José Alberto Sánchez Nava
1.-En México, la tragedia parece expandirse como una sombra implacable cuya afectación es directa a los más vulnerables de nuestra sociedad. En medio de la oscura amalgama de problemáticas que azotan a la nación, resuena un eco ensordecedor proveniente de los hospitales pediátricos: la alarmante cantidad de niños con cáncer que han sucumbido, no solo a la enfermedad, sino también a la negligencia gubernamental. Este lamento desgarrador se entrelaza con otras tragedias, como la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa cuyo dolor de las familias solo fue utilizado con fines electorales por quien hoy les da la espalda, los estragos causados por el huracán Otis acentuados por la extorsión del crimen organizado ante una desconcertante política de “abrazos, no balazos”.
2.-En el epicentro de esta tormenta humanitaria se encuentra un presidente que, en lugar de haber representado el faro de esperanza, se erigió como la personificación de la indiferencia y la narcisista autocomplacencia. Andrés Manuel López Obrador, el líder de la nación, será recordado por haber estado más preocupado por su propia narrativa mesiánica en la que según él los eventos durante su gobierno donde la invitada es la muerte, se maximizan por los medios para afectar al presidente más atacado en la historia de México, obviamente desde el presidente madero, no obstante que las vidas que se desvanecieron y se desvanecen en la penumbra de la adversidad, fueron inducidas por las malas prácticas y al margen de la ley, por parte de este gobierno, el presidente se opuso a fundamentar y motivar cada uno de sus actos en el desempeño de sus funciones. Confundiendo su derecho de réplica, la cual en un servidor público no existe, a no ser que su réplica se desarrolle sobre aspectos personales, pues lo público y en el ejercicio de sus funciones de todo gobernante que haya protestado un cargo, tiene el deber de fundamentar y motivar sus actos y afirmaciones, se llama principio de legalidad. Por lo que la réplica mañanera no existe.
3.-El cáncer infantil, ya de por sí una batalla desgarradora, se ha convertido en una lucha aún más desafiante para miles de familias mexicanas. La falta de medicamentos y tratamientos especializados ha llevado a un aumento alarmante de muertes dolosas entre estos niños, que merecen una oportunidad de vida que el Estado les ha arrebatado. Mientras los padres enfrentan la impotencia, el presidente López Obrador durante todo su mandato optó por abrazos vacíos en lugar de acciones concretas para abordar esta crisis de salud pública. El desvío de recursos públicos asignados a enfermedades catastróficas bajo la determinación del Consejo de Salubridad General se considerará en la historia de México como un acto inhumano con efectos criminales en perjuicio de los más vulnerables, el daño es incalculable ante la desaparición de las normas oficiales para el tratamiento como la diabetes, el cáncer cérvico uterino, el cáncer de próstata, cáncer de mama, hipertensión, enfermedades de transmisión sexual, y drogadicción.
4.-Las madres de los 43 estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa continúan su lucha incansable por la verdad y la justicia. Sin embargo, sus gritos resuenan en un vacío ensordecedor, ya que el presidente pareció más preocupado por preservar su imagen que por esclarecer este oscuro capítulo de la historia mexicana. La falta de empatía y acción efectiva perpetúa el sufrimiento de estas madres, quienes siguen buscando respuestas en un país donde la impunidad parece ser la única constante. La historia tendrá presente que los 43 normalistas de Ayotzinapa solo fueron utilizados para fines electorales por quienes hasta el día de hoy detentan el poder.
5.-El huracán Otis dejó a su paso una estela de destrucción y desolación, afectando a comunidades enteras que aún luchan aún por reconstruirse. Mientras los damnificados clamaban por ayuda, el presidente López Obrador se mantuvo siempre alejado, centrado en su propio relato narcisista en lugar de liderar la respuesta humanitaria que el país demanda. En efecto, ordenó por medio de un decreto publicado en el Diario oficial de la federación el 9 de noviembre de 2023, que se diera aviso de Término de la Declaratoria de Emergencia (Acuerdo por el que se establece el término de situación de emergencia) por la ocurrencia de lluvia severa y vientos fuertes el día 24 de octubre de 2023 en 2 municipios del Estado de Guerrero. Es decir, la Nación presenció con horror y coraje a un paralizado presidente frente a la realidad de un huracán denominado Otis, el cual no fue reconocido por su nombre en sus ilícitos decretos.
6.-El Narcisismo en el Poder: La personalidad narcisista del presidente López Obrador, quedó en evidencia por su incapacidad para sentir empatía genuina, se convirtió en un obstáculo insuperable para abordar las crisis que azotan a México. Su constante papel de víctima, incluso en situaciones donde la responsabilidad recae sobre sus hombros, revela un desapego peligroso hacia el sufrimiento ajeno, por ello nunca ha demostrado empatía frente al dolor de todas las víctimas directas e indirectas de las deficiencias de un gobierno en materia de seguridad, salud, corrupción, ineficiencias, despotismo, y manipulación de las necesidades de los más pobres en México.
7.-Sin Brújula ni Sentido: La llamada “Cuarta Transformación” se ha convertido en un enunciado vacío, carente de dirección y propósito claro. En lugar de gobernar con base en el principio de legalidad, el presidente parece más interesado en mantener viva la llama de su fracasado proyecto político personal, el cual pende de una elección de estado, que se debe ganar irónicamente con el voto de los pobres, antes de que estos despierten de esa manipulación cuya intención de dicho proyecto es claro que no es la de mejorar las condiciones de vida de los mexicanos.
8.- En conclusión, México enfrenta una encrucijada crítica donde la indiferencia y el narcisismo en el poder amenazan con socavar los cimientos mismos de la sociedad y nos alejó de esa esperanza para erradicar el rancio presidencialismo en México que data desde la época porfirista. La tragedia de los niños con cáncer, las madres de Ayotzinapa, los afectados por Otis y muchos más claman por un liderazgo auténtico y compasivo. Es hora de que el presidente López Obrador deje de lado su papel de víctima y asuma la responsabilidad que su investidura exige, ya que el karma, como acción y reacción, causa y efecto, podría invocar como causalidad a una nación despierta que merece, más que abrazos vacíos y narrativas narcisistas; merece un líder que una y no que disgregue, que actúe en favor del bienestar de todos, sin excepción. En suma, que no mienta, que no robe y que no traicione.