Por Aurelio Contreras Moreno
Uno de los partidos que más caros nos han salido a los mexicanos es ése que pomposamente se hace llamar Verde Ecologista de México.
Surgido a principios de la década de los 90 del siglo pasado, este “instituto político” se ha caracterizado por ser manejado más bien como una franquicia familiar, propiedad de la acaudalada familia González Torres, que ha hecho de la misma uno más de sus negocios, quizás el más exitoso y redituable de todos.
Completamente alejado de la verdadera agenda de los partidos verdes de otras latitudes, particularmente los europeos, el PVEM es un “Frankenstein” que simula abanderar postulados ecologistas, pero cuyo único objetivo es el mismo que el del resto de la partidocracia a la mexicana: ocupar posiciones políticas, manejar presupuesto a su conveniencia y aliarse al mejor postor en época electoral.
A diferencia de muchos otros partidos que han aparecido y desaparecido en México en los últimos 25 años, esa “flexibilidad” política del PVEM, que sin rubor alguno le ha permitido lo mismo aliarse al PAN que con el PRI, también ha sido un factor decisivo para su supervivencia y su crecimiento, al grado de que en el último sexenio por primera vez gobernaron un estado, Chiapas, con un candidato propio, el “mirrey” Manuel Velasco Coello.
A partir del sexenio de Javier Duarte de Ochoa, la franquicia verde en el estado de Veracruz le fue “endosada” al grupo político de su antecesor, el ex gobernador Fidel Herrera Beltrán, que a través de esa vía lanzó la carrera de su hijo Javier Herrera Borunda, actual diputado federal y mandamás de facto de ese partido en la entidad.
Fue así como el Verde Ecologista se transfiguró en “el partido del Fidel” en Veracruz, sirviéndole para mantenerse vigente políticamente sin depender de los vaivenes en el equilibrio de fuerzas dentro del PRI, conocida la animadversión del presidente Enrique Peña Nieto y de varios viejos líderes priistas hacia el ex mandatario veracruzano.
Pero con todo y la debacle del “fidelismo” en la entidad tras la derrota del PRI-PVEM en las elecciones de 2016 ante su más enconado enemigo, Miguel Ángel Yunes Linares, la ascendencia de Herrera Beltrán sobre el Partido Verde en Veracruz se mantuvo intacta, y ahora como antes, es el vehículo a través del cual ese grupo busca sostenerse ante el vendaval que amenaza con arrasarlo, mientras su líder convalece en un hospital de la Ciudad de México a causa de un presunto derrame cerebral.
Y para ello está echando mano de antiguos aliados, de operadores y mercenarios, y de empresarios sin escrúpulos, sin importar cuan impresentables sean, para hacerlos candidatos. Para empezar, a las diputaciones federales.
Por ejemplo, en el distrito de San Andrés Tuxtla el PVEM postuló al ex alcalde priista Manuel Rosendo Pelayo, sobre quien pesan sendas denuncias por peculado y que por ese motivo está siendo investigado por la Fiscalía General del Estado.
A su vez, en el distrito de Veracruz, el Verde lleva como candidato a Antonio Illescas Marín, esposo de la actual diputada federal panista Gabriela Ramírez, que maneja una estructura político-electoral importante en ese distrito bajo la fachada de la asociación civil “Transformando Ideas”, misma que ha puesto al servicio tanto del PAN como del PRI e, incluso, en la pasada elección municipal, de Morena. En el actual proceso buscó primero la postulación por la vía “independiente”, hasta que negoció con el PVEM.
El caso más patético de todos es el de su candidato por el distrito de Córdoba, el empresario José Abella García, dueño de un grotesco pasquín en aquella zona en el que se dedica a insultar hasta a sus familiares, a descargar sus desequilibrios emocionales y a explotar y criminalizar reporteros.
Abella es candidato gracias a una triangulación política singular, que pinta de cuerpo entero a los involucrados: la presidenta municipal panista de Córdoba, Leticia López Landero –quien tiene como empleada en el Ayuntamiento a Paulina Abella, hermana de José-, es a su vez hermana del principal operador del PVEM en toda la región, Tomás López Landero. El mismo que cuando Fidel Herrera renunció al consulado de México en Barcelona mandó pintar numerosas bardas dándole la “bienvenida” a Veracruz.
La podredumbre del Verde tiene el hedor de los muertos. Aunque parece que ellos todavía no se han dado cuenta de que lo están.
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