Joel Hernández Santiago
Los mexicanos leen menos libros cada vez. Digamos que el choque de las civilizaciones está aquí. Del libro papel a la ingesta de información digital hay un abismo, pero ese abismo está impactando ya en la vida de cada uno de los seres humanos que se deshumanizan, tienen menor capacidad de introspección y actúan más como reacción y no por razón, que es la que otorgan los libros…
Esto es: En México se leen menos libros debido a la competencia de las pantallas (redes sociales, streaming), la falta de hábito de lectura, el desgano por la lectura, la falta del entorno familiar y social de lectura; por una educación deficiente en comprensión lectora, por factores económicos y el surgimiento de atajos que sustituyen la lectura profunda, generando una menor capacidad de análisis y concentración.
La OCDE señala que en México hay poca calidad de comprensión lectora basándose en los resultados de la prueba PISA 2022 –última evaluación que se pudo hacer pues el presidente López Obrador decidió evitar esta medición de calidad y capacidad educativa –.
En este informe se muestra que el 64 por ciento de los estudiantes de 15 años no alcanzan el nivel básico de competencia lectora. Esto se atribuye a una combinación de factores relacionados con el contexto familiar, escolar y social.
Durante siglos el libro, cuando es obra de arte o de conocimiento o de sabiduría, ha sido factor de desarrollo, de enriquecimiento del conocimiento y de los valores intrínsecos del ser humano. Y sí, hay libros que se leen de pie y libros que se leen sentados.
Desde que Gutenberg inventó la imprenta en 1440 e imprimió su primer libro: la Biblia de Gutenberg, en 1455. Su innovación crucial, se sabe, fueron los tipos móviles de metal, que revolucionaron la producción de libros en Europa. Y de ahí en adelante…
Y es gracias a los libros que la humanidad se encontró y se comunicó, se retrató y se reconoció con aciertos o con errores, con bellezas o con horrores. Todo el ser humano, su vida, su pasado, su presente y su futuro están en los libros.
Y en general escriben los libros de intensidad y hondura, aquellos seres dotados de información, de emoción y pasión por la palabra, la idea, la ensoñación de mundos distintos, ya mejores o la catástrofe del mundo en el que vivimos, entonces y ahora; son seres humanos que buscan en el alma de los seres humanos la capacidad de redención, de locura, de emoción, de intensidades corrosivas: somos ahí “El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde”. Lo mejor y la aberración.
Aunque también, y es cierto, hay libros que se hacen para el ego personal, para el desahogo, para la confronta y como escaparate de intereses ajenos a la creación cierta y honda.
Tantas cosas se han dicho y escrito de los libros. Incluso los libros han producido obras de arte universales e inmortales sobre los libros mismos, como es el caso de “El ingenioso hidalgo, don Quijote de la Mancha”, de Cervantes…
… En el que un pobre hidalgo se trastornó por la lectura de libros de caballerías, produciendo en él a otro caballero andante supremo, justo, libre, amoroso, sabio, que busca el mundo perfecto, el mundo en el que la grandeza del alma, la justicia y la razón predominen, aunque nadie de su entorno lo comprenda… acaso si, acaso su fiel escudero Sancho Panza.
Pero eso es: cada vez hay menos lectores de libros. Cada vez hay menos gente en las bibliotecas que hoy parecen palacios desiertos. Cada vez hay menos librerías que ofrecen el amoroso libro.
Y todo esto viene al caso por dos razones: Libros para leer de pie, o libros para leer sentado.
La primera porque la industria editorial mexicana en 2025 enfrenta ya una crisis estructural profunda, cada vez se producen menos libros y cada vez es más cara la producción editorial.
El libro impreso sigue dominante y el digital muestra crecimiento momentáneo, es cierto que cada día se percibe más el fastidio del lector de libros en versión digital por la dificultad en su lectura, pero aun así no se muestra aumento de lectores de libros impresos y su adquisición. A pesar de los esfuerzos de la industria editorial mexicana por acercar a los lectores lo mejor de su producción.
Se sabe que los autores viven de sus regalías, y si no hay venta de libros, pues no hay tales; en la industria confluyen distintas costos y gastos de producción, y equipos de trabajo que viven de la industria editorial. Los insumos son cada vez más caros. Producir libros cuesta más cada día, pero al estar en crisis, entra en crisis todo y todos los que dependen de esta industria.
Y aquí el otro caso, contradictorio y dañino. Es el caso de los 17 mil 400 libros que el senador Adán Augusto López regaló a los senadores de su bancada en el Senado de la República (aunque él dice, sin probarlo, que fueron menos) para que a su vez los distribuyeran en sus localidades.
Y según él, la editorial que produjo “Grandeza” de Andrés Manuel López Obrador (Planeta) se los vendió a 100 pesos cada ejemplar… Lo cual es muy difícil de creer pues esos cien pesos ni siquiera alcanzan a cubrir los costos y gastos de cada ejemplar. (El autor se quedará pobre, sin regalías)
Según cálculos de “El Universal”, el senador pagó “de sus ahorros”, algo así como 4 millones 667 mil pesos. Todo para quedar bien con su amigo el ex presidente y en detrimento de la lectura de calidad. “Grandeza”, es una obra que contiene una particular versión de la historia de México.
Y ya lo dijo el oaxaqueño José Vasconcelos. Hay libros que se leen de pie, porque nos sorprenden, porque nos azoran, porque nos hacen ponernos de pie ante su intensidad inconmensurable. Y hay otros que se leen sentados, son los libros que están ahí y no pasa nada porque no tienen grandeza y hondura ni emoción y ni siquiera pasión. Son libros de desahogo, y nadamás.
(¡Nos vemos en enero. Este escribano descansará unos días!)




