NEMESIS
Fernando Meraz Mejorado
Un fenómeno que permite evaluar la popularidad o el repudio de un político, está principalmente en los estadios, plazas comerciales y de toros, o sitios concurridos. En mitines políticos asistencia es, en mayoría, integrada por acarreados y pagados para aplaudir y gritar porras a cambio de unos pesos y una torta.
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Esto viene a cuento, porque ni Sheinbaum, ni su jefe Obrador, Gerardo Noroña, ni mucho menos Adán Augusto, ni la caterva de rufianes que caminan tras ellos, han aceptado presentarse en escenarios a cielo abierto.
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La verdad, escrito está, que los abucheos, son voces airadas de repudio contra políticos en el gobierno, en el poder o fuera de él. Hasta ahora han sido simples expresiones, del descontento ciudadano. Pero bajo ese repudio hay reacciones políticas, y mediáticas que laceran profundamente al pueblo bueno y sabio, que además, se siente burlado por los que, además roban cuanto pueden.
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Los políticos reaccionan a la condena pública casi siempre con torpezas. Desde intentos de calmar a la multitud, desde pedir respeto, o ignorar sin éxito, el aluvión de gritos o bien molestarse y confrontar al público rugiente y burlón. Cero resultados.
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Otros políticos, o sus partidos, salen en defensa del abucheado, condenando a los autores o restándole importancia, que son de mal gusto o que no se deben realizar en eventos institucionales.
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En su defensa los operadores políticos replican a los interpelados que los abucheos no son espontáneos, sino que forman parte de un “compló” o decir que están pagados por la oposicion político para desestabilizar o dañar su imagen.
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Los abucheos llegan ser noticia principal en los medios y se propagan como reguero de pólvora en redes sociales, generando amplio debate público sobre las razones del descontento.
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Analistas, politólogos, periodistas y agencias encuestadoras estudian estos eventos como indicadores de los niveles de aprobación o rechazo de la figura abucheada, para encontrar la raíz del el descontento social subyacente.
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También sirven como eficaz termómetro social que políticos y sus publicistas emplean en busca de estrategias, a costos multimillonarios para minimizar el daño a su capital político. Sin embargo la corrupción que generó López Obrador, también alcanzó a oportunistas que abrieron encuestadoras y las encuestas se tornaron minas de oro y proliferaron en el país. Tras las elecciones de este año, se probó que han perdido casi 40 por ciento de credibilidad y eficacia.
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Los abucheos son voces airadas de las multitudes, son el juicio del pueblo sabio y bueno expresado a cielo abierto, es la calificación que merece el político en la palestra.
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En México el tigre ya ya comenzó a despertar, a mostrar sus colmillos. Los vivales nunca tomaron en serio la advertencia del Maestro Reyes Heroles “No despertemos al México bronco”.
Estos, como vimos en las manifestaciones y marchas y plantones más recientes, son el preludio de que la iracundia y la cólera despierten. Las rechiflas ya hace tiempo comenzaron y no son pocas. Claudia el pejelagarto, Adán Augusto, Noroña, Marina del Pilar, Ignacio Mier, han sido los blancos favoritos pero hay más, muchos más quienes tienen hastiado al pueblo.
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Hace apenas unas décadas, los políticos medían su popularidad en el asistiendo a los toros o el beisbol…
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Así surguieron las encuestas, que cuando López Obrador, quien al encontrar la manera de manipularlas con éxito, proliferaron en todas partes y son, aunque esto no ha sido probado, perfectas máquinas para lavar dinero sucio.
Así son los estilos, usos y costumbres de la política en México. – oOo –





