Desde Filomeno Mata 8
Por Mouris Salloum George
Boletines oficiales reseñan que la falta de recursos y la necesidad de administrar lo mejor que se pueda el presupuesto de 112 mil 557 millones 168 mil 656 pesos otorgado este año a la Secretaría de la Defensa Nacional, ha hecho que “el alto mando” ordene el cese de pago de raciones alimenticias al personal de tropa.
Las tropas y unidades de la I Región Militar, las más grandes de todo el país, con poco más de sesenta mil elementos, son las primeras en vivir esta situación de recortes, limitación de recursos y gasto restringido a lo estrictamente necesario.
La SEDENA vive una crisis de recursos que la obliga a reducir al máximo gastos estratégicos como son el combustible de todas las aeronaves de la Fuerza Aérea Mexicana, la papelería de la institución, la movilidad de sus unidades terrestres y sobre todo las raciones alimenticias de la tropa que no asiste a laborar, también por atenderse cuestiones del Covid.
Obviamente, esta situación es paradójica con lo que acontece en otros niveles de las fuerzas armadas, toda vez que las cúpulas, encargadas de todas las obras civiles que está proyectando el gobierno, están por encima de toda necesidad elemental.
Hay versiones recurrentes y coincidentes en cuanto a que las cantidades de dinero que corren entre los entorchados y no son compartidas por los niveles inferiores no tienen punto de comparación con lo que ocurre en las actividades operativas.
El INEGI da a conocer al mismo tiempo una encuesta en la que el cuarenta por ciento de los mexicanos estaría de acuerdo con un gobierno encabezado por militares.
Las preguntas sobre la inclinación ciudadana hacia un gobierno de militares no había sido incluida en anteriores mediciones sobre la cultura cívica que había hecho el INEGI. Parece que el cambio en la dirección del Instituto fue más que de operadores, un cambio de estrategia en la cuestión demoscópica. Zedryk Raziel, reportero de “Cuatoscuro” lo reporta ampliamente.
Por otro lado, muchos opinan que la militarización nunca ha sido garantía de nada en México, excepto para algunos episodios de la aplicación del Plan DNIII- E, pues sus participaciones en terremotos, huracanes, ciclones y tragedias sociales han dejado testimonios para el olvido.
La decisión de conceder una parte importante de la administración, el cobro de impuestos y la vigilancia de las aduanas y los puertos y aeropuertos, substituir el servicio civil tributario, construir el tren maya, las sucursales del banco del Bienestar, los cuarteles de la Guardia Nacional y demás, es apresurada, por decir lo menos.
El país requiere en estos momentos mandar una señal de certeza, de seguridad, de certidumbre a los inversionistas del mundo. Si algunos pensaban regresar, es hora de reflexionarlo demasiado bien.
Todos queremos que le vaya bien a México, un México civil, democrático, plural, abierto al encuentro de todas las ideas. Administrado por sus mejores hombres y mujeres.
Abierto a las economías del conocimiento, a las nuevas tecnologías y a la competencia internacional.