Por: Héctor Calderón Hallal
* El único priísta vivo que ha sabido dar la cara por su partido ante la sociedad, digna y honestamente, es el exsecretario de Gobernación.
Se ha escrito hasta el cansancio que una derrota siempre es huérfana. Que al éxito se arriman en tropel muchos y muy espontáneos progenitores;… y también muchos amigos, seguidores y admiradores. Es la historia del mundo.
De lo adverso nadie es amigo.
No obstante, las grandes proezas del hombre se han hecho a partir de la adversidad. Curiosa paradoja.
Nunca en la historia de la humanidad, hubo un hombre más sólo –por ejemplo- y que pudo haber sentido más pánico ante lo desconocido, que el entonces Teniente Coronel de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos, Michael Collins; quien en 1969, durante el alunizaje de la misión Apolo XI, pilotó en órbita el módulo Columbia, procurando que estuvieran “a cubierta” sus compañeros Armstrong y Aldrin, que realizaban la caminata lunar y no porque fue el tercer hombre en la historia de la humanidad en pisar la luna, su labor fue menos importante que la de los otros dos astronautas.
Mientras orbitaba en la aterradora inmensidad del espacio sideral, ejecutando protocolos de precisión quirúrgica, Collins hizo el trabajo que nadie hubiera querido hacer.
De igual forma, no hay hombre más sólo sobre la faz de la Tierra, que un boxeador en pleno round de combate. Sólo frente a su oponente y ante el juicio permanente de un tercero imparcial que aplica la norma. Y obligado a tirar golpes, para no sucumbir ante el ataque del adversario o para que no lo descalifiquen.
Así, de grandes dosis de soledad, de miedo al fracaso, a lo desconocido, de dolor y de sacrificio, está escrita la historia de la humanidad. Y también de esos ingredientes está compuesto el éxito.
Por otra parte, nadie que se diga un líder congruente o íntegro, de ninguna agrupación o partido en el mundo, tiene la autoridad suficiente para denostar a alguien que le antecedió y que no pudo obtener eso que se llama éxito o victoria.
Estado espiritual o material –por cierto- al que se aspira y cuya definición es tan ambigua y relativa, como ocioso el afán por definirlo.
Mal hace el dirigente nacional actual del PRI entonces, Alejandro Moreno Cárdenas, “Alito”, al descalificar de la forma en que lo hizo recientemente, llamando cínico a Francisco Labastida Ochoa, en respuesta a sus declaraciones en entrevista que concedió a la periodista mexicana Martha Anaya, de El Heraldo Televisión.
Labastida Ochoa fue el primer candidato presidencial del PRI en la historia de esa agrupación política, en “perder” la elección –en aquel año 2000-, dando cauce a un sistema real de competencia de partidos, no sólo formal.
Y lo hizo aceptando con valor, dignidad y honestidad, un resultado donde fue superado por el empresario guanajuatense Vicente Fox Quesada, por un margen de alrededor del 6 % del total sufragado.
Ha enfrentado sólo aquella derrota electoral que, definitivamente no es propia, en esencia.
El “menos peor” de los tres perdedores del PRI que han habido, como dicen en el rancho: Madrazo cayó a la tercera fuerza electoral en el proceso del 2006, al igual que José Antonio Meade en el 2018, sólo que el primero despegado de los dos primeros con 13 y 14 por ciento del segundo y primer lugar, respectivamente; más recientemente José Antonio Meade, despegado del primer lugar con el 37% de los votos.
Una campaña –aquella del año 2000-, boicoteada desde el poder presidencial mismo, por la vía presupuestal y hasta por la vía del sabotaje político deliberado.
La derrota de Labastida, que supo ser un candidato eficaz y ganador en la campaña para Gobernador de Sinaloa, en 1985, imponiéndose al carismático y aguerrido Manuel “Maquío”Clouthier, con una ventaja clara e inobjetable, no fue la derrota de él como individuo en lo particular; fue la derrrota de todo un sistema anquilosado y de todo un período histórico. Fue la forma de demostrar su poder una vez más, el Departamento de Estado del vecino país del norte, sobre nuestra endeble formalidad como estado libre. Fue la exigencia de los petroleros texanos, comandados por los Bush, para incidir, como lo hicieron, en los “planes de negocio” de Pemex en los 18 primeros años del siglo 21.
El economista Labastida supo ser digno en la victoria… y también en la derrota.
Jamás humilló ni tuvo actos de mezquindad con sus oponentes, como lo han tenido en los últimos tiempos, presidentes de la República que sacan a flote ya en el poder sus fobias y resentimientos, hacia oponentes políticos del pasado o el presente: Véase Felipe Calderón con su frase “haiga sido como haiga sido”, que es tan sólo una forma de representar las numerosas acciones que tuvo durante su gobierno desestimando la denuncia de fraude electoral de su más cercano competidor en aquel porceso de 2006; y también véase el caso de Andrés Manuel López Obrador con su “Comandante Borolas” cada que tiene oportunidad, en grosera y burda alusión a su excontrincante político y antecesor en el cargo.
Labastida Ochoa, tuvo un trato deferente, cortés para con su contrincante Manuel Clouthier, antes y después de la contienda.
