RODOLFO VILLARREAL RÍOS
Como lo mencionamos en el escrito de la semana anterior, en éste, nos ocuparemos de continuar con la exposición de Erasmo Seguín Fuentes, uno de los tatarabuelos maternos de Ignacio Zaragoza Seguín, quien a toda costa buscó demostrar, en 1824, que la unión de Texas con Coahuila solamente beneficiaría a esta entidad y nada reportaría en pro del progreso de la primera. Retomemos el discurso del político texano en el Congreso Constituyente de 1824.
Don Erasmo empezaba a jugar la carta de la lejanía para objetar la unión, el rabo del lobo comenzaba a asomarse debajo de la piel de oveja. En ese contexto, argüía: “…la residencia de los poderes del estado de Coahuila, debe de ser en el Saltillo, por ser el lugar de mayor riqueza, población e ilustración, que dista de las principales poblaciones de Texas 200 y más leguas [más de 965.60 kilómetros,; y sí su administración interior ha de depender siempre de autoridades lejanas y a las que no se puede ocurrir sino atravesando grandes despoblados, es mejor sin duda que permanezca bajo la protección de los poderes generales de la federación que al final tiene incomparablemente más recursos para promover y aumentar su prosperidad”. Vaya razonamiento tan extraño objetaba la distancia entre Saltillo y los poblados más importantes de Texas, pero no mencionaba nada en ese sentido con respecto a la ubicación de los poderes federales establecidos a una lejanía de +/- 1900 kilómetros, alrededor de 394 leguas. Sus alegatos no se reducían a leguas.
Procedía a efectuar comparaciones de cómo habían sido abordadas situaciones similares a la que él defendía. En ese sentido, preguntaba: “¿No acaba de alegarse, en favor de Tlaxcala, que si determina unirse a Puebla quedara de peor condición que si se erige en territorio como que en éste último caso tiene menos dificultad para elevarse después al rango de estado, conforme a los artículos aprobados ya, de la constitución?
¿Pues por qué no se tiene presente esta misma consideración con respecto de Texas?; ¿Por qué también no se dispensa a su voluntad manifestada tan terminantemente la misma diferencia que se tuvo con Colima y que después se ha querido tener a Tlaxcala, o el resolver contra su voluntad, será acaso el premio debido a su constancia, fidelidad y a los continuos sacrificios personales que ha hecho en defensa suya y de todas sus comarcanas, por casi un siglo y medio?” No se vaya a creer que Seguín solamente estaba preocupado por su estado. Su interés, al menos así lo decía, era “…el general de toda la federación”.
Ante ello, demandaba a la soberanía del Congreso “… desechar el dictamen que se discute porque siendo, en mi entender, que el aumento y progresión de mi provincia sólo pueden dárselo los poderes supremos generales, y que del aumento de su población, y del particular cuidado que se tenga de sus fronteras limítrofes , como de su parte litoral, depende la seguridad de nuestra nación por aquella parte, es claro que toda la nación debe empeñarse en el formato de ella contribuyendo con sus fondos generales”. Acto seguido, procedió a embarcarse en una descripción de lo que era Texas y los problemas que enfrentaba.
Indicaba que “la provincia de Texas… es un espacio de más de trescientas leguas de longitud [1448.41 kilómetros], y más de ciento [482.03 kilómetros] de latitud, se ve hoy reducida a su capital Béjar, al presidio de La Bahía…”, antes de continuar mencionemos algo respecto a este último lugar.
En ese lugar, hoy llamado Goliad, nació, el 24 de marzo de 1829, Ignacio Zaragoza Seguin. En octubre de 1835, ahí se desarrollaría la llamada Batalla de Goliad resultando victoriosas las tropas texanas, y en marzo de 1836, tras de los combates de Refugio y Coleto, entre 425 y 445 prisioneros pertenecientes al ejército de Texas fueron ejecutados por las tropas mexicanas. Efectuadas estas precisiones al calce, volvamos a septiembre de 1824 en el Congreso mexicano.
Seguín Fuentes mencionaba dentro de la descripción de lo que era Texas como, también, se tenían “… seis misiones casi enteramente abandonadas de manera que apenas cuenta con dos mil seiscientas almas , porque después que en el año de 1813, desarmó el brigadier [del ejército realista español, José Joaquín De] Arredondo [y Mioño] a aquellos honrados vecinos , confiscándoles a muchos de ellos sus pocos bienes y cometiendo otras mil traperías, por sofocar sus justos deseos de independencia, fue preciso abandonar los establecimientos y puntos de defensa que había anteriormente en los ríos de Guadalupe, Sn. Marcos, el Colorado, los Brazos, Trinidad, Nacogdoches y el Alamosito…”.
