Mauricio Carrera
Mi amigo, un poeta mayor, me cuenta de sus días como alumno de Arqueles Vela, en la Escuela Nacional de Maestros.
Vestido de manera impecable, con traje casimir de tres piezas, el estridentista daba clases magníficas. La literatura como sabiduría y pasión.
Mandó poner, en uno de los edificios más altos, una manta que decía:
“Queremos aulas sin techos para no aplastar al conocimiento”.
Yo, en lo personal, no conocí a Arqueles Vela, pero sí a Maples Arce y List Arzubide. Mi admiración por el estridentismo no se agota. Leí con interés sus libros, viajo a Xalapa y me imagino Estridentópolis, tuve una bonita edición antigua de Urbe, otra de su primer tomo de memorias, Soberana juventud; me interesé en el Fermín Revueltas estridentista y pude ver “El café de nadie”, pintado por Ramón Alva de la Canal, en lo alto del hueco de las escaleras en casa de Maples Arce.
Devoré La señorita Etcétera.
Le cuento a mi amigo, el poeta mayor:
-Cuando se encuentran por vez primera en El café de nadie, Arqueles Vela le dice a Maples Arce: “Sólo usted y yo existimos, los demás son sombras pegajosas”.
¡Viva el mole de guajolote!