Javier Peñalosa Castro
Esta semana Andrés Manuel López Obrador presentó su declaración 3 de 3. Dijo que gana 50 mil pesos mensuales y que los bienes que tenía se los cedió a sus hijos. Prominentes líderes del Partido Acción Nacional manifestaron que les provocaba risa lo declarado por el tabasqueño, pese a que no existen siquiera rumores de bienes mal habidos o cuentas en moneda extranjera radicadas en paraísos fiscales, inversiones en La Florida, o negocios hechos a través de prestanombres o validos.
Mientras tanto, Peña Nieto y su Gaviota siguen pidiendo disculpas por las “percepciones” de la gente acerca de la forma en que se allegan bienes raíces en México y6 otras latitudes. Sin embargo, a nadie convencen de su inocencia en cuanto al tráfico de influencias y la opacidad en el recibimiento de prebendas, favores, regalos y otras canonjías, que aunque no haya logrado descubrir el pequeño e incondicional Virgilio Andrade, investido como secretario de la Función Pública para exonerar a la nueva “pareja presidencial”, ahí están y son del tamaño de una catedral.
A López Obrador, sin duda, puede acusársele de necio, intransigente o de ser poco diplomático, pero difícilmente de ladrón.
Sin embargo, y pese a su oferta de perdonar (sin olvido) a quienes forman lo que él mismo ha bautizado como “la mafia del poder”, ha de haber caído como balde de agua helada, la presentación de la citada declaración patrimonial y estas declaraciones deben haber caído como balde de agua helada a políticos y empresarios de altos vuelos; especialmente a los que están instalados en la expoliación y el saqueo impune desde hace más de tres décadas (del gobierno de Miguel de la Madrid para acá, incluida la docena trágica a cargo de Fox y Calderón).
Especialmente sobre la imagen de este segundo mandamás de origen panista pesan aún los faraónicos y escandalosamente caros festejos del bicentenario de la Independencia y el centenario de la Revolución Mexicana, cuya expresión más notoria es la famosa “estafa de luz”, el monumento al mal gusto construido en la puerta de acceso al bosque de Chapultepec, que en nada evoca las fechas conmemoradas, el cual contrasta, por su insignificancia y nulo valor estético, con los rascacielos que han ido erigiéndose en la zona.
Habría que recordar también que pertenecen al PAN el flamante gobernador electo de Veracruz, Miguel Ángel Yunes Linares, señalado como saqueador durante su gestión como director del ISSSTE, y señalado como poseedor de una enorme fortuna de origen inexplicable (al menos en apego a la ley), y el presidente de la Mesa Directiva del Senado, Roberto Gil Zuarth, hombre de confianza de Calderón (y de su pareja con aspiraciones presidenciales), quien adquirió un departamento en la mejor zona de Polanco a precio de ganga, y lo convirtió en el nidito de amor que comparte tras haberse casado con la cantante Patilú.
Y mientras políticos, empresarios y textoservidores cuestionan el patrimonio del tabasqueño, campeones como los gobernadores entrante y saliente de Veracruz discuten sobre quién tiene mayores merecimientos para ir a prisión por el saqueo despiadado al que, en su momento, sometieron a la hacienda pública.
En tanto, en el PRI, tras el relevo en la Presidencia, menudean las acusaciones de corrupción, en un ejercicio qu8e hace recordar el viejo ardid de los ladrones de desviar la atención de la gente con sus gritos de “al ladrón, al ladrón”. Con la falta de credibilidad casi absoluta hacia Peña y su camarilla, no parece que la pretendida lucha contra la corrupción que dice encabezar Enrique Ochoa, flamante dirigente de ese partido, vaya a rendir el menor fruto. En tanto no se capture al menos a un “pez mediano”, la gente seguirá considerando sus declaraciones como mera demagogia.
Del Verde Ecologista, mejore ni hablar. Donde se le mueva, saltan las trapacerías y latrocinios, por supuesto, aderezados con impunidad, sin importar si venden sus siglas a priistas, panistas o quien resulte el mejor postor.
En el PRD también hace aire, y aunque la lista es larga, llama la atención la desatinada y cuestionada gestión de Graco Ramírez como gobernador de Morelos, quien reparte maíz a manos llenas para que se hable de él y —lo peor es que lo cree– posicionarse como precandidato a la Presidencia.
En suma, en este simulacro de “destape” de la corrupción, queda claro que difícilmente habrá quien pueda lanzar la primera piedra.
Al respecto, suena demasiado sensata la propuesta de López Obrador de extender el perdón a quienes han saqueado y vandalizado al País a cambio de no olvidar cómo fue extendiéndose el manto de la impunidad.
Sin duda, más temprano que tarde habrá que llevar a juicio a este hatajo de delincuentes de cuello blanco (y no tanto), aplicarles penas ejemplares (especialmente económicas, para recuperar parte de lo que han saqueado) y establecer un nuevo marco jurídico que dé certidumbre a los ciudadanos de que no volverán a ser burlados por los malos gobernantes y sus cómplices.