Creisy es un joven escritor que toda su vida ha estado enfermo. Por lo tanto jamás pudo desarrollarse como cualquier persona de su edad. Toda su vida ha consistido en sólo sobrevivir y soportar la soledad que el dolor de su enfermedad le ha ocasionado
Con el pasar de los años Creisy empeora, y su existencia también.
Para este entonces él ya lleva nueve años escribiendo sus memorias, todas las cosas que su enfermedad le ha dado a padecer.
La vida diaria de Creisy se ha vuelto pura desidia, apatía y sin sentido. Pero lo peor de todo es que ha perdido por completo su capacidad para soñar despierto. Él ya no puede hacerlo, inventarse un mundo nuevo, un mundo donde se vea sonriendo. Su dolor se lo impide. Su dolor ha crecido; pareciese habérselo tragado por completo.
Creisy ya no puede escapar de su realidad imaginando. Definitivamente ha empeorado, y él lo sabe.
El tiempo pasa, y el joven va perdiendo su capacidad para hacer la única cosa que lo ha ayudado a mantener una esperanza: ESCRIBIR. Ahora hasta hacer esto lo cansa y lo desquicia. Siente que ya no puede sostener la pluma y así trazar las palabras que lo hagan sentir y ver que no todo está perdido, de que aún puede lograr algo como escritor.
Ser escritor es algo muy difícil, y él lo sabe. Ser escritor es como prostituirse, y él lo sabe. Pero él, que ya casi no puede moverse, tan solo se esfuerza hasta lo imposible por inventar un cuento que lo haga sentir un genio. Después de todo, nadie sabe exactamente su pasado, aquella parte muy dolorosa de toda su niñez. Es por esto que él se siente único.
Creisy lucha día a día, como nadie más. Después de tanto tiempo buscando que alguien le publique, finalmente, como un milagro, un periodista de la capital del país lo ha aceptado. Ahora partes de todo su diario han comenzado a ser publicados en el sitio virtual de éste periodista, así como también todos los cuentos que ha escrito.
Pronto los meses pasan, unos cuatro, y Creisy va cayendo, más y más hondo, en una depresión. Su dolor físico ha disminuido, por fin, pero a cambio de esto todo su ánimo se ha apagado por completo. Ya no siente, ya no sueña, ya no nada. Pero a pesar de esto, él trata de seguir escribiendo, no sin dejar de pensar de que hacer esto no le sirve de nada.
Es diciembre y las escuelas están de vacaciones. Por lo tanto Creisy se ha quedado sin manera para subsistir, para ganar unos cuantos pesos con las ventas de sus cuentos. Y aunque él está deprimido, sabe que lo que verdaderamente le preocupa es ver todo lo que ha sido de su vida, y no ver en dónde está, en ese completo abandono, y sin dinero.
Una y otra vez trata de ser fuerte, pero su dolor y su apatía enseguida lo derriban.
Deprimirse es lo más lógico que podía sucederle, y él más que nadie lo sabe. Trata de descansar, se acuesta, pero el remordimiento y los recuerdos no lo dejan en paz. Se revuelca allí, en todo lo perdido, pero trata de ser positivo. Trata de pensar que todo va a estar bien y de que pronto mejorará para luego conseguir un empleo, y solamente ya no sentirse un desperdicio, un bueno para nada.
Creisy agoniza. Toda su vida se ha ido por el excusado, y ahora él no sabe cómo empezar de nuevo. “He robado demasiado -piensa-, y ya no quiero seguir haciéndolo”.
Creisy ha estado robando libros y revistas de la biblioteca pública del pueblo en donde él vive, para ayudarse a subsistir, pero ahora tampoco esto lo hace sentir aquello que toda su vida quiso y deseó sentir: RESPALDO.
Creisy se siente perdido. No sabe cómo ni por dónde empezar de nuevo. Él no tenía en mente que el proceso de su tratamiento lo engulliría por completo, dejando así solamente pedazos de su mal vivida vida sin vida.
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