HORIZONTE DE LOS EVENTOS
El Sistema Político Mexicano dejó de regir y presidir el 1º. de diciembre de 1970 -afirmé en la primera parte de este artículo- con la toma de protesta de LEA, Luis Echeverría Álvarez, como Presidente de la República.
Afirmé asimismo, que la camiseta de PRI fue usurpada y que atribuir al PRI el entreguismo a los EEUU, la reversión del proyecto de la Revolución Mexicana y la imposición del neoliberalismo, insalvablemente nos llevaría a equivocar las causas, los responsables y a fracasar al pretender “remediar” los daños causados por esas hordas, como ha sucedido desde 1988: Equivocamos estrategia, confundimos responsables y reformamos y desaparecimos instituciones que no incubaron el mal. Creamos otras que tampoco fundaron el bien que pretendimos… Y por tal falta de tino, la desdicha de nuestra “transición democrática”.
Dicho engaño nos llevó a absurdos tales, como afirmar que el neoliberalismo es también el régimen priista. Al que se responsabiliza de la obra de Echeverría, López Portillo, de la Madrid, Salinas, Zedillo, Fox, Calderón y Peña Nieto, cuando en realidad fueron meros usurpadores del priismo, los abanderados por el PRI, de la misma forma que los dos panistas (neopanistas), impulsaron un proyecto de gobierno neoliberal, no panista.
Finalmente, afirmar que Enrique en Los Pinos era el regreso del PRI, pues por favor, él y su palomilla, de priistas, de nacionalismo revolucionario y no reelección, ninguno tenía ni tiene nada.
El PRI, materialmente, hace décadas dejó de existir. Hay un registro de un partido (con las prerrogativas correspondientes) con el que ninguno de sus regenteadores, senadores, gobernadores ni su dirigente nacional, tienen compromiso con el antiguo régimen ni nada saben de Calles, de Cárdenas, ni de razones ideológicas. Nada saben de los debates de la Constitución de 1857 y su relación con la del 17, de Gabino Barreda, de Heriberto Jara, de Múgica ni de su significado con los derechos sociales. Y por el uso de su voz en Tribuna, es evidente que tampoco nada saben de los derechos sociales en sí mismos y aunque citan a Reyes Heroles, difícilmente podrían citar dos títulos del tuxpeño.
Reitero que el engaño ha sido orquestado con el propósito de hacer responsable al priismo, perseguirlo para desmantelar al antiguo régimen y eludir los operadores neoliberales la deslegitimación que les ha permitido gobernar por 35 años, pese a las evidencias de quebranto tras fracasos económicos, de crecimiento de pobreza, aumento de desempleo y cada vez menor alcance de la seguridad social ¡a más de la mitad de los mexicanos!
Dicha confabulación, construida y divulgada prácticamente por todos los actores políticos nacionales: políticos, apolíticos, politólogos, gobierno y oposiciones, académicos, comunicólogos, izquierdas y derechas, ha permeado en las bases sociales, porque nadie los ha invitado a evaluar las verdaderas reglas y condiciones que distinguieron al Sistema Político Mexicano, a sus hombres y sus acciones. Ahora lo hago:
Para distinguir políticos del régimen priista, de usurpadores que llegaron al Poder con sus siglas, para sustituirlo con un ideario político contrario al de la Revolución Mexicana, propuse tres categorías de funcionarios: a) Los políticos del nacionalismo revolucionario; b) Los burócratas (LEA y JOLOPO); y, c) Los tecnócratas, neoliberales por definición, con MMH, a la cabeza.
El antiguo régimen tuvo postulados, contenidos en la Constitución promulgada en 1917 y para garantizar su continuidad, además hubo principios, “reglas no escritas”, que garantizaron que quien llegara al Poder, tuviera la formación, pensamiento y compromisos con el propio sistema de valores, que era en realidad, el sistema político mexicano, tan estudiado y reconocido en el mundo.
Esas reglas fracturaron con la candidatura de LEA, quien nunca estuvo en el Partido, nunca desarrolló la sensibilidad con el pueblo, al que no conoció ni supo lo que el pueblo esperaba de sus dirigentes y de él. Pues tampoco militó activamente en el Partido ni fue su dirigente, ni gobernador o Regente. No fue político partidista, no tuvo cargos de elección popular y consecuentemente, tampoco conoció el ejercicio legislativo: Por eso afirmo, y no soy el primero, LEA fue un burócrata y para nada priista, ni político.
De ahí su desprecio por las Cámaras y su visceralidad al desaparecer los poderes. Instrumento jurídico de origen medieval, que evidencia un enorme desprecio a los ciudadanos: por quitar al Gobernador ¡despoja a los ciudadanos de la ciudadanía, reduciéndola al estado colonial!
