ilustre delincuente de poder. Además de encubrir activamente sus actividades inmobiliarias, con dictámenes técnicos del más pésimo sentido común que muestran una alarmante insensibilidad jurídica ante el deceso de un inocente, propiciado por la notoria negligencia de los verdaderos responsables de la explosión que conmocionó recientemente a la Ciudad de México; así, el mismísimo narcodelincuente ha acuñado la expresión de que las víctimas son los victimarios. Esas incoherentes afirmaciones no han merecido ni la crítica, ni la censura de la Jefa de Gobierno de ésta Capital de la Nación.
Parece imposible que el poder de la Cuarta Transformación de la República entienda que la impunidad que se le brinda a la alta delincuencia es una denotación de insensibilidad jurídica e injusticia, de insensibilidad política e impunidad. Es imposible que comprenda que los verdaderos peligrosos no son los justiciables, sino los delincuentes del poder que han convertido a nuestras instituciones de procuración de justicia en un inmenso albañal o en una gigantesca cloaca de excremento jurídico a la que nunca parece llegarle una indagatoria a fin de finiquitar tanta corrupción.
Como decía Sócrates en el pasado: “El poder es enemigo del hombre, la razón y la justicia”. Prefiere la impunidad a la aplicación de la ley, al derecho y a la aplicación de los principios que otorga la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos a sus gobernados. Así esto ocurre con el poder en lo general, en mucha mayor medida acontece cuando ese poder está contaminado con la narcopolítica y la impunidad.
Mientras tanto, los abogados de ésta República, al igual que los abogados de los primeros días seguirán ejercitando siempre su profesión con la más absoluta independencia, sin abstenerse de proclamar el más sagrado de sus derechos a fin de obtener la justicia que México merece, no la injusticia de la cuál en la actualidad padece.
Sólo cabe agregar que la justicia algún día triunfará en la República y eso será muy pronto, a pesar de los falsos augures que se sostengan desde el interior de la Puerta Mariana.
La Abogacía Independiente de la Nación, seguirá en la lucha. Al final, el triunfo será de la justicia.
Es cuanto.
Lic. Alberto Woolrich Ortíz.
Presidente de la Academia de Derecho
Penal del Colegio de Abogados de México, A.C..