Sin embargo de Vicente Fox, el discípulo político de “Maquío” Clouthier, -quien por cierto sólo supo aprenderle majaderías-, recibió un trato más allá de lo calumnioso; un trato ofensivo a la integridad personal y familiar de Labastida, el hombre y el varón íntegro que seguramente es.
Mientras que Fox por ejemplo le dijo “Lavestida”, tildándolo de “mañoso”, en una especie de debate político implementado para contrastar ideas de interés público y en beneficio de la nación, quizá en alusión a lo que Fox suponía como atributo de la personalidad de Francisco Labastida, el hombre, quien optó por no responder en ese momento a la ofensa, a la calumnia, a todas luces infundada y, es hora que no ha hecho escarnio tampoco el ofendido, de un hecho que bien pudiera refutar la “sospecha infundada y ofensiva” lanzada por Fox en aquella ocasión:
Francisco Labastida Ochoa es padre biológico de por lo menos 3 seres humanos, hoy tornados en adultos y Vicente Fox…. tuvo que adoptarlos hasta donde se sabe, porque orgánicamente, no tuvo capacidad para engendrar. A eso en Sinaloa, la tierra de Francisco Labastida se le dice, más allá de las formalidades médicas, que le llaman impotencia o esterilidad, según sea, se le dice “carecer de huevos”, de lo que entonces Labastida sí estaba dotado y Fox no, por lo que se ve.
Si FLO hubiera atendido el “impulso bronco” del código postal de su lugar de nacimiento, hubiera fácilmente contestado con un exabrupto alusivo, pero se detuvo por su condición de hombre educado, digno y compasivo, tanto en la derrota como en la victoria.
Lo menos que le pudo haber contestado en aquel momento Labastida, ya entrados en el tono ranchero, hubiera sido: “Pues yo sí pude engendrar hijos, porque tengo con qué, a mí no me abandonó la mujer por impotente ni estéril, como a otros”… pero se contuvo. El pueblo lo vio y la valoró, de alguna manera en aquel momento.
Decoro significa tener honor, respeto; ser digno de ser reconocido por poseer dignidad, honestidad o recato, en todo acto público o privado que una persona desarrolla.
Y eso es lo que ha tenido Labastida ante la derrota que “sufrió” en aquel ya lejano año 2000: Decoro ante la adversidad.
El PRI de Alito y los nuevos “burócratas de partido” que lo heredaron
Sí; tiene mucha razón Labastida cuando le contesta a Martha Anaya que el PRI tiene y tuvo –básicamente- una espléndida militancia que, tal cual es el otrora invencible partidazo, no supo valorar ni atender.
Y que, a contrario sensu, tiene una pésima dirigencia y ha tenido iguales o peores en los últimos tiempos, porque han llegado al pináculo del organigrama partidista, gente por imposición que conciben a la política como un mero tráfico de influencias y de mercantilismo.
Ni Enrique Ochoa Reza ni el actual “Alito” Moreno son por mucho, los cuadros más óptimos que hayan estado al alcance para reimpulsar al partido.
Este 4 de marzo, fecha del aniversario de la fundación del PRI, se debería hacer un homenaje pero no a Calles, el fundador por “decreto” de lo que fue en sus inicios el PRI (PNR), un órgano del estado para encauzar la militancia y la voluntad popular en su sólo traste, donde no hubiera lugar para el disenso ni la crítica.
Ni tampoco homenajes a Cárdenas, ni a Miguel Alemán, ni a Reyes Heroles, ni a Colosio…
Un homenaje más bien a tanto militante anónimo, desconocido, que tuvo genuina fe en la formación de un país con un estado que lo respaldara ante las injusticias, la desigualdad y la falta de oportunidades, heredadas por la condición socio-económica.
Un homenaje a tanta gente que quedó en el camino a lo largo del siglo 20 y lo que va del 21 y que, como reza la liturgia católica, “se durmió en la esperanza de la resurrección”, de la llegada de nuevos tiempos y de un mejor horizonte económico, con bienestar familiar y con más oportunidades.
Porque nunca podrá levantarse el PRI si no hace un acto de contrición público, con acciones, donde reivindique al militante más humilde, al que está desprovisto de cargo, al que nunca ha tenido una oportunidad directiva, al que nunca pudo elevar su voz a una alta tribuna de decisiones de gobierno, por encima del hijo del político, del burócrata del partido, del “narco-político” que llega de buenas a primeras a puestos directivos, respaldado por el arreglo con los dueños de un “Cártel”.
Este lunes 3 de marzo, el exdirigente Enrique Ochoa –reza, de triste memoria para el priísmo, declaró que “el PRI ya no le debe nada a los mexicanos, por lo que ya puede andar con la frente en alto como instituto político”.
Y ese mismo día, “Alito” Moreno, el dirigente nacional, señaló en tono de reproche, que el pueblo de México “hoy sí nos extraña, hoy sí nos necesita”, ante los evidentes yerros del nuevo gobierno encabezado por Morena.
Escasa percepción de la realidad tienen ambos miembros del establishment actual del PRI.
Definitivamente. No están para regañar a nadie. Ni para hacer reproches de ese tipo ni en ese tono al electorado.
Autor: Héctor Calderón Hallal
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