Por Aurelio Contreras Moreno
Las listas de candidatos a legisladores por la vía de la representación proporcional suelen ser fiel reflejo de los intereses de los grupos de poder que controlan en el momento a los partidos políticos que llevan a cabo dichas postulaciones.
Tanto en el ámbito federal como en el local, las candidaturas plurinominales se determinan a partir de cuotas para sectores u organizaciones –particularmente en el caso del PRI-, así como para colocar en las cámaras a los “notables” de los partidos y grupos políticos que se encargarán en buena medida de dirigir los trabajos legislativos, generalmente en su particular favor.
Pero también es una práctica socorrida otorgar candidaturas plurinominales, que garantizan acceso seguro a la comodidad de una curul, para cerrar y sellar alianzas, apoyos y recursos que beneficien, como sucede en este año, a quienes buscan la cima del poder en México: la Presidencia de la República.
Ello ha quedado completamente evidenciado en el caso de los tres partidos que han aprobado ya sus listas de candidatos plurinominales al Senado de la República. Tanto el PAN como el PRD y Morena tejen alianzas rebosantes de pragmatismo, que dejan de lado cualquier clase de principios y de orientaciones ideológicas –si es que todavía puede hablarse de eso en el escenario político mexicano-, y que tienen como único objetivo acceder al poder como sea, con quien sea.
De manera extraña, en la lista de “pluris” del PAN se encuentran perredistas, como el todavía jefe de Gobierno de la Ciudad de México, Miguel Ángel Mancera -a quien se le da un “premio de consolación” por haberle dejado el camino libre a Ricardo Anaya para imponerse en la candidatura presidencial de la coalición “Por México al Frente”-, y en la del PRD panistas como la foxista titular de la delegación Miguel Hidalgo, Xóchitl Gálvez, y el ex priista Juan José Rodríguez Prats.
En el primer lugar de los plurinominales panistas al Senado aparece además Josefina Vázquez Mota, ex candidata perdedora a la Presidencia de la República y a la gubernatura del Estado de México, que con esto queda retribuida por los dos monumentales fracasos a los que fue llevada, como corderito al matadero, por su propio partido.
En el tercer puesto de la lista de Acción Nacional sorprendentemente fue colocada la ex secretaria de Desarrollo Social del Gobierno de Veracruz, Indira Rosales San Román, por delante de panistas que se supone tendrían mucho mayor peso que ella, como el ex gobernador de Puebla Rafael Moreno Valle, el ex dirigente nacional del PAN Luis Felipe Bravo Mena y hasta el actual presidente del CEN, Damián Zepeda.
Pero hay una poderosa razón para ese lugar privilegiado: Indira Rosales es incondicional del gobernador de Veracruz Miguel Ángel Yunes Linares, parte de su equipo más cercano en la confianza, así como la operadora de los programas sociales en la entidad.
Y esa gran concesión al yunismo sólo puede tener como explicación la necesidad de “amarrar” el apoyo de Yunes Linares a la causa de Ricardo Anaya, ante la versión de que habría un supuesto pacto con Los Pinos para hacer ganar a José Antonio Meade en Veracruz –el tercer estado con el mayor padrón electoral del país- a cambio de que se le permita al actual mandatario imponer a su hijo Miguel Ángel Yunes Márquez en la gubernatura. Real o no dicho “pacto”, por lo visto Anaya no quiere arriesgarse.
Pero donde se llevan las palmas en chapucerías, incongruencia y malabares retóricos para justificar alianzas impresentables es en Morena. Junto a figuras históricas de la lucha democrática en México como Ifigenia Martínez, el lopezobradorismo llevará al Senado al dirigente del sindicato minero Napoleón Gómez Urrutia –prófugo de la justicia desde 2006 a raíz de la tragedia en la mina Pasta de Conchos, que dejó 65 muertos, y que vive en Canadá a todo lujo- y el ex dirigente nacional panista del sexenio calderonista, Germán Martínez Cázares, en su momento furibundo detractor del propio Andrés Manuel López Obrador que ya ha sido “perdonado”.
Los malabares de la partidocracia para mantenerse aferrada a la ubre del presupuesto público y en la “plenitud del pinche poder” dan asco. Son las mismas mafias. Sólo están acomodándose sus nuevas chaquetas.
Y todavía faltan los “pluris” del PRI.
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