Desde Filomeno Mata 8
Mouris Salloum George*
Pongamos el tema en contexto: desde 1930, al segundo año de fundación del PNR -con el intermedio de la Docena Trágica-, hasta 2012, el Partido de la Revolución se ha alzado 13 veces con la Presidencia de la República.
En estas horas, la candidatura de José Antonio Meade y su incierto triunfo, están prendidos de alfileres.
Mañana el PRI cumple 89 años. Llega a su achacosa senectud en un clima totalmente adverso. A 5 años de su retorno a Los Pinos, el balance no da para colocarlo en marco.
Son las columnas “del debe” las que dificultan el posicionamiento del candidato de tres siglas en el ánimo de los votantes.
Seguramente, el Presidente no percibe; ha de tener elementos duros de evaluación, que lo inducen a expresar su inquietud y su impotencia de no poder participar en apoyo de la campaña de su partido.
El mexiquense declaró el pasado miércoles su irritado desaliento por las restricciones que le impone el régimen electoral, las que, sin embargo, se dispone a acatar.
Puede decirse que el Ejecutivo paga, con el pecado, la penitencia. En 2014 tuvo la oportunidad de prevenir entuertos al procesarse la reforma electoral.
El Presidente dio prioridad a otras reformas que consideró consustanciales a su visión del desarrollo nacional. Es el clásico estilo personal de gobernar.
Es, precisamente, el modelo de régimen electoral el que está en cuestión. Los propios árbitros electorales toman como coartada sus limitantes normas para explicar resoluciones que no dejan satisfechos a los beligerantes.
Subyace en ese fenómeno un asunto mayor: La negación sistemática a dar el salto de una ya inoperante democracia representativa a una democracia participativa, en la que la intervención directa de la sociedad tenga espacios más expeditos y eficaces.
En los anchos márgenes de la ley, extendidos aún más por la permisividad y la tolerancia de la autoridad, los adversarios no se mueven sujetos al imperativo de civilidad. Literalmente, chapotean en océanos de lodo donde la incriminación mutua, el exabrupto y la injuria son moneda corriente.
Las imputaciones, muchas de las cuales no pasan de mera operación mediática, sólo excepcionalmente están siendo consideradas materia de delito.
No es ese el punto. Con una Procuraduría General en manos de un provisional y la insuficiencia de fiscales especializados para darle curso a las denuncias interpuestas, es de temerse que, si se optara por consignaciones judiciales, los procesos y eventuales sentencias se producirán después l de julio.
El punto es que, mientras la conflictividad en la contienda se sale de control, los consejeros y magistrados electorales se han trepado a su propio ring, ofreciendo morboso júbilo a las galerías.
Así no pueden esperarse elecciones pacíficas y, lo que resulte del enlodado proceso, no acreditará legitimidad a quienes sean declarados triunfadores. Ya sabemos como terminan las victorias de Pirro.
*Director General del Club de Periodistas de México, A.C.