¿Cuál fue el objeto de dicho cambio? ¿Es cierto que LEA y Díaz Ordaz eran agentes de la CIA? Porque es de registro histórico que el régimen de la Revolución no era el manso cordero en que se convirtió. Los EEUU procuró virar los proyectos nacionales de México y de todo el mundo, a su coincidencia. Lo cierto es que don Gustavo fue el último político, ejemplo de “moral revolucionaria.”
Allí, con LEA, el Sistema Político Mexicano: nunca más accedió a la Presidencia ningún político. Los políticos, todos, fueron perseguidos e impedidos hasta hoy, que ningún político gobierna en ninguna entidad de ninguno de los tres niveles de gobierno. Se persigue y desmantela todo vestigio de la Revolución y allí no está el enemigo.
¿Entonces quiénes nos gobiernan? Que quede claro, el poder ni el puesto hacen un político -acaso a un oportunista. Nos gobiernan profesionistas o no, con méritos o no. Élites que acceden al poder con desconocimiento absoluto del estado que gobiernan, de las materias y circunstancias sobre las que decidirán, sin experiencia en el servicio público, sin vocación de servicio alguno ¡y sin contacto con la realidad!
Gobernantes carentes de la formación de aquel régimen y sin “moral revolucionaria” -ni moral pública alguna-, convierten su ejercicio en ineficacia, atraso, injusticia, desequilibrio, rapiña de las arcas públicas ¡y polarización social! Sin vocación ideológica, sin equipos de trabajo probados, pues son nuevos, entregan su poder al vicio político del nepotismo, el compadrazgo y la improvisación -igual que JOLOPO.
Vividores que República, Nación, Patria, Federalismo, laicidad y democracia ¡México! que millones de muertos y más de doscientos años nos han costado, los confunden con semántica, sea por pendejos que por traidores. Allí es donde hay que buscar.
De LEA llegó don Pepe, y con él cobró vigor el nepotismo, el compadrazgo, la improvisación, la soberbia, la digresión, la corrupción. No obstante, todo ello fue también una distracción: Entre LEA y JOLOPO, desplazaron la clase política de la Revolución Mexicana, toda ella, sustituyéndola LEA, primero, con la invención de varios jóvenes líderes: Zapata Loredo, Pedro Zorrilla, Pichardo Pagaza… uno en cada estado, encabezados por Biebrich, a los que luego destruyó, para dejar a su amigo, Pepe López Portillo.
Don Pepe, quien de plano integró -con absoluto desprecio a las “reglas no escritas”- a José Ramón, treintañero, en la subsecretaría de Evaluación ¡su hijo evaluó el gasto ejercido por él! (“El orgullo de mi nepotismo”) Al Negro Durazo lo hizo Ministro Plenipotenciario y a su amante, que la robó al hijo de su antecesor, la primera secretaria de Estado…
Para que por fin, los dictados de “los que mandan” se cumplieran y accediera a la Presidencia, un abogado de formación y perfil absolutamente reaccionario, con ligas y compromisos personales, estrictamente contrarios al PRI, a los fundamentos de la Revolución Mexicana y al mandato constitucional: Miguel de la Madrid.
Con un proyecto transexenal (no Maximato callista ni Presidencialismo cardenista), centralista (no federalista), sin formación democrática ni militancia partidista alguna, laico, pero del Opus Dei: contrario por definición al postulado del artículo 40 constitucional, que define nuestra forma de gobierno… Y a desmembrar al Estado revolucionario ¡y la herencia juarista e independentista!, ya no digamos las “reglas no escritas”, sino a la Constitución misma, que reformó en tres meses, más veces que el número total de sus artículos.
Para que llegara tal elemento, burócrata del Banco de México, tecnócrata por excelencia, típico apolítico -se avergonzaría de ser llamado político-, hubo qué aplastar a la clase política revolucionaria superviviente aún. Uruchurto, Corona del Rosal, Martínez Domíguez, y otros de gran calado, fueron sacados de la jugada, de otra manera no hubieran entregado el Poder a un verdadero jupy de Harvard.
Tal es la importancia de distinguir las cuadrillas y etapas que lograron la supresión del régimen revolucionario, por definición “no entreguista”; La transición de LEA y JOLOPO que fueron la obra negra, desmantelamiento y cimentación, que con excesos suficientes, legitimaron la sustitución de grupos y políticas a ojos del pueblo, engañado desde entonces y hasta ahora, por la confabulación referida desde el inicio de este artículo I y II, que culpa al régimen priista por las acciones de LEA y JOLOPO -y sucesores- quienes limpiaron el camino para acceso del neoliberalismo y sus hombres: la reacción impuesta desde la Casa Blanca.
Los neoliberales accedieron al Poder con la bandera de un priismo que nada conservaba de sus principios fundadores: Nacionalismo Revolucionario, la justicia social y la no reelección.
Hasta la fecha.