Magno Garcimarrero
Dedico este breve texto a mis apreciados amigos Cuitláhuac García y Ricardo Ahued.
Hace muchos años, quizá cincuenta, o, mejor dicho: sin cuenta; tres amigos que gustábamos de salir de cacería, hicimos una excursión cinegética remontando en lancha el río Nautla.
Quien guiaba la expedición propuso que saliéramos del cauce principal y entráramos por un ramal de aguas quietas y cristalinas en donde la selva se hacía más tupida, la fronda se volcaba sobre el afluente, conforme avanzábamos el cuerpo de agua se iba haciendo más estrecho, la flora más exuberante, la fauna más abundante, los aromas más extraños y embriagadores y las voces de las aves más estridentes.
La profundidad del arroyo se iba haciendo cada vez más bajo, hasta que la lancha varó y no pudimos avanzar más. Fue ahí donde el novato del grupo soltó la frase que conduciría a una inolvidable lección: “Aquí hace falta una draga…” A lo que el guía volvió el rostro encarándolo a la vez que le decía: “Aquí no hace falta nada, aquí sobramos nosotros”.