CUENTO
Guardado detrás de unas matas de zacate, el pequeño cocodrilo de nombre Greensoft miraba a su padre luchar y forcejear con aquel hombre que con la ayuda de una estaca larga y delgada buscaba someterlo para así poder amarrarle las dos partes que formaban su hocico.
Sabiendo lo que un día de esos podía suceder en su hogar, un pantano donde siempre había vivido felizmente con su esposa y su hijo, el papá cocodrilo le había dado instrucciones muy claras a su hijo. “Es época de caza para los humanos, hijo”, había dicho. “Así que de una vez te digo que estés alerta…”
El pequeño cocodrilo había escuchado con fingida atención cada consejo y orden que su padre le había dado. Porque en el fondo de su mente pensaba que algo como lo que su padre le había contado jamás sucedería a su familia. “Hijo, el año pasado, en un pantano vecino, el señor Benson, junto con su esposa y sus pequeños, fue brutalmente cazado y aniquilado con escopetas…”
Greensoft siempre había sido un cocodrilo muy alegre. Nunca nada lo ponía de mal humor. Y, si alguna vez algo malo le ocurría, en vez de hacer berrinches, solamente empezaba a reírse por lo ocurrido. Su vida siempre había transcurrido tranquila en aquel pantano, hasta el día en que, a eso de las ocho de la mañana, mientras regresaba de comprar, su corazón le dio un vuelco terrible.
“¡Nooo!”, habría querido gritar Greensoft. Pero luego, recordando enseguida lo que su padre le había dicho, no le había quedado más remedio que ahogar todas sus protestas. “Papaaá. ¡¿Qué te están haciendo?!” El señor cocodrilo luchaba con toda sus fuerzas. Cada vez que el cazador le apresaba el hocico con aquel objeto, el cocodrilo rápidamente empezaba a dar vueltas sobre su mismo cuerpo para tratar de zafarse.
Greensoft permanecía absorto en su escondite. Su corazón, desbocado por el miedo que sentía, parecía ir a salirse del pecho. Su padre mientras tanto seguía y seguía luchando contra aquel cazador. Greensoft, cerrando fuertemente sus ojos, rogaba porque su padre le ganase a aquel hombre malo.
El cazador no las había tenido nada fácil. El cocodrilo varias veces había estado a punto de morderle la pierna. Greensoft, cuando lo veía atacar tan ferozmente, sentía que su padre prontamente se libraría de aquella amenaza. Pero entonces, al ver al cazador sacar una pistola de la bolsa de su chamarra, todo su cuerpo empezó a temblarle. Y, antes de que los colmillos de aquel reptil le diesen alcance, sin dejar pasar ni un minuto más, el cazador le disparó en la cabeza. “Bang”.
El ruido de la detonación asustó muchísimo al joven cocodrilo. La muerte de su padre le golpeó muy fuerte a su corazón. Viendo que aquel cocodrilo ya no era más una amenaza, el cazador se agachó y entonces rió al verlo completamente sin vida.
Y este día fue el más triste en la vida de Greensoft, quien al ver como se llevaban arrastrando al cuerpo de su padre se había puesto a llorar por él un montón de lágrimas. El dolor ocasionado por esta perdida, sumado a la ausencia de su madre, ocasionó que él se convirtiese en un cocodrilo muy manso.
En el presente, cuando a la fuerza tiene que salir de su pantano para ir a buscar su alimento, todos los animales se burlan cuando lo ven. “Ahí va el cocodrilo que no come carne”, dicen. Greensoft en efecto, desde la muerte de su padre, decidió que de ahora en adelante solamente comería frutas y verduras.
“¡Pero que cocodrilo más raro!”, murmuran a sus espaldas los sapos, los monos y demás animales. Greensoft avanza hacia donde tiene que ir de manera muy lenta. En su interior solamente él sabe los motivos del por qué es como ahora dicen que es esos habladores.
“De buena gana los mataría a todos mordiéndolos”, piensa. “Pero sé perfectamente que no vale la pena”. “Así que los dejaré que sigan hablando, que para eso la naturaleza les puso boca”. “Sigan animales”, piensa para sus adentros Greensoft mientras va alejándose. “Sigan diciendo de mí cuanto se les ocurra”. “De buena gana los mataría con una de mis mordidas, sí. Pero aunque lo hiciera, bien que sé que eso no traería de regreso a mis padres”…
Y todas las noches, bajo la luz de la luna; mientras los grillos cantan, y mientras los leones rugen, Greensoft, escuchando a los demás de su especie reír y divertirse en sus pantanos, solamente permanece quieto y en silencio, llorando cientos y cientos de lágrimas de cocodrilo por su padre que jamás ha de volver.
FIN.
Anthony Smart
Agosto/08/2019