Derivado de lo anterior, “…requieren sus infelices habitantes de andar errantes por los bosques buscando caza para el sustento de su familia con inminente peligro de ser sacrificados por los bárbaros; de aquí el riesgo muy próximo con que uno u otro apenas puede dedicarse a la agricultura; de aquí la falta de comunicación con las otras provincias sos inmediatas por meses enteros a causa de no haber soldados que conduzcan la correspondencia del correo ordinario…” Acorde con dicha narrativa, Texas se había convertido en un estado con un numero grande de trashumantes quienes vivían a salto de mata dejando despoblados amplios territorios de la entidad. Pero no todos permanecían en los límites de la entidad.
Conforme a la descripción de don Erasmo De Jesús, ante el estado de cosas poco esperanzador, se daba una “…emigración continua de familias enteras al estado de Luisiana; y de aquí en fin lo muy expuesto que está Texas a solicitar el amparo de los Estados Unidos angloamericanos, según esté el disgusto general de sus habitantes , como me lo ha dicho oficialmente aquella diputación provincial, y como lo ha representado también el comandante general D. Felipe De la Garza [y Cisneros, el mismo quien, el 19 de julio de 1824, ordenó la ejecución del criollo quien se sintió noble, Agustín Cosme Damián] ; y, aunque no lo desean, no será extraño que lo hagan, porque no contando con un momento de seguridad personal, y viéndose abandonados enteramente, están justamente desesperados y con el sentimiento de que no se les da oído a sus quejas; estos males no son nuevos y si no se pone remedio muy pronto se perderá aquella provincia”. Si a esto agregamos que, para ese momento, Stephen Fuller Austin, el hijo de Moses, ya había iniciado el proceso la colonización no queda sino, en términos teatrales, clamar primera llamada, primera. Para confirmar que eso no era algo sin sentido, retornemos a la perorata de Seguín Fuentes.
Continuaba con su rosario de quejas al mencionar como “la poca tropa que hay en ella [Texas] hace cerca de año y medio que no se socorre, y, sin embargo, tiene todavía la inimitable constancia de permanecer en el servicio, aunque tiene que salir todos los días al campo a buscar lo muy preciso de sus alimentos para no perecer de hambre.
Ella tiene la obligación de conducir la correspondencia ordinaria, y por falta de estar desmontada se ha mandado tomar de la estafeta ocho pesos que dudo mucho los produzca mensualmente para pagar uno que lleve y traiga la valija. Últimamente para contentar a los indios con el regalo a que están acostumbrados recibir [ya lo dijimos, ese el ancestro del llamado derecho de piso] y que acaban de hacerles en Béjar, viendo que no podían contar con los 211 pesos que he referido ya, fue preciso que se juntaran los vecinos y cada uno ha contribuido (para alivio de sus muchos males) con maíz, frijol o con lo que ha podido , quitándoselo del sustento necesario a sus miserables hijos de manera… que es menester dudar si son gentes las que sufren semejantes cosas”. Para ese momento, al ancestro del general Zaragoza ya lo invadía la auto conmiseración y antes de terminar su discurso buscó dejar una imagen de cuan cruda era la situación por aquellos lares.
Recurriendo, una vez más, al cuestionamiento indicaba: “¿Y cómo en éste triste estado podrá aquella desventurada provincia resistir a innumerables tribus de indios que la cercan y no cesan de hostilizarla de las que sólo las de los comanches cuentan con más de 411 hombres de armas muy guerreros e intrépidos? ¿Cómo hacerse obedecer de los extranjeros que habitan en Nacogdoches, y su territorio, cuyo número es ya mayor al de los hijos del país que obedecen cuando les conviene a las autoridades y cuando no, no?
¿Cómo contener y castigar el enjambre de malhechores que de todas partes van a refugiarse allí? ¿Cómo impedir un desembarco, si se intentara, por las potencias europeas en sus puertos, que acaso son los mejores de toda la república? ¿Cómo en fin ocurrir a una tentativa que hicieran los Estados Unidos angloamericanos sino para ocupar toda la provincia, al menos para extender más acá sus límites?” No había duda, don Erasmo daba la segunda llamada, segunda.
Acto seguido, don Erasmo clamaba “en el nombre sagrado de la patria, que se digne fijar su soberana atención en el inminentísimo riesgo a que está expuesta mi desgraciada provincia si los auxilios de que tanto necesita se le hubieran de franquear por otra que esta lo mismo que ella respecto a la pobreza. No señor, mi provincia necesita una mano fuerte y poderosa que la proteja, que la fomente y sobre todo que cuide de su seguridad y de su existencia; sólo el supremo gobierno puede hacerlo y por ello quiere permanecer en clase de territorio, y en esto se interesa nada menos que la integridad de la república… Texas no quiere unirse con Coahuila y suplico a V. Sob. [Vuestra Soberanía] acceda a sus deseos; no espera socorros ninguno de la propia Coahuila y esto es lo que más necesita; así que por el bien de mi provincia y de toda la federación entera, fundado en las razones que he expuesto, V. Sob. se servirá declarar en territorio de la federación mandando que los artículos que están en discusión vuelvan a comisiones…”. La tercera llamada tercera, llegaba más clara que ninguna otra, aun cuando tardaría un poco en dar inicio la actuación.
Era evidente que los texanos, en voz de Seguín Fuentes, lanzaron notoriamente una advertencia. Estaban conscientes de que el gobierno federal no tenía capacidad para satisfacer todo lo que demandaban y que la respuesta positiva a sus requerimientos no podía venir sino de la región del Este. Su negativa para unirse a Coahuila era el pretexto para no estar atados a un poder cercano que, en un momento dado pudiera mantenerlos unidos al país.
A pesar de la vehemencia con que fueron expuesto, los argumentos del diputado texano no fueron atendidos. Ni sé impidió la fusión con Coahuila que perduraría de 1824 a 1836, y nadie en el gobierno mexicano puso atención a las advertencias de que Texas requería apoyos concretos.
Durante once años, el proceso de colonización anglosajón se intensificó y los mexicanos moradores de Texas fueran convenciéndose de que el gobierno central mexicano nunca sería capaz de satisfacer sus demandas. Cansados de esa indiferencia, el 2 de octubre de 1835, los texanos se levantaron en armas para declararse independientes de Mexico. La lucha duraría hasta el 21 de abril cuando las tropas de Sam Houston derrotan a las de López de Santa Anna en la Batalla de San Jacinto.
López De Santa Anna, en calidad de prisionero, no tuvo otra opción sino firmar, el 14 de mayo de 1836, los Tratados de Velasco mediante los cuales aceptaba la independencia de Texas que se convertía en una república, calidad que mantuvo hasta el 4 de julio de 1845 cuando el Congreso de Texas aprobó el Tratado de Anexión a los Estados Unidos de América. El 29 de diciembre de ese año, el presidente James Knox Polk firmó el decreto que convertía a Texas en el estado número 28 de la Unión. Las advertencias de aquel diputado texano se convertían en toda una realidad, su entidad sería respaldada por “mano fuerte y poderosa que la proteja, que la fomente y sobre todo que cuide de su seguridad y de su existencia…”.
Quien le iba a decir a Juan José María Erasmo de Jesús Seguín Fuentes que, en el futuro, aquella entidad a la cual desdeñaba habría de llamarse Coahuila de Zaragoza en honor a uno de sus tataranietos, también, convertido en el primer héroe binacional, Ignacio Zaragoza Seguín. vimarisch53@hotmail.com
Añadido (24.40.125) ¿Por qué les extraña la actitud del francesito Macron en contra de los judíos? Responde a la tradición francesa. ¿Ya olvidaron el affaire Dreyfus a finales del Siglo XIX, principios del XX? O ¿Acaso, no recuerdan comportamiento del mariscal Philippe Pétain y sus coterráneos quienes, en 1940, al ver llegar a las tropas de la bestia austriaca, inmediatamente, les rindieron pleitesía? O ¿han dejado de lado que, en 1942, expulsaron a los judíos y los enviaron a los campos de concentración nazis? El cuento de la resistencia francesa es eso. Charles De Gaulle salió corriendo hacia Inglaterra en donde se la pasó emitiendo discursos. Lo de las plaquitas en cada esquina de las calles de Paris es otra fantasía que se vende para los crédulos.
Añadido (24.40.126) Cuanta razón tiene nuestro hermano, José Gerardo, cuando nos dice que, en nuestro país, los medios de comunicación tratan de vendernos el proceso electoral estadounidense como si lo que opinamos nosotros o cualquiera de nuestros analistas fuera a influir a la hora de elegir quien los gobernará entre 2025 y 2029. Independientemente de que podemos opinar sobre las consecuencias que tendrá el que uno u otra sea electo, lo que aquí digamos en nada influye en el ánimo de los electores estadounidenses, ni siquiera en los de origen latino quienes viven una realidad que nada tiene que ver con nosotros.