Claudia Rodríguez
Se escuchan decenas de voces al cierre de las campañas políticas rumbo al día D, de la votación nacional de este primero de julio; que señalan la inutilidad de las encuestas y que lo único que contará son los números de votos emitidos en urnas y contabilizados en casillas el mismo día de la elección.
Desestimar una encuesta es tanto como demeritar el trabajo de todos quienes realizan estos ejercicios demoscópicos con fines distintos; desde cuestiones de mercadeo hasta de mediciones de variables sociales y políticas.
Las encuestas son utilizadas incluso por la Administración Pública en diferentes órganos de gobierno para detectar anomalías en un sector o hasta para trazar políticas públicas.
La encuesta es un instrumento que ayuda a medir mediante una muestra, qué sucede en un universo señalado para lo que igual se considera un determinado margen de error, mismo que es distinto a un sesgo predeterminado.
Los sondeos o encuestas que arribaron desde hace décadas a las campañas políticas del país y que han orientado las tácticas de campaña de los candidatos en elecciones pasadas, en los últimos sexenios han tenido serios reveses, porque muchas de las mismas no lograron la lectura de la real intención del voto de los ciudadanos, por lo que en distintas jornadas electorales los resultados en las urnas, les resultaron adversos.
Hoy la gran ventaja que la mayoría de las encuestadores le dan al candidato presidencial Andrés Manuel López Obrador de la coalición Juntos Haremos Historia, así como la ubicación en segundo lugar de Ricardo Anaya del Frente por México, lo que revela de antemano, es el gran hartazgo nacional que los mexicanos tienen por el Partido Revolucionario Institucional (PRI) que promete en campaña dar revés a todos los ámbitos anómalos y hasta peligrosos para la vida nacional, que ellos mismos han provocado por ambición o inacción.
Pero sobre todo, Andrés Manuel logró convertir ese repudio priista, en propuesta de cambio en sentido de 180 grados y más allá de lo que se desestime su preferencia en el reflejo de las encuestas, sus seguidores y posibles votantes han inundado las redes de comentarios en favor del morenista.
Hay encuestas que se confeccionan con interés deliberado como las de Twitter o Facebook que suelen ser abiertas, pero que muchas veces perjudican más que ayudar a quienes abren el foro. Habría que preguntar al respecto cómo le fue a Jorge Castañeda con Anaya, luego que publicitó la encuesta twittera que colocó a López Obrador muy por arriba de su candidato.
En efecto, las encuestas quedarán ya para la historia de esta campaña, pero algo muy grave debe ocurrir si es que el carro que viene en sentido contrario, es el que resulte vencedor.
Acta Divina… José Antonio Meade, candidato priista de la coalición Todos por México, manifiesta no creer en las encuestas porque no definen al ganador.
Para advertir… Y si supieran que hasta grandes apuestas corren, justo basadas en los resultados y preferencias marcadas de las mismas encuestas.
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