Claudia Rodríguez
Es una regla con sus excepciones. Cuando la gran mayoría de los componentes de una entidad de gobierno están podridos, alcanza esa putrefacción a más, hasta invadirlo casi todo.
Lo que recién se vivió en el Estado de México en una elección para gobernador con mecanismos sobre todo coercitivos de la voluntad electoral de los ciudadanos que se gesta no sólo en los días de campaña, sino de manera frecuente y recurrente entre la población con más necesidades de infraestructura de todo tipo, e incluso familiares y personales; es un signo indiscutible del grado de descomposición de las instituciones.
No sólo las instancias de gobierno y democráticas tienen grandes surcos de humedad que están cavando los hombres ambiciosos de poder, sólo para referirse al terreno del Estado de México; también el ámbito de justicia y legalidad están pasando graves aprietos.
Si ya de por sí la inseguridad en la entidad que dicen gobernará el priista Alfredo Del Mazo, es de grados superlativos, es terrible que los órganos de justicia, estén pasando graves problemas.
Sólo en el ámbito civil, es tal la corrupción en los juzgados que en cualquier proceso que se alargue en audiencias, no cumple el principio de continuidad del mismo juzgador a lo largo de todo el juicio y hasta su conclusión.
En el ámbito penal, la situación no es distinta, incluso es aún más extrema porque desde los policías que puedan reportar un ilícito, los ministerios públicos, los celadores y claro, hasta el techo del juzgador, los procesos muestran inusitadas anomalías.
El que José Octavio, el supuesto violador y asesino de la pequeña Teresa Valeria; recluido en el penal de Neza Bordo para iniciar el proceso acusatorio, resulta que a dicho de las mismas autoridades se suicidó por ahorcamiento en una celda que compartía con otros tres internos, no es increíble, sino terrible; porque esto quiere decir, que son los reos capaces de infringir reglas de todo tipo a vista de sus cuidadores.
Es casi igual al caso del llamado Coqueto, quien hace unos años en el mismo Estado de México, fue capturado y acusado de asesinar en serie a mujeres que abordaban su microbús con ruta hacia el entonces Distrito Federal, y ya capturado y esposado, se escapó de sus vigilantes que estaban, a decir de su propia confesión, dormidos.
Los casos de José Octavio y de El Coqueto, son sólo símbolos de la descomposición y corrupción del sistema penal mexiquense, que igual que muchos otros ámbitos de ese gobierno están hediondos.
Acta Divina… Fiscalía mexiquense confirma el suicidio del presunto asesino de Valeria Teresa, en custodia penitenciaria.
Para advertir… Se necesita un asesino, un suicidio, una muerte o una noticia